Marta Pérez y Ángel Muñoz
Desde el pasado 11 diciembre 2020 podemos disfrutar de ‘La vuelta’, el primero de los 10 temas del nuevo disco de La M.O.D.A. Trabajo “inspirado en el cambio, donde las canciones surgen de lo vivido en diferentes lugares y circunstancias tanto personales, de la sociedad como del medio que nos rodea”, tal y como ellos mismos lo definen. El disco comienza de forma pausada, melancólica, íntima con “93compases”. El segundo tema, “La vuelta”, sigue con esta línea intimista. Su videoclip es una presentación muy adecuada para este disco y para la época que nos toca vivir, en la que a todos nos ha dado tiempo a pararnos y a ser más introspectivos. En “Un bombo”, a pesar de que la caja empieza con más fuerza, termina siguiendo la línea de los temas anteriores; evocando una historia de anhelos, de recuerdos, a la vez que evoca momentos que no volverán. La siguiente canción, “Conduciendo y llorando”, es una metáfora sobre la realidad actual en la que reflexionan sobre la sociedad en la que vivimos y meditan sobre las sombras que hay en ella a ritmo de rap. Nos encanta su declaración de admiración “a los tallos que no se doblaron al viento, Imposible culpar a los que no tuvieron remedio Todo sucede tan rápido en este momento Llevo tu sonrisa muy dentro cosida”. “Regresso À Vida” nos toca la fibra sensible desde el principio, momento en que empieza a cantarse a las despedidas, a las diferencias de clase y a los que estuvieron antes de nosotros. Es especialmente emocionante la referencia a la pureza y el rechazo cantado a los artificios que muchas veces dirigen nuestras vidas. A continuación, “Barcos hundiéndose” canta a las vidas difuminadas que se van hundiendo. “Banderas sin color” es otro trozo de poesía, que evoca Burgos, el pasado, los veranos y las navidades pasadas y la felicidad que conllevaban, recordando los momentos cruciales ya pasados. “Semifinales” es otro tema personal, que nos traslada al suburbio francés con más dosis de melancolía. “Memoria” nos traslada al amanecer, a nuestros miedos y a las juventudes perdidas, con un mensaje claro: quiérete más cada vez, mientras que nos recuerda que aún no es tarde. El décimo tema, que cierra el disco, es “Colectivo nostalgia”, empieza con toda una declaración de intenciones: “Solo, creo que lo he perdido todo. La vida es suficientemente contundente Como para andar llorando por ahí”. Esta canción es especialmente dura y cruenta, y más en los tiempos que corren, en los que la sensación de haberlo perdido todo está tan en boga. Los más de cuatro minutos de duración de la canción llegan a lo más profundo de nuestro ser y nos hacen conectar más que nunca con el grupo. Y es que, este disco nos llega, nos toca y en ocasiones nos rompe. La M.O.D.A. cambian, crecen, y nos sigue llenando como siempre, con su potencia y ese sentimiento suyo tan característico.
Ángel Muñoz
Hace aproximadamente dos años que, “Ahora o nunca” (octavo trabajo de La Pegatina) salía al público para, en poco tiempo, copar los primeros puestos de las principales listas musicales. El álbum supuso una revolución de la figura artística a la que nos tenían acostumbrados. La fiesta seguía ahí, pero en esta ocasión acompañada por temas de carácter más existencial y, en cierto modo, crítico con algunos aspectos de la sociedad actual. También se separaban de la línea de ska y rumba a la que nos tenían acostumbrados para descubrir nuevos sonidos hasta ahora no tocados por la joven banda, suponiendo una apertura musical que les llevó más allá de cualquier expectativa. Tal y como definimos en esta revista, la verbena de pueblo se hacía mayor profundizando en sus letras y en la complejidad de melodías. Hoy podemos afirmar, sin lugar a duda, que dicho trabajo solo ha supuesto un paréntesis en la trayectoria musical de la rumba catalana, pues en “Darle la Vuelta”, la banda le vuelve a “dar la vuelta a la tortilla” para retornar a sus orígenes, a la fiesta, recuperando los ritmos perdidos y alejándose de la crítica social que denotaba en el trabajo anterior. Recuperar los ritmos perdidos no significa un más de lo mismo, todo lo contrario. Los más de 15 años de experiencia de los catalanes sobre el escenario han dado lugar a un noveno trabajo que rezuma frescura, modernidad, vitalidad y mucho trabajo. La rumba vuelve a primera línea de la mano de “Como se hacen las flores”, primer adelanto del disco; y los ritmos latinos con tintes pop hacen presencia por primera, y no última vez, en el tema que da nombre al disco “Darle la vuelta”, oda dirigida a escenificar el vivir cada día como si fuera el último. Si algo no ha cambiado a lo largo de todos estos años son las muchas colaboraciones que presenta el grupo en cada uno de sus nuevos trabajos; a destacar la balada “Te veré cuando yo quiera” junto con El Kanka, sin duda alguna uno de los principales del disco; la fusión de estilos intrínseca de “Dejarse la piel” en colaboración con el dueto Arnau Griso; o los ritmos latinos y juegos de palabras tan ligados al puertorriqueño PJ Sin Suela en “Veo lo que hay”. Especial mención se merecen las colaboraciones de Delaporte y Travis Birds al disco. El toque femenino viste muy bien con los catalanes, nunca me cansaré de decirlo. Con la primera se sacan un tema de la manga al mas puro estilo de “Alosque”. Si dicha canción se ha hecho un imprescindible de los conciertos de La Pegatina y una de las más alabadas, está claro que este “Amores” conseguirá un éxito comparable a la misma. La ferocidad y la fuerza de la madrileña impregna “Siempre te pedí”, algo “parecido a un country cabaretero” que da lugar a uno de los temas más potentes, cantables y bailables del disco. El escenario que La Pegatina pone ante nosotros en este su séptimo disco de estudio, está concebido para volver a los orígenes de la banda, pero aterrizando la experiencia recogida durante todos estos años, materializando así el trabajo, el conocimiento y los ritmos coleccionados en un trabajo cuya buena acogida entre sus seguidores, y los no tan apegados, está más que garantizada.
@pakitoserrano
Desde hace unos días un nuevo ritmo agita el indie español, se trata del ritmo de la vibrante y original propuesta de Los Manises, que acaban de publicar su primer EP, Aristocracia y Underground, compuesto por cinco canciones, bajo el paraguas del sello Montgrí (Cala Vento). Letras costumbristas, actitud punk, adornos tribales y compases bailables, de los que te hacen agitar la cabeza y mover los brazos en la silla desde la que se ven los conciertos en la nueva normalidad, son los ingredientes principales de la receta con la que Los Manises se desmarcan de los sonidos de pop facilón y reggaetón que priman entre los últimos lanzamientos. Armados de guitarra, bajo y parapetados en sonidos pregrabados y loops los ilicitanos consiguen crear una atmósfera que te transportará a la época dorada del worldbeat. Te encantarán si te gustan bandas como los suecos Goat. Grabado y mezclado por Juan Ballester en Delta Estudio (Bigastro) en febrero y noviembre de 2019. Masterizado por Martín Ballesta en Last Punch Mastering (Glasgow) entre diciembre de 2019 y enero 2020. Artwork por Realmente Bravo (estudio de C. Tangana, Carolina Durante, etc., del que uno de los miembros de Los Manises es socio fundador).
Envenenadub
Nunca es tarde si la dicha es buena. En este mismo año en el que se ha estrenado, ha sido el mismo en el que he descubierto a esta gran artistaza: María Laín.
Y es que a principios de año nacía su tercer retoño discográfico, del que os vengo a hablar en esta nueva review gazpachera, “B-Side”. Tras “Asymmetry” y “More or less”, María, una vez más, avanza por ese camino fuera de lo convencional, con esa actitud enérgica en las letras y la sonoridad de cada canción. Un disco que ha de escucharse con tranquilidad, con detenimiento, con toda la atención del mundo para disfrutar de cada matiz impregnado en cada segundo de este trabajo.
El álbum se grabó entre 2018 y 2019 en los Estudios Villamanuela por David Baldo, y consta de diez cortes en los que María Laín sitúa su música en el panorama reivindicando lo que hacemos en las sombras, y visibiliza su proyecto musical. Viajes en los que podemos ser llevados a momentos trepidantes y soñadores, momentos melancólicos y divertidos, momentos caóticos y eclécticos. En este disco hay momentos que nos llevan al grunge más noventero, con esas guitarras tan punzantes como “Whatsapp Audio” que incluso se mezclan con el ritmo electrónico tan propio de primera mitad de 2000 en “B-Side”, creaciones pop de corte soft con estribillos que explosionan como “Marcian” o incluso momentos meláncolicos con baladones como “Focus”. Creaciones que pueden venir inspiradas por sonidos firmados por Portishead, Eels o Garbage, se mezclan de forma ecléctica en estas diez canciones, lo que hacen un disco más que ameno, un disco tan completo que hace que cada escucha se haga más interesante. Además, se incluye por primera vez una canción en castellano, esa balada suicida llamada “Corazón Destroyer” que cuenta con el cameo de Luis Basilio (Los Nastys).
Un disco que suena a actitud, a sonido fresco, a creación personal, a estilo propio, seña de identidad, que hace esta de esta propuesta algo a tener muy en cuenta, a estar ante una gran artista de futuro. Sus canciones tienen un gran magnetismo y ella es puro rock and roll. No la perdáis la pista. En serio.
Teresa Gómez
El octavo disco de Taylor Swift, “Folklore” (2020, Republic Records) , ha pillado por sorpresa al fanfare de la cantante, abonado a campañas masivas, sponsors, teasers y acertijos en redes sociales para alimentar la expectación de sus lanzamientos. Ella misma lo anunciaba ayer en diferentes plataformas: “la mayoría de cosas que había planeado para este verano no han podido realizarse, pero hay algo que no había planeado y SÍ que se ha realizado”, en alusión a la composición de este álbum. “Folklore” nace sde este período de confinamiento mundial, con un claro tono instrospectivo y seguramente con la certeza de que no será un disco para ser girado. Rodeada de sus habituales en el sonido, Jack Antonoff y Laura Sisk, Swift deja a un lado a su productor y amigo Max Martin para apostar por tres miembros de The National, Bryan Devendorf y los hermanos Bryce and Aaron Dessner, co-produciendo y co-componiendo 11 de los 16 temas del disco con este último. ¿El resultado? Un álbum reflexivo, de arreglos sutiles, calmado, y lejos del pop comercial de anteriores trabajos, aunque con varios nexos de unión con su último álbum, Lover (2019, Republic Records), donde Swift ya dejaba de pisar el acelerador. Las letras mantienen sus referencias autobiográficas, marca de la casa, y siguen girando en torno a sus encuentros y desencuentros emocionales. Sin embargo, pareciera que, en vez de la Taylor explosiva e irracional que escribía sobre sus batallas con colegas del gremio—especialmente sonoras fueron las canciones que dedicó a Katie Perry y Kanye West—ahora cantara sobre las consecuencias de todo aquello, haciendo una reflexión madura y, también marca de la casa, riéndose bastante de ella misma. Especialmente reseñables son “Exile”, en colaboración con Bon Iver; “Peace”, una de sus mejores grabaciones a nivel vocal hasta la fecha y “August”, posiblemente el tema más “Taylor” del disco, que mantiene melodías y letras que resuenan a la primera Taylor de Nashville, pero con un sonido más minimalista y refinado.
Fernando Tello
La incógnita se desveló y _Juno ya tiene caras. Lo demás ha sido a la vieja usanza. O quizás el futuro es esto. Disco presentado entero. De una tacada tenemos 10 canciones para disfrutar. Sin singles cada semana, sin desvelar medio LP antes del total. El trabajo de misterio ha sido tal que han mantenido el interés sin haber escuchado ni una sola nota. El punto de partida ha sido perfecto. Y ahora toca analizar lo que Zahara Gordillo y Martí Perarnau nos quieren enseñar. Aquí solo suena _Juno. Esto no es Zahara con Mucho y tampoco es Mucho con Zahara. Es una nueva banda con el cincuenta por ciento de cada uno. Una vez canta ella y otra canta él. Los teclados son de ella y los sintes de él o al revés, aquí todo va a la mitad y eso hace que el proyecto se diferencie de lo de antes. Pero todo tiene un punto de partida y aquí es donde aparece Sufjan Stevens, que retumba en varios temas e incluso Billie Eilish, Caribou o Pink Floyd. Además tienen esa mística de Gorillaz en todo lo alto, y mucho más con la presentación de su primer video. Lo que está muy claro, leyendo sus letras, es que dan el salto a presentarnos unos temas íntimos, exageradamente íntimos, diría yo, y sin tapujos. Hablan de lo que les apetece y les sale así. El disco cabalga con un comienzo fulgurante, lleno de energía, con transmisión entre el músico y el espectador de alto grado, y una parte final mucho más errática, mas abstracta y, a veces, aburrida y seca. El aspecto visual es otro punto fuerte y nos recuerda a esos espacios creados por Zhanna Kadyrova, donde sus vestidos elaborados con azulejos cerámicos se confunden con unos fondos perfectos en su imperfección y que a su vez transmiten continuidad. Eso es lo que _Juno nos quieren mostrar, una continuidad de todo, sin cortes, con su base electrónica cambiante pero sin que tú te des cuenta. Y quizás de esa virtud, venga el mayor error, esa continuidad que no termina de enganchar. Eso sí, con aplausos, los que deben recibir, por la sencilla razón de romper moldes, los del acomodamiento de una escena indie, que cada vez es menos independiente y que con este proyecto han revuelto Zahara y Martí, Martí y Zahara. Monta tanto, tanto monta. Esperemos que todo no quede en un huevo batido, de los que se oyen al final, y que si se dejan de batir vuelven a bajar la ilusión de una nueva banda y, sobre todo, de un nuevo sonido en esta órbita tan reducida.
Fran González
A finales de 2019, la banda navarra sacaba a la luz los que serían los dos primeros adelantos de su sexto trabajo de estudio, lanzado, poco después, a principios del año siguiente. Para aquellos que flirteamos con la crudeza del sonido de El Columpio, éstos nos sorprendían con “Huir” y “Preparada”, dos bailongos cortes a golpe de deliciosos sintetizadores y un marcado protagonismo del bajo. Un juguetón toque funk, por un lado, y ritmo electropop, por otro, hacen que ambos temas vayan ganando a medida que realizamos una y otra escucha. Pero nada más lejos de la realidad. Ese turbulento trayecto al que nos tienen acostumbrados se mantiene en el resto del álbum, topándonos de bruces con la áspera y perturbadora “Lechuzas, Cúters y Somníferos” en voz de Álbaro Arizaleta o los aprensivos textos de “Sirenas de medianoche”, rescatando de esta manera esa cadencia kraut de anteriores discos de la banda. Un panorama igualmente abatido e inquietante se presenta en “Mi General”, canción que poco a poco conseguirá atraparte en sus redes. La idea de ruptura, parece ser que lleva tiempo sobrevolado territorio norteño y, temas como “Siempre estás tú”, entre otros, quedan atestados de analogías y símiles. De la mano del Oso Polita, El Columpio Asesino ha vuelto con “Ataque Celeste”, un gran trabajo donde lo electrónico adquiere cada vez más protagonismo, sin perder nunca la esencia de su estilo de antaño, haciendo pasar todo este brebaje por el tamiz de la experiencia y el buen gusto.
@pakitoserrano
A finales del año pasado un nuevo nombre agitaba al underground madrileño, Parquesvr. El nombre tomado del centro comercial de Leganés no fue cogido al azar pues con su elección sus miembros quieren dejar clara su procedencia y su pertenencia al barrio, al barrio de toda la vida. Este sentimiento de pertenencia al barrio parece ser el hilo conductor de las canciones de Parquesvr que llenas de humor sarcástico y crítica social nos hablan de política, de amores frustrados, de los amigos “puretas” o de los oportunistas en redes sociales. Un pequeño retrato de nuestra triste sociedad. El proyecto lo forman músicos experimentados de bandas como Sou Edipo, El Páramo, Fario, Persons o Escombros, y Javi Ferrara (promotor musical, manager y fundador del ciclo Sound Isidro) felizmente convertido en frontman desatado. Sobrado de actitud y con una labia insolente su vertiente como cantante resulta toda una sorpresa, con su peculiar estilo entre el rap y el punk no deja a nadie indiferente, ya sea narrándonos la historia de Lance Armstrong al más puro estilo “MC” o contándonos los desmanes de aquel maravilloso 1992 en nuestro país. Su fuerza y descaro encauza el, unas veces rock afilado, otras punk desmedido, generado por sus compinches, personificando como nadie el espíritu transgresor de Parquesvr. A todo este cóctel añádele grandes dosis de humor y acidez en sus letras y unos videoclips sensacionales, divertidos y deliciosamente excesivos para crear una banda que rápidamente se ha convertido en imprescible. Como bonus track los de Leganés lanzaron a principio de verano y tras el confinamiento un nuevo tema, “Pero”, un sátiro reggaetón candidato a canción del verano, que acompañado de un bailongo videoclip, critica el machismo y racismo que se esconde tras las afirmaciones desgraciadamente típicas de seguramente muchos de nuestros conocidos.
Carlos Lorente
La portada del disco “Gigaton” es ya toda una declaración de intenciones. Un macizo y gélido acantilado Noruego del que brotan lágrimas de su deshielo. Un ave que sobrevuela el mar y observa impávida el desastroso espectáculo. Un cielo empozoñado y las letras Pearl Jam dibujadas en unas líneas de cardiograma alertan de la urgencia de unas medidas que a día de hoy siguen siendo insuficientes en cuanto a cambio climático se refiere. El disco se inicia con potencia y contundencia. Calor y energía que contribuyen al deshielo. “Who Ever Said” es un cántico de calor y energía que contribuyen al deshielo. “Superblood Wolfmoon” sigue en la misma línea con un ritmo que te hace mover la cabeza en sintonía sin apenas darte cuenta. De forma similar a como hiciera Foo Fighters con “Sky is a neighborhood”, Pear Jam lanzó una aplicación para escuchar en primicia esta canción. La condición era apuntar con tu móvil a la luna. Una gran idea para unir lo natural con la magia de la música. Pasamos a “Dance of the Clairvoyants”, primer single con el que hubo cierto revuelo. Quizás un sector de sus seguidores temían encontrarse con un giro de 180 grados como el que supuso “No Code” o la decepción de “Lighting Bolt”. Una sequía de siete años mantenía a los fans temorosos a la vez que expectantes. El tema, personalmente, me resulta fascinante. El ritmo que imprimen los sintetizadores y el bajo es estimulante y pegadizo. Eddie Veder cambia la tonalidad para cantar con rabia “Guarda tus predicciones y quema tus suposiciones”, “Ningún hombre puede ser más grande que el Sol”; reivindicaciones que son de agradecer en un grupo de rock que podría encontrar la aceptación fácil en la llamada al desorden. Los golpes de guitarra cuando parece que el tema ha terminado son espectaculares. Como colofón, el videoclip cuenta con unas imágenes que son dignas de ver en alta calidad, mostrando la conexión de lo microscópico a lo macroscópico, desde una célula a la inmensidad del espacio profundo; el inicio de la vida vegetal y la desertización; lo fundamental que resultan en nuestras vidas unos seres tan básicos como las abejas y la necesidad del trabajo grupal. Subiendo el tono guitarrero y manteniendo la sintonía de crítica a la pasividad y neganicionismo de la administración de Trump, escuchamos en “Quick Escape” cómo hay que iniciar un largo viaje para encontrar un lugar que Trump no haya jodido aún. La canción cuenta con un estribillo pegadizo, un bajo excelente y unos solos de guitarra que quedan grabados a fuego en la memoria. A partir de este punto “Gigaton” va pasando del calor extremo a una temperatura más moderada. En “Alright” la balada se desenvuelve como si tuviéramos el tic tac de un reloj de fondo y el látido de un corazón. La cuenta atrás está en marcha y cada vez nos acercamos más a un punto sin retorno. Se siguen haciendo referencias a la naturaleza: los anillos de un árbol; el vuelo de una abeja. En “Seven O´Clock” seguimos con un clima suave y la subida de pulsaciones que hemos tenido de inicio se estabilizan. Las reivindicaciones no cesan y se compara la figura de Crazy Horse, como jefe indio Sioux que lucha por su tribu y una reserva natural, con un Presidente que consulta sus problemas a un espejo mágico. “Never Destination” supone una remontada de vuelo, resultando un corte muy similar a “Superblood Wolfmoon” sin resultar tan pegadiza. “Take the Long Way” sube algo más el nivel y se nota la mano de Matt Cameron en un sonido que evoca a Soundgarden. Y llegamos a la ola de frío también propia del cambio climático (aunque queramos llevarle la contraria a Trump). Mientras escuchamos “Buckle Up” parece que estamos esperando un estallido sorpresa en cualquier momento, pero este corte se queda en la misma cadencia con la que se inicia. “Comes Then Goes” baja más el ritmo si cabe al tratarse de un tema con guitarra acústica y voz al estilo de Neil Young. La letra pudiera estar basada en la memoria de Chris Cornell. Seguimos con otra balada, “Retrograde”, en la cual se denuncia cómo lo retrógrado nos envuelve y cómo echamos la mirada a un lado ante el aumento del nivel del mar año tras año. Por si no hubiéramos cogido la indirecta, en el videoclip una Greta Thunberg vaticina el desastre viendo las ciudades anegadas en su bola de cristal. “River Cross” cierra el albúm como un lamento, con un órgano de corte funerario. Este tema fue el elegido por Eddie Veder para ser interpretado en el “One World: Together at home”, acto para agradecer a los héroes y heroínas su labor en la lucha contra el COVID-19 y llevar la música a casa en época de confinamiento. “Gigaton” se cierra sin ser lo innovador que vaticinaba “Dance of the Clairvoyants” o la mezcla de la experimentación y la potencia de los temas más emblemáticos de los de Seattle que representa “Quick Escape”. Quizás una disposición de los temas en otro orden, sin poner toda la carne en el asador en el inicio del albúm, no hubiera dejado este trabajo como un disco aceptable.
Fernando Tello
De Jarvis Cocker se puede decir que marcó historia en la música, enseñándonos que no sólo de la guerra entre Oasis y Blur bebía el britpop. Sus Pulp eran la fruta selecta de un régimen que hizo que el resto sólo gustara a los gurmets musicales. Ahora vuelve, si se puede decir, porque nunca lo había dejado. Lo de retornar se puede aplicar porque lo hace con otro formato distinto, mas íntimo, más pensado y meditado, mas consensuado. Dejamos atrás a la banda que le encumbró y con la que después hizo caja en una gira festivalera. Y también sus escarceos en la televisión, sus primeros discos en solitario y sus épicos instrumentales. Siete temas contundentes, impecables, de duración larga y necesaria, sin rellenos. El proyecto que surgió para el directo salta al surco, ejecutado en un estudio, y mezclado, revirado e incentivado para que funcione tal como lo haría en vivo. Lo de ahora es preciso como un reloj suizo, encumbrando a los altares el talento innato de un Jarvis Cocker que se acompaña de Serafina Steer al arpa, teclados y voz, Emma Smith al violín, guitarra y voz, Andrew McKinney al bajo, Jason Buckle a los sintetizadores y Adam Betts a la batería. No hay adjetivos que queden para aplicar al de Sheffield, simplemente es Jarvis Cocker y a pesar de que haya pasado mucho tiempo sigue teniendo algo que le hace único e irrepetible. Ahora solo queda disfrutar del disco en cada escucha, porque a cada vuelta mejora mucho.
María Coki
“Coplas del Andar Torcido” (Bcore-BMG, 2020) es el séptimo álbum en solitario de Ramón Rodríguez, The New Raemon. Con la compañía de Salvador Horta y Ricky Lavado en las percusiones, que dan homogeneidad al conjunto del disco, Antonio Fernández Escobar en los arreglos de cuerda, Anni B Sweet en los coros, aportando su eterna dulzura, y los toques de David Cordero, dando un punto electrónico a los temas. Consigue una atmosfera relajante y envolvente en todo el trabajo. De este álbum mana la esencia del artista catalán, y es que con una temática quizá más pesimista o melancólica que en trabajos anteriores, tiene un toque inconfundible, que no nos hace dudar que es él. Incluso tras escuchar su tema “Días de Rachas Grises”, el cual se convierte en su testimonio más folclórico y más alejado del abanico al que el artista nos tiene acostumbrados. “Coplas del Andar Torcido” se convierte en un testigo del paso del tiempo marcado por la nostalgia.
Borja Peinado
Odisea Ballena es el nombre del segundo LP de los malagueños Ballena. No sabemos si el nombre se deberá a la probable dificultad de salir adelante en un panorama tan difícil para los grupos que no están en la cresta, pero el resultado ha sido un disco tan disfrutable como interesante, sin necesidad de grandes himnos indies coreables. Esta odisea camina por temas salpicados con guitarras y coros muy pop, como Veritá, Valora tu surf o La Fiesta de Iniesta, que sonarán de lujo en festivales. Pero ballena no hacen ascos a sonar más contundentes, como en El Conjunto o Torre Descontrol, canción que suena maravillosamente a Cala Vento. En mi opinión, el disco tiene su culmen y se llama Jalocos. Una trompeta inicial propia del western deja paso a un tema con producción muy rica, es puro rock sesentero español, ese que tanto llama a Tarantino. Para colmo, el vídeoclip de la canción está protagonizado por Raúl Cimas. Sumemos esto a que la portada del álbum está ilustrada por Joaquín Reyes y muramos de amor chanante. Las letras de Odisea Ballena resultan descripciones de estados de ánimo encerrados en narraciones de momentos y situaciones cotidianas, pero siempre salpicadas con cierta melancolía generacional. Esto es algo que, obviamente, podría transmitir tristeza, pero no es así, se entra en ellas bailando como el que asiente con la cabeza. Dicen unos versos de El Conjunto que “El indie está mal, no da de comer, mejor trabajar de ocho a seis”. Nosotros queremos que, por difícil que esté la cosa, Ballena salga de la oficina y que no deje el escenario nunca.
Ciudadano Suárez
Cuando un grupo sumamente consagrado lanza un nuevo trabajo uno, como consumidor y seguidor del mismo, corre ciertos riesgos al aproximarse a éste en un primer momento. Son la otra cara de la moneda de lo que, de manera infinitamente superior, sufre la banda en su proceso creativo: lidiar con las expectativas puestas en él, y, en ocasiones, la excitación y el impulso de devorarlo compulsivamente. Con el paso del tiempo, se gana perspectiva y se toma la auténtica medida de lo que el trabajo verdaderamente ha significado. Por ello, hoy en el estío de revistaindie, revisitamos dos años después “Justicia Universal”, álbum al que el tiempo, como al tinto, aunque no sea de verano, ha sentado bien. Muy bien. En su momento, antes de su publicación ya se habían conocido algunos adelantos que habían resultado esperanzadores. “Hasta que Caiga el Sol” fue el primero. Tras él, llegaron otros dos, “Noches Blancas”, con sus reminiscencias orientales, y la canción que da título al disco. Ambas con el denominador común de que crecen con las escuchas, cuestión que no solo habla bien de las mismas, sino que se repite con otros cortes como “Señales” o “Cometas”. Así las cosas, se podía prever que el elepé contuviese más joyas en su interior, pero no hasta el punto de que a día de hoy más de la mitad de los tracks o hayan funcionado como singles, o se pueda considerar como tal. En líneas generales, nos encontramos a unos Dorian para los que son aplicables consideraciones demasiado manidas pero que en su caso son necesarias. Letras más comprometidas de las que nos tienen acostumbrados, sin dejar de lado su visión de la cotidianeidad y del hastío generacional como en “Algunos Amigos”. Pero también más oscuros, más sólidos, en plenitud de forma y, hasta el momento, probablemente, en el cénit de su carrera. Así, no es de extrañar que durante estos dos años, y COVID mediante, hayan mutado su costumbre de ser cabeza de cartel en festivales ibéricos, a consagrarse definitivamente en Latinoamérica donde tienen una legión de seguidores, lo que les ha obligado a cruzar el charco con la naturalidad de quien va a pasar un finde a Mazarrón. Mención especial merecen las colaboraciones presentes en el disco. Lejos de ser únicamente un reclamo, funcionan hasta el punto de ser seguramente las más bailables como “Duele” con León Larregui de Zoé, pero también algunas de las más sombrías, caso de “Vicios y Defectos” con Javiera Mena y “Buenas Intenciones” con Nita de Fuel Fandango. A estas hay que sumar “La Isla” que parece especialmente diseñada para terminar de reventar los directos y que, por cierto, ya ha sido objeto de un remix por parte de David Van Bylen. Por si fuera poco, no se puede ni debe olvidar ni el delicioso concepto de arte del álbum ni, especialmente, los videoclips, con repartos envidiables y prácticamente convertidos en cortometrajes.
Andrea Torán
“Jesús Tropical”, personaje central del disco basado en cómo le llamaron en una entrevista radiofónica en Colombia recientemente, es el disco más viajero y moderno hasta ahora de Carlos Sadness. Gestado durante los 2 últimos años de gira de España y Latinoamérica, se trata de un disco místico y trascendental, a la vez que orgánico, como él mismo lo ha definido. A nivel de sonido, encontramos una evolución más electrónica respecto a sus trabajos previos, con menos banda instrumental y más beats, pero dando lugar a un mundo sonoro completo y variado, desde canciones con atmósferas más oscuras como la propia “Jesús Tropical”, a los ritmos más latinos de la ya conocida previamente “Isla Morenita”. En cuanto a sus letras, estamos ante el que será posiblemente su disco más autobiográfico y personal, con un contenido más directo en cada uno de los trece temas que componen el álbum. Metido de lleno en su papel de “Jesús Tropical”, Sadness se ha volcado de lleno en la composición, producción y diseño del disco, donde en el formato físico se incluye una ilustración relacionada con cada canción realizadas por el mismo, a modo de cartas del tarot. A su vez, ha contado para la grabación del mismo con colaboraciones de grandes artistas internacionales como Manuel Medrano, Li Saumet (Bomba Estéreo) o Sebastian Pringle (Crystal Fighters). Tras su último concierto el pasado mes de marzo en el festival “Vive Latino” de México, veremos próximamente cómo traslada este nuevo r’n’b’ tropical a un formato más pequeño y acústico en las distintas ciudades nacionales.
@pakitoserrano
Hace unos meses que el tercer disco de los Biznaga está en el mercado y cada vez que lo escucho, que son muchas, no paro de repetirme “qué pedazo de disco se han marcado estos cabrones”. Este Gran Pantalla es un disco conceptual, en el que, y a diferencia de sus trabajos anteriores, todas las canciones están relacionadas entre sí en torno a un único tema: la pantalla. En pleno 2020 la pantalla lo domina y nos domina a todos, a partir de esta idea básica el cuarteto construye todo un universo en el que la pantalla es dios y nosotros sus apóstoles. Con una increíble carga crítica y analítica de nuestra sociedad actual las profundas letras de este álbum abordan dudas filosóficas como el yo actual (el narcisismo), nuestro sentido en la vida, nuestra parte en ella, los no-lugares, así como temas de candente actualidad como la deriva del sistema, la libertad condicionada, la esclavitud moderna o las posiciones de poder; todo ello, construido como decimos, alrededor del gran hermano y nueva religión que son todas las pantallas que nos rodean y los algoritmos detrás de ellas. Sin duda, el estudio de las letras daría para muchos debates y es eso precisamente lo que busca Biznaga, generar inquietudes, incomodidad e inconformismo en el oyente, algo que ya lograban en muchos tramos de sus anteriores LPs pero que en este último han conseguido de forma excepcional. El punk de guitarras de los Biznaga adquiere más fuerza en este disco gracias a un sonido mucho más compacto pero crudo, maduro y afilado, en el que siguen destacando las seis cuerdas pero en el que esta vez todos los instrumentos se escuchan al mismo nivel, ganando en importancia los bajos y la batería. Los estribillos dejan paso a la profundidad de las letras pero la sonoridad y la carga melódica de las doce canciones consiguen engancharte desde la primera escucha. Si los dos discos anteriores de Biznaga se superaban este tercero ha vendido a confirmar que cada nuevo disco de Biznaga es mejor que el anterior. Han puesto el listón muy alto. Gran Pantalla, ha sido grabado y mezclado por Raúl Pérez en La Mina (Sevilla) y masterizado por Tim Warren, mítico fundador de Crypt Records en Berlin.
Envenenadub
La voz de una generación. De la desesperación a la ansiedad. De la modernidad como zona de confort. Del consumo como válvula de escape. De la violencia de género al drama de la inmigración en los mares. De la búsqueda de uno mismo al inmovilismo social. “Nunca pasa nada” se llama el disco debut de Ambre, pero dentro de él, pasan todas estas cosas. Pasen y lean, pasen y escuchen. Porque al igual que la última reseña que escribí en este espacio, al igual que el último disco de Tame Impala, el pasado 14 de febrero nacía el álbum debut de Ambre. Su primer larga duración, es un trabajo de once cortes, que, al igual que el anteriormente mencionado, para un servidor, es otra flecha de Cupido, es otro San Valentín particular. Perdón por la repetición, pero es que es así. Once canciones que llegan muy dentro, once canciones capaces de evadirte por un momento de los momentos vividos desde marzo hasta ahora, once canciones de una joven banda que han sido grabadas en El Invernadero bajo la batuta de Brian Hunt. Canciones que pueden volver como reminiscencia a “Binary Lovers”, a los Ambre de las distorsiones y pedales, a los efectos que creaban ese toque más noise. Pero el cambio y la búsqueda constante de nuevos sonidos en la banda están más que presentes. Lo que, bajo mi humilde opinión, consagra a la banda madrileña como referente en sonido vanguardista. La música de baile es una de las principales novedades en este trabajo, con toques disco, synth-pop, acercándose incluso al French Touch en canciones como “Me siento tan moderno” o “Sangre”. Al igual que las influencias lo-fi a lo Mac DeMarco, Whitney o Boy Pablo, en las guitarras con cierto guiño surf que se pueden distinguir en “Ya está” o “Solo salir”. Uno de los discos que más me han acompañado durante la cuarentena y que consiguió que me haya podido olvidar en ciertos momentos de la triste situación que hemos vivido. Todo un viaje al interior, un repaso acerca de la sobreestimulación a la que estamos expuestos y expuestas, un viaje por la música. Un compendio de sonidos que se desprenden de todo prejuicio y se hacen disco. “Nunca pasa nada” es, sin duda, uno de los discos del año.
Santi Hernández
Hoy le toca el turno a unos noruegos que quizás solo hayan oído hablar del gazpacho como una sopa fría de tomate. A cualquier cosa llaman sopa fría, sobre todo si no la has probado. Pero como esto se trata de música, dejemos los cálculos culinarios y centrémonos en este estupendísimo Eternal Fidelity de Closing Eyes. Estos cuatro chicos y una chica proponen un pop psicodélico hipnótico y pegadizo con algún toque sutil de dream-rock que les ha quedado muy bien. En las semanas que llevo escuchando el disco me han venido a la cabeza muchas bandas a las que me recordaban. Desde el principio se me vino a la cabeza Real Estate (debilidad personal) con el primer tema, aunque a quien más recuerda es principalmente a Stereolab en “How do you smile” y otros momento del disco y con eso ya es decir mucho. También mucho al ilustre Kevin Parker y su zoofílico proyecto en “You can have everything”. También se dejan sentir a los mejores Air en muchos temas… Todavía caben destacar más cosas del disco. El extravagante viraje en el ambiente creado hasta el momento cantada/narrada en italiano en ‘With all the emotion left in me’. La canción redonda: ‘I Don’t Even Know Your Face’. Solo de guitarra pegadizo para una melodía sesentera que a mitad de canción se enreda en una espiral psicodélica magistralmente resuelta con la misma guitarra del principio. Dos minutos y medio. Perfecto. Y la anécdota: ¿no os ha pasado alguna vez? Escuchar algún grupo nuevo y alguna de las canciones llama a alguna región de vuestra memoria donde se aloja una melodía parecida o igual. ¿Dónde he escuchado yo esto? Así pueden pasar varios días intentando averiguar a quién o qué te recuerda o si tan solo es fruto de la imaginación. Y de repente, ¡zas! ¡Ahí lo tienes! Aparece en tu cabeza con luces de neón el nombre del grupo o canción que tanto te recordaba. Los adelantos de la música en streaming hace que el resto sea pan comido pues tan solo hay que teclear el nombre de la canción a ver qué sale. ‘Middle names’ es una brillante versión del tema de Devendra Banhart. (Denle una oportunidad a este señor si no lo conocen). Este segundo disco de Closing Eyes es todo un acierto para deleitarse durante poco más de media hora con un disco que solo con los grupos que se han nombrado, justifica un buen par de escuchas a este Eternal Fidelity.
Ciudadano Suárez
¿Quién dijo que el darkwave había muerto? Esta época de revivals en la que uno puede ver a Fernando Alonso nuevamente enfundado en un mono de Renault e incluso imaginarse a Pau Gasol de blaugrana, invita a asomarse a Austral, el debut del trío argentino Las Eras. El maxi, vió la luz en noviembre de 2019 y cuenta con cuatro temas que son toda una declaración de intenciones que posteriormente respaldaron, a finales de enero de 2020, con la publicación de su “Volumen 1”. Darle al play significa encender el televisor y encontrarse en “El Chiringuito” a “Mágico” González, pero vestido con una flamante y remozada elástica del Cádiz para conmemorar su ascenso. Es decir, un clásico, revisitado y, probablemente, mejorado. No necesitan un arsenal de instrumentos para destilar una propuesta tan oscura como sólida e interesante. Sintetizadores, una drum-machine, un bajo y una voz, eso sí, con una buena dosis de delay consiguen generar devastadores ritmos hipnóticos y paisajes cautivadoramente lúgubres. De los que se buscan en una de esas noches en las que la ciudad nunca duerme, y en la que con “Frío” o “Caraza” perfectamente podrían conseguir ser el agujero negro capaz de hacer implosionar definitivamente una tenebrosa pista de baile. Pero especialmente reseñable es “Nadie Lo Conoce”, que parece diseñada para terminar de empujar al personal al baile desenfrenado, mientras paladea post-punk y synthwave, entre un corte de Joe Crepúsculo y otro de El Columpio Asesino. Recuerden la máxima que nos enseñaron los Doble V: en peores guariches, los mejores cócteles.
Carlos Lorente
Paul Weller ha lanzado este pasado viernes 3 de julio su decimoquinto disco “On Sunset”. Paul Weller, the Modfather, se caracteriza por ser un autor de pies inquietos, siguiendo la estela de David Bowie, y cada disco nuevo que lanza al mercado es un cántico a la experimentación. El padre del Mod prefiere el camino del riesgo y el aprendizaje continuo. El ejemplo más claro lo supuso “22 Dreams” donde se encuentra incluso un acercamiento al tango en “One Bright Star”. Por poner un granito de mi experiencia al artículo, la grandeza de Paul me quedó clara en aquel concierto de mayo de 2001 al que asistí en una Sala Arena de Madrid sin completar su aforo, donde Paul Weller iba equipado con su guitarra acústica, simple y llanamente; sin banda que completara el escenario. El resultado fue que brilló con luz propia. Lo he incluido también para hacer constar que Paul es capaz de desenvolverse en lo más sencillo hasta enredarse con fórmulas que nunca antes haya probado. El de Surrey recupera en “On Sunset” los aires soul que evocan a su dúo en The Style Council, aquel que formara tras abandonar The Jam, en un giro radical de sonido. Por otra parte, se aprecia de forma notable las influencias de The Beatles y de David Bowie en algunos de sus temas. El tono general de “On Sunset” es emotivo y alegre. Paul Weller afirma en una de las muchas entrevistas que está realizando estos días, “no hago discos para amargar a la gente. Lo hice en el pasado y he aprendido la lección”. Y sobre su actitud positiva tiene mucho que decir su actividad en el periodo de confinamiento: ése que ha sacado lo mejor y peor de nosotros. Paul ha disfrutado del tiempo que ha pasado con su familia, que de otra forma no hubiera podido por motivos laborales, y ha seguido activo, componiendo y grabando lo que será su próximo albúm. Positivo y sin pelos en la lengua, mantiene viva la llama crítica de la que ya hacía gala con The Style Council y declara: “Si va a haber algún cambio, debería ser para proteger y apreciar la sanidad pública. Pagar a las enfermeras y a los médicos como se merecen. Espero que algo bueno salga de todo esto”. Volviendo a su trabajo, es importante destacar que el disco cuenta con invitados de honor: Mike Talbot, teclista del ya mencionado Style Council, el saxofón de Lee Thompson de Madness, el violín de Jim Lea de Slade y el trío The Staves, culminando con unos arreglos de cuerdas de Hannah Peel, la compositora de Juego de Tronos. El album se inicia con “Mirror Balls”, tema que originalmente se iba a incluir en su anterior disco “True Meanings”. Un comienzo que pudiera parecer desconcertante por la introducción de tantos elementos experimentales: ritmos disco, sonidos electrónicos, gruñidos, aplausos, etc; dando una falsa impresión de que todo lo que nos espera a continuación va a ir por el mismo camino. Con nuevas escuchas se perciben todos los matices de la canción y atrapamos una sintonía más acorde con su obra: los instrumentos de viento, los coros, y las melodías que sí que van más en la línea del resto de temas venideros. Con “Baptiste” y “Old Father Tyme” apenas nos da tiempo a recuperarnos de la buena sensación del final “Mirror Balls” cuando nos sumergimos en los cortes con más groove del disco. “Old Father Tyme” es un tema funky que reflexiona sobre el paso del tiempo, invitándonos al baile disco y a marcar su ritmo con nuestras palmas. “Warming” nos ilumina con aires más pop y un estribillo de esos que te pueden alegrar el día. “More” hace apología del minimalismo, de lo que estamos buscando de forma constante para sentirnos plenos sin pararnos a pensar que muchas veces “más es menos”: “...But little came from having more”. Hay que parar, reflexionar, conocerse y ver qué es lo que realmente necesitamos. Al incorporar los versos en Francés -cantados por Julie Gros- parece decirnos: “os lo voy a explicar también en otro idioma, quiero que mi mensaje llegue más lejos”. La mezcla de metales es preciosa y los arreglos de guitarra, sin necesidad de una virtuosidad imposible, van en sintonía con el mensaje “menos es más”. “On Sunset” nos introduce en lo simple y bello de una puesta de sol con el sonido del mar de fondo. Canción que pudiera parecer simple en su comienzo pero que va añadiendo capas de sonido y sutileza a medida que va avanzando. Tiene un regusto a lo antiguo, a las canciones de inicio de las películas de los 70. El tema más circense llega con “Equanimity” que nos evoca a The Beatles con unas entonaciones vocales al estilo de David Bowie. Con el tema “Walking” caminamos hacia una mezcla de soul y de ciertos aires de cabaret. Cuando parece que hemos llegado a la cúspide del tema, nos interrumpen unos sonidos de pájaros para avisarnos de que lo mejor aún está por venir. “Village” continúa con el mensaje de “More”. No es necesario tener todas las cosas que posee otra persona, no tienen sentido si tu objetivo es conocerte bien a ti mismo. “Earth Beat”echa mano de un fondo de sonidos electrónicos, como si estuviéramos atrapados en una computadora de la década de los 80. Esa sensación se percibe mejor visionando el vídeo que se subió a su canal de Youtube como adelanto del lanzamiento de su trabajo completo, donde las letras vibran y se distorsionan. “Rockets” es una balada que sirve como final de fiesta, un cierre pausado para recopilar emociones escuchadas y donde las voces de Paul Weller nos recuerdan de nuevo a Bowie. En la Edición Deluxe este tema sirve para tomar aire y continuar saboreando más piezas, “4th Dimension” instrumental de corte experimental; la alegre y motivadora “Ploughman”; la instrospectiva “I´ll Think of Something” y otra versión de “On Sunset” y “Baptiste”. El último trabajo de Paul Weller suena encantador y redondo. Nos demuestra que al “modfather” no le pesa ni uno de sus 62 años.
Fernando Tello
Alguna vez habéis soñado algo como estar montados en un tiovivo de esos de caballitos del siglo antepasado y luces sin pudor. Pero además, en el sueño, el señor al que le das la ficha para que eso funcione, se ha ido a tomar algo y ha dejado atrancado el mando para que esto no pare de dar vueltas. Si, lo has conseguido, estás atrapado sin poder bajar, y lo mejor es que te mola mucho. Estás feliz sabiendo que puedes estar montado varias horas, que nadie te va a decir nada y que el nivel de cosas terminadas en “ina”, si, péptidos opioides, que corretean por tu cuerpo es directamente proporcional a la satisfacción que tienes en tu ser. Bien, pues te presento a los Rolling Blackouts Coastal Fever. El quinteto lo forman las voces y guitarras de Tom Russo, Joe White y Fran Keaney, el bajista Joe Russo y el baterista Marcel Tussie. La banda australiana, de nombre imposible de memorizar y mucho menos de repetir en cualquier entreacto festivalero, vuelve a firmar, y ya van dos, otro disco cargado de adrenalina, de guitarras, un peldaño por encima del pop, cristalinas, puras y además, sonando a lo que quieren. A sus The Go-Betweens, R.E.M. o The Feelies. Aunque también suenan mucho a “mis” Teenage Fanclub o en algunos tramos a los primeros Belle & Sebastian e incluso a ramas más melódicas de Mercury Rev. Lo tenían complicado, porque hacer algo mejor que su primer trabajo, “Hope Downs” (Sub Pop Records, 2018), era bastante difícil. Han repetido la fórmula, y por lo menos han conseguido igualar esa obra de arte. El pop delicado que consiguen es de muchos quilates, y como ese tiovivo del sueño, no podrás bajarte del vuelta y vuelta de un disco que se escucha sólo, y que además no podrás poner en una única ocasión. Cuando te des cuenta, llevarás ya ocho giros de vinilo y esperarás con el ansia la novena como si fuera la inicial. Quizás el éxito de su primer trabajo se nota en las composiciones y en una extensa gira de indudable éxito y que te fuerza a hacer canciones de otro modo. Seguro que después de esto, mirarán al futuro de otra manera y se dejarán más tiempo para componer, sin ataduras, sin prisas y lograrán volver, o incrementar, ese poquito que le puede faltar a este “Sideways to new Italy” para ser lo más completo del año.
Fernando Tello
La edad te hace mirar las cosas de otro modo, veinte años cambian a cualquiera y aunque continúes con tus pensamientos, la experiencia es un grado, quizás, el más importante para poder hacer y pensar como quieres hacer las cosas, o por lo menos intentarlo. Basurita es un fiel heredero de El Inquilino Comunista, otrora pioneros de esos sonidos independientes, desenfadados y sobre todo muy distorsionados que siempre quisieron hacer esos jóvenes getxotarras que nunca debieron irse de la primera línea y que ahora se les añora y mucho. La evolución ha llegado ahora y nos gusta. La continuación de su ópera prima “Primer Juramento” (Subterfuge, 2019) es sencillamente sublime, de nota superior, y no por el aprobado general del confinamiento. Maravilloso, cambiante y con un ritmo que te lleva de manera frenética y sin saberlo por los diez temas de manera rápida y sin darte cuenta. Las cosas bonitas siempre pasan deprisa y “El Gran Feliz” es la muestra del trabajo bien hecho de los pies a la cabeza. Parte de culpa seguro que la tiene un Paco Loco que se sitúa a los mandos de una nave que capitanea el gran Santi Real, cabeza de El Inquilino Comunista y alma de Basurita. El primer tema, que da título al álbum, tiene ese ritmo Pixies de los mejores tiempos del señor Black, cañón de canción para que suene en bucle. “En sueños” viaja por el sonido donosti de bandas tan añoradas, como queridas. Cuanto bueno hubo en los años noventa. “Mer” vuelve a partir de sonidos pausados, para explosionar con reivindicación (musical y no musical) en la letra y un ritmo final infernal y con distorsión marca de la casa. “La Campa de la Fugo” es un respiro en modo de medio tiempo para coger aire puro y fresco antes del atracón. “Alicia” y “Despierta” tienen ese desenfreno del “Inquilino” pasado por un pasapurés vintage que ahora tiene ante sí su segunda oportunidad. Hay mucho Sonic Youth y Dinosaur Jr. entre esas líneas y queda bien estructurado el origen de la mayoría de los integrantes de la formación de Getxo. Una delicia, así, sin anestesia. En “Aquel Verano” pone la voz Nur Wong de Furia Trinidad a la que Paco Loco invitó y grabó del tirón este tema que rebosa “Albacete” por los cuatro costados. Las guitarras se hacen claras y cristalinas en el final del disco, sobre todo en “Verónica” que pone luz brillante a un desplante nupcial. Y todo lo bueno acaba. Atrapados nos quedamos con los diez temazos que nos presenta, otra vez, una banda solvente, con oficio y sobre todo con mucho arte, que tiene mucho que decir en el actual momento en el que la monotonía nos inunda de formaciones iguales dos a dos, que además aburren hasta al más fanático. Por ello, Basurita debe existir, ahora y siempre.
Borja Peinado
El pasado 8 de mayo, St Woods, proyecto liderado por Nacho García, lanzó Bones, su primer álbum. Podría parecer una fecha cualquiera, pero el disco llegó a nosotros en pleno confinamiento y eso es algo que quedará marcado. St Woods convive con la etiqueta de la influencia de Bon Iver y esto se demuestra desde On me, canción con toques auto tuneros que abre el disco. Este tema, que crece en intensidad y en emoción, marca la atmósfera que rodea al disco y nos golpea con la maravillosa voz de Nacho García, de esas que parecen hechas para cantar en la lengua de Shakespeare y que no nos imaginariamos en castellano. Lo curioso es que la música de St Woods nos recuerda a la de Justin Vernon no solo en la parte electrónica, sino también en etapas más folk del norteamericano, en temas como A Part from God o Cinema. Pero no solo de lo obvio bebe este Bones, también reconoceremos otras influencias de The War on Drugs o de los últimos trabajos de los Mumford en Fire o Wasted Love. A pesar de estas innegables influencias en Bones, paradójicamente, el disco supone un producto muy particular, con unas letras que parecen provenir realmente de muy adentro. Ahora solo queda ver cómo se comporta este disco en directo cuando todo vuelva a la normalidad, tanto en salas como en festivales. Esa normalidad musical que nos haga olvidar un poco esos momentos en los que disfrutamos de este disco por primera vez.
Envenenadub
Más que necesario. El hype estaba disparadísimo después de cinco años de parón discográfico, pero a posteriori, más que justificado. “Todos somos contingentes, pero tú eres necesario” eso es lo que le gritaban a Rafael Alonso en su recibimiento como alcalde en “Amanece, que no es poco” (José Luis Cuerda, 1989). Eso es lo que pensamos algunas y algunos al escuchar “The Slow Rush”. Porque Kevin Parker vuelve a convertirse en el Rey Midas de la psicodelia. “Patience” y “Borderline”, los dos primeros adelantos de 2019, con sólo el último incluido en el disco, ya anticipaban lo que se venía encima, y por la dirección en la que se encaminaba la bendita cabeza del bueno de Kevin. Porque toda banda tiene un líder y con el respeto de los demás integrantes, fenómenos todos, el día que Parker decida detener las máquinas, Tame Impala será historia. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que en 2020, año que ya estamos cansados de vivir, una de las pocas buenas noticias que nos estamos llevando, es que seguimos disfrutando de nuevos trabajos discográficos. Y aunque esto sean reviews de verano, un disco de Tame Impala siempre es un disco de Tame Impala. Y se puede disfrutar en cualquier época del año. “The Slow Rush” es la muestra, la descripción perfecta de la evolución, aquella en la que vive Kevin Parker y parece que nunca va a dejar de lado, dispuesto siempre a alimentar su mente de nuevas técnicas y propuestas musicales. Ya se atisbaba en las sesiones especiales de grabación de Currents, de 2014 y 2015, en las que Kevin ya coqueteaba más frecuentemente con las cajas de ritmos, sintetizadores y loopers. El anterior trabajo, visto desde este lugar, ahora puede parecer un puente, aunque sigue siendo igual de espléndido que siempre. Al escuchar “The Slow Rush”, percibimos un disco en el que las guitarras tan potentes, que pasaban por el filtro psicodélico de los 70 al más puro estilo Grateful Dead o Jefferson Airplane cada vez tienen menos presencia, solo con destellos puntuales en ciertos solos, pero los teclados y sintetizadores sustituyen perfectamente los riffs a los que nos acostumbraban. Con líneas de bajo tan distorsionadas como de costumbre, que, como no, pueden distinguirse perfectamente en canciones como “It might be time” o “Breathe Deeper”. Las bases disco y electrónicas, juegan con los bucles, pero de un corte más enfocado a la pista de baile como suenan en “One more year”, “Glimmer” o “Is it true” son una de las nuevas premisas, las nuevas incorporaciones sonoras. El funk más vintage llega a encontrarse con el house de Chicago en ciertos momentos, o el synthpop puede tener cierto toque dance noventero. Sí sí, como lo estás leyendo, en este disco confluyen diferentes propuestas sonoras y todas han sido bien cuidadas por el genio de Perth. Por no hablar de los samplers que funcionan como interludios, que muchos de ellos acaban siendo pasajes sonoros que inevitablemente pondrías como banda sonora si dieras un paseo por Venice Beach. Y los vocoders a lo Kavinsky o Daft Punk, que no son nuevos en esta historia, pero evidentemente, no podían quedarse fuera de la fiesta. ¿Es un disco diferente de Tame Impala? Sí, pero a la par que reconocible, las explosiones psicodélicas que son unas de sus más reconocibles señas de identidad siguen ahí, nunca se fueron, aquellas que suponen un trance seguro, como “Posthumouss Forgiveness”, “Instant Destiny” o “Lost in Yesterday”, reconocible por las líneas de bajo y la batería con ciertas contras, como en “The moment” (Currents, 2015). En definitiva, y pese a ciertas críticas inexplicables por “no haberse editado en 2019” y “haber regrabado alguna canción”, como reza el tópico, la espera ha merecido la pena. Y más viniendo de una banda en constante regeneración sonora como son los de Perth, que siempre apuestan por una historia nueva en cada trabajo. Con la constante búsqueda de Kevin Parker, que una vez más ha dirigido los mandos de la producción de manera magistral, lo que ha dado lugar a la admiración por parte de grandes artistas como Lady Gaga, Mark Ronson, Kanye West o Kali Uchis, y posterior colaboración. Un disco espléndido, de principio a fin, que se lanzó el día 14 de febrero de 2020. Y sí, cada escucha de “The Slow Rush” es un San Valentín particular. Viva la psicodelia.
Andrea Torán
“Tragas o escupes” es el nombre que da título al último trabajo de Jarabe de Palo y pone fin al inmenso legado de Pau Donés al frente de la agrupación. Desde que publicaron su primer trabajo: “La flaca” en 1996, le han seguido más de 20 años en los escenarios presentando sus doce álbumes de estudio (sin contar otros trabajos recopilatorios o grabaciones en directo), todos ellos inundados de un estilo rock latino con letras que hacen referencia directa a la marcada filosofía positiva de Donés. Un fuerte componente emotivo marca la escucha de cada uno de los once temas que componen este álbum. Se trata de una emoción estremecedora pero alentadora: “somos atletas de la vida”, defendió siempre Donés. La presentación y estreno de “Tragas o escupes” estaba prevista para finales de septiembre de 2020; pero debido al avance en la enfermedad de Pau Donés, se adelantó su publicación al 26 de mayo (o 26 de junio en el caso de formato físico). Estamos ante un álbum que lleva gestándose desde que el grupo anunció su “Adiós, pero hasta luego” en enero de 2019 como lema del parón que se tomó la agrupación, hasta que a comienzos de abril Pau Donés comunicó la vuelta del grupo con el tema que precisamente abre su disco: “Vuelvo”, donde plasma en música los sentimientos que inundaron su etapa fuera de los escenarios, y el retorno de la agrupación: “vuelvo para encontrarme con mi gente, y aquí quedarme siempre”, “porque pisar el escenario es en lo único que pienso”. La grabación del disco se veía continuamente interrumpida por los ingresos del cantante en el hospital, y de hecho varias de las voces incluidas en el mismo, provienen de las primeras maquetas de los temas grabadas el pasado año 2019, cuando se empezó a gestar el que sería el último trabajo del grupo. Una semana antes de su lanzamiento, su productor Yves Rousell recibió la grabación completa del disco para masterizarlo, trabajo que realizó en tiempo record puesto que pocos días después le envió el CD a Pau Donés para que lo pudiera escuchar en su cadena de música de su hogar en Lleida. El cantante tenía muy claro el tipo de sonido que buscaba en los temas, y realizó un trabajo directo con Rousell. A excepción de algunos temas más reflexivos y nostálgicos, como “Misteriosamente Hoy” o el que da título al disco “Tragas o escupes”, en el resto encontramos un Pau alegre, agradecido y enamorado de la vida. Su primer sencillo “Eso que tu me das”, cuyo video grabado en una azotea de Barcelona junto a su hija Sara bailando, y presentado el pasado 23 de mayo ya acumula más de 15 millones de visualizaciones en Youtube, es el himno del agradecimiento del cantante al público. Como él mismo decía en una entrevista realizada recientemente: “He recibido mucho sin pedir ni esperar nada. Cosas buenas, muy buenas: cariño, afecto, respeto, amor…”. Agradecimiento es también lo que muestran en “Los Ángeles visten de blanco” dedicada a los médicos y enfermeros, y que ha ido presentando a lo largo de esta cuarentena con pequeños avances de video en sus redes sociales. Un disco a ritmo de alegría, de samba, salsa o son cubano, del rock latino que siempre suena a Jarabe de Palo. Una emotiva despedida de Pau Donés en forma de música, filosofía y emoción.
@pakitoserrano
Cuatro largos años de espera han merecido la pena. Cuatro años desiertos de nueva música de Viva Belgrado son muchos años, pero una vez que coges el vinilo transparente de Bellavista, lo colocas en tu tocadiscos y comienza a sonar “Una Soga”, vuelves a sentir el poder de la música de los cordobeses y te reconcilias con ellos, y le perdonas que nos hayan hecho esperar tanto. Once temas que demuestran que Viva Belgrado han vuelto en plena forma y libres de hacer lo que quieren, le pese a quien le pese. Estos cuatros años de pausa en sus publicaciones, que no en sus composiciones, se notan en el sonido del disco, más maduro, más accesible. Quizás no es disco continuista pero sí su trabajo más ecléctico, mucho menos hardcore que sus anteriores trabajos pero lleno de nuevas influencias que van desde el flamenco al shoegaze, pasando por una balada chill-pop sin guitarras, “Más triste que Shinji Ikari”, que resulta de lo mejor que han compuesto nunca. Dicho esto el espíritu Viva Belgrado es totalmente reconocible y se encuentra en todas sus canciones, por su forma de tratar las letras, tan bien escritas, estructuradas y encajadas con la música, por la forma de cantar tan característica de Cándido, por el trabajo detrás de cada nota de cada instrumento, de cada efecto, o por las partes progresivas que añaden tanta emoción e inmediatez. Las voces, con un ritmo excelente, nos hablan de melancolía, tristeza y desencanto; como contrapunto los instrumentos aportan luz y claridad, remarcando la importancia del de contraste con el que nace este Bellavista. Aleix Turon y Joan Delgado (Cala Vento) participan en los coros de “Ikebukuro Sunshine”. Grabado y mezclado por Borja Pérez y Santi García en Cal Pau Recordings y Ultramarinos Costa Brava. Masterizado por Víctor García en Ultramarinos Mastering. El magnífico concepto y diseño gráfico del álbum corre a cargo de www.handshake.fun
Ángel Valtueña
“Arriesgar es vivir “podría ser la frase, aunque de la mano de don Enrique (hace ya años que se ganó el don) los riesgos que toma en sus composiciones llevan a sacar al zaragozano más genial pero también al más difícil de comprender. Bunbury ha dicho muchas veces en sus entrevistas que sus discos impares son más cercanos y atractivos al público y sus discos pares muestran su deseo de experimentar, y su nuevo álbum, Posible, es el décimo trabajo de estudio en solitario, por lo tanto, siendo par y llegando a la decena era evidente que nos esperaba algo muy especial. Efectivamente es así, Posible recoge parte del sonido electrónico de aquel primer trabajo de Bunbury, Radical Sonora (1997), que tanto sorprendió, para bien, a unos, y para mal, a otros, y le da una vuelta de tuerca apagándole la luz de algunas de esas composiciones para dejar sólo oscuridad.Las letras sin embargo nos llevan a su anterior álbum, Expectativas (2017), aunque aplicadas a su yo interior, una introspección musical, a veces inquietante, que nos deja frases para pensar cual será el futuro del artista zaragozano (“no me voy a quedar por aquí demasiado tiempo”). Las influencias de Bowie o Nick Cave han sido evidentes en los trabajos de ex líder de Héroes del Silencio, pero ahora se abre paso el sonido electrónico a lo Depeche Mode que será la línea que marque esta grabación sin olvidar elementos clásicos del universo Bunbury como son los ritmos latinos (rancheras, bolero…). Posible esta compuesto por diez tracks iniciándose con una de las mejores canciones de álbum Cualquiera en su sano juicio (se habría vuelto loco por ti), poesía pura aderezada con un saxofón, muy presente en casi todos los temas del LP, y con un ritmo electrónico tan marcado que parece va a explotar en cualquier momento a un ritmo más rock. Hombre de acción acelera el ritmo con sintetizador y bajo que nos llevan a un estribillo más cercano a lo que el aragonés errante nos tiene acostumbrados. Deseos de usar y tirar de nuevo pisa el freno dejándonos un bolero electrónico más centrados en la letra que en la composición musical que nos acuna en un ambiente poético. Mis posibilidades (Interstellar) nos recuerda al aire espacial de su Lady Blue y con una clara declaración de intenciones “aunque me vaya siempre vuelvo, y mi consejo es dejar la luz encendida”. Las palabras, una crítica a la palabrería excesiva de este periodo, se inicia con un drum´n´bass que conecta con un saxo que también va a caracterizar a Arte de vanguardia y a Mariachi sin cabeza, esta última con un toque más latino que las anteriores pero que nos recuerda claramente a Depeche Mode. Como un millón de dólares se sirve de una base con un toque funk para criticar una sociedad de redes sociales, alcohol, fama, dinero … claramente definida en su estribillo más melódico. Indeciso o no nos sirve de transición, con su toque americano y una guitarra de las más marcadas del disco, al broche final. Los términos de mi rendición balada intimista remarcada por un coro que hace de sus frases sentencias jugando con la ambigüedad de luchar o rendirse. Posible es uno de los discos más completos y complejos de Enrique Bunbury, con algunas de las mejores letras del zaragozano, pero también con composiciones musicales oscuras e intimistas que no todos sabrán valorar. Es Bunbury, tan querido, tan odiado.
Santi Hernández
Aunque éste sea el álbum de debut de estos británicos de Brighton, ellos no son unos pipiolos recién llegados al mundo musical. Jetstream Pony cuenta entre sus filas con notables miembros de bandas míticas de las islas: Trembling Blue Stars y The Wedding Present. No cabe duda de que son dos grupos con sonidos diferentes. Los primeros desarrollaron canciones atmosféricas a medio tempo cercanas al dream pop durante la primera década de los “dosmiles”. Los segundos destacaron más tiempo con ese trepidante rasgar de guitarra tan característico y la voz inconfundible de David Gedge. (No dejéis de escuchar el George Best de la banda – está entre mis favoritos). El experimento ha dado con algo entre medias. Ni tan lánguido como los Trembling ni tan agitado como los Wedding. Ritmos de batería muy presentes con guitarras envolventes. Un poco de cada casa. El tema de apertura “It’s fine” es la carta de presentación a una propuesta que se enmaraña con canciones como “I close my eyes” y “I’m ready to let you go”; un sonido mucho más shoegaze que recuerdan al de Pale Saints. Y para no resultar cansinos (que el shoegaze sin medida lo es) “Half an idea” es el ejemplo de una canción más guitarrera de otras tantas del disco sin salirse del espectro definido previamente. Los casi cuarenta minutos que dura el disco pueden hacerse monótonos en algún momento. No hay nada impredecible en ninguna canción que sorprenda, pero tampoco es algo malo. Por el contrario, hay melodías y coros de bella factura que hace de este “Jetstream Pony” un disco recomendable para darle un buen par de escuchas entre gazpacho y gazpacho.
Fernando Tello
Los mutantes se dieron diez razones para poder continuar. Se ofrecieron la posibilidad de intentarlo, otra vez, después de dejarse las cosas claras. Algo importante para poder hacer y crear música, como siempre lo habían hecho. “Diez” (Ernie Records, 2017) inició un cambio en la banda, que la hizo volver a la vida. Ahora recogen lo sembrado y nos abren su alma para que podamos adentrarnos en sus nuevas canciones. Las cinco ventanas mutantes no son para que ellos vean a través del cristal el mundo que pasa a su alrededor, sino que están abiertas a que su entorno pueda ver lo que son y cómo lo son. Cinco ventanas, cada una de un productor y con dos temas cada una. Todo, a través de un cristal, viajando por la “Vega” con Ángel Luján. Visitando el “Puerto” junto a Raúl Pérez y por la “Ciudad” con Carlangas y Anxo Ferreira. Nos dejarán adentrarnos en el “Bosque” con Christina Rosenvinge, para desde allí poder mirar las “Estrellas” con Noni López y Javier Doria de Lori Meyers. Sonido Mutante reorientado, con aires electrónicos, mucho más bailable, pero con la misma esencia que siempre a gustado en los Niños Mutantes, como “Palabras de Julio” o “Un tiro en el pie”, con el sello inimitable. Carlangas ha sabido darle su aire y así nace “Todo tiene un precio”, con la que no podrás parar de bailar. Y las canciones de autor de Rosenvinge “La ausente” y “No una mas”, preciosas en estructura y además con la voz de ella, simplemente maravillosas. Un disco completo, en un pasito más Mutante, que ahora debe completarse en lo que mejor sabe hacer, el directo, algo donde emocionan y enamoran a partes iguales entre un público que ya es muy fiel al sonido de los granadinos.
Fernando Tello
El Verbo Odiado es aire fresco desde la montaña. Los de Huesca publican su segundo trabajo para bajar los pies a la tierra y empezar a decidir sobre lo que quieren ser y cómo lo quieren ser. Fabrican un disco sólido, contundente, con partes, con diferenciación, con cambios y con una base que les acerca con las yemas de los dedos a ser algo más. Ya salen en los medios. El Verbo Odiado se comporta como una banda final. Con los parecidos irremediables a esos sonidos que transportan a otras formaciones pero con una crudeza total. Son canciones sin trucos, reales y que suenan luminosas. Ricardo Lezón vuelve a mezclar su magia en “Trucos de Memento”, una preciosa canción que se vuelve excepcional en manos del de McEnroe. Quizás se puede pensar que es más de lo mismo, pero no creo que El Verbo Odiado esté aquí para pasar inadvertido. Están para quedarse y para poder darnos píldoras de caviar musical cada cierto tiempo. Todo a su debido tiempo, ahora toca escuchar en directo y disfrutar de “Nada que celebrar”, en salas, por supuesto.
@pakitoserrano
Hace unos meses se publicaba el primer largo de los andaluces Vera Fauna, un “Dudas y Flores” que se ha convertido en uno de mis discos favoritos del año y que, sin duda, nos va a acompañar durante muchas horas este verano. Este disco debut brillante y descarado asalta la frontera entre psicodelia y pop lo-fi garajero, todo aderezado con un toque andaluz en letras y adornos musicales que le sienta fenomenal. Un disco fresco que huele a mar, a verano, a libertad, como un oasis en el que refugiarte del calor en mitad de una gran playa desierta. La característica voz de Kike Suárez se alía con guitarras retorcidas, coros y estribillos pegadizos y la poesía urbanita (incluso reivindicativa, al más puro estilo Pony Bravo o Califato ¾) de sus letras, que nos hablan de esa Sevilla que aman y odian, de escenas costumbristas vividas por sus componentes en una especia de autobiografía con claros y oscuros, dudas y flores. Estos cuatro colegas se atreven incluso a mejorar la mítica canción “Me pongo colorada” de las no menos míticas Papá Levante, con una versión muy respetuosa cercana al beach pop con toques psicodélicos que encaja perfectamente en el espíritu del disco. La excelente y gráfica portada del LP es de la artista sevillana María Medem.
Santi Hernández
Desde su disco de 2017 “In Mind” este conjunto musical de New Jersey comenzó un proceso evolutivo en el que han ido añadiendo nuevas ideas y sonidos. The Main Thing es el quinto álbum. Comienza el disco con “Friday” dejando claro cuáles son las armas para “The Main Thing”. El colchón del teclado al que se apunta un bajo hipnótico de sencilla y bella factura. La guitarra limpia que apunta la melodía de voz que acude a rellenar su hueco. Los cinco minutos de canción dejan hueco a coros y demás arreglos para que vayan encajando elegantemente. Un prometedor comienzo y un sublime sucesor con “Paper Cup”. En este tema Martin Courtney (líder de la banda) se deja acompañar de Amelia Meath, cantante de Sylvan’s Esso. A la mitad del disco “Also a But” propone una ensoñadora atmósfera que culmina una supuesta cara A. La octava canción, que da título al disco, despierta del letargo del anterior tema. Repasando todos los estados de ánimos imaginables asociados a un grupo de esta categoría, Real Estate vuelven a la palestra con trece temas de excelente y cuidadosa producción. Cuidado que puede hacerse bola en las primeras escuchas. Me pasó con “In Mind” y acabó por convertirse en uno de mis favoritos.
@pakitoserrano
Rojo 5 ha vuelto al rescate, al igual que Luke Skywalker cuando se unió al Grupo Massassi poco antes de la Batalla de Yavin para luchar contra el Imperio, los toledanos llegan con su primer largo para salvarnos del tedio que supone un confinamiento forzado de varias semanas en la lucha contra el virus de la corona. Concebido como un disco conceptual, sus canciones toman nombres de “bestias” que en otra época pudieran ser mitológicas, pero que según se desprende de las letras, se corresponden con seres que alguna vez han formado parte de nuestras vidas, personajes en los que nos podríamos vernos encarnados al revisar nuestros recuerdos o sensaciones, sentimientos con los que podemos relacionarlas. Desde el ánimo (auto) crítico y con la vista puesta en remover conciencias, la carga lírica de este trabajo roza cotas excepcionales. En una industria musical española en lo que lo fácil es cantar en inglés sin importar el mensaje, las rimas y su correspondencia con las bases musicales, el trío se ha dejado la piel en el estudio para entregar todo un manual de crítica social adornado de finas metáforas, guitarras desbocadas, bajos perfilados y tremendos tombs de batería. Pero lo que hace más potente el disco es la forma en la que los Rojo 5 han pulido su sonido hasta conseguir sonar de forma única, sonar a Rojo 5. Sonido rock con toques stoner, hardcore, alta carga melódica y contundente potencia instrumental para reforzar el concepto del disco. Un trabajo redondo en el que todo encaja y con el que consiguen que su mensaje llegue hasta la médula. Para la compleción del Bestiario han contado con la colaboración de dos bestias vocales, Kantz (cantante de De La Cuna a La Tumba, Temple o De Lobos) en “El Protegido” y Edu (Ella La Rabia) en “El Inmortal”. Grabado y mezclado en Westline studios por Juan Blas con la ayuda de Pablo Ponz Pelufo. Masterizado en Ultramarinos Costa Brava por Víctor García. El brutal arte del disco ha corrido a cargo de The Braves Church.
Ángel Muñoz e Irene Aybar
Algo más de un año ha pasado desde que La Raíz diese su último concierto, dando paso a un parón indefinido, y dejando un sentimiento de vacío y desconsuelo entre los suyos. Tras un periodo de reflexión y estudio, poco a poco salían a la luz los nuevos proyectos de los exintegrantes de la joven banda y no ha sido hasta este mes de Febrero cuando, Pablo Sánchez, compositor y voz principal, daba a conocer su nuevo trabajo bajo el título de “Donde Nace el Infarto” y firmado por Ciudad Jara. Los tres singles que publicaba antes de la presentación del disco ya presentaban toda una declaración de intenciones, evidenciando que Ciudad Jara no es La Raíz. En “La canción del pensador”, canción que abandera el conjunto del disco, nos encontramos ante un Pablo mucho más íntimo y expuesto a nivel personal, donde la guitarra, el piano y los violines se convierten en seña de identidad de un estilo que el mismo define como “Una mezcla de estilos que musican mi poesía más íntima”; mientras que en “Bailé”, “canta desde la derrota y no abanderando una esperanza desenfrenada”. Sin embargo, esa “esencia” reivindicativa que tanto representaba su exgrupo sigue latente en este nuevo trabajo y se convierte en el eje central en torno al que giran “El último pasillo”, “Siglos de Golpes” o “Líderes”, este último tema, con ciertas dosis de sátira. El piano y los violines de Nyeleti y Xiluva vuelven a hacer acto de presencia en “Las nanas de Jara” acompañando a la maravillosa voz de una Rozalén que junto a Pablo crean una canción hecha para los sentidos. En el disco, se entremezclan sonidos más íntimos, relajados y menos agresivos; con ecos pop y en ocasiones un rock de lo más clásico, dando lugar a un proyecto que goza de personalidad propia y que representa la libertad creativa de la que su autor se ha permitido, plasmando en sus 12 canciones miles de formas y estilos, contando historias, narrando sentimientos. En definitiva, un proyecto completo y de gran calidad musical; fruto de la paciencia, el trabajo y el cuidado. Los cimientos de una propuesta que ya los ha llevado a un Sold Out en menos de 24 horas en la madrileña sala Joy Eslava y a confirmar asistencia en alguno de los festivales más importantes del país como el Sonorama y el Vintoro. Ya conocemos su propuesta sobre el papel, pero ¿con qué nos sorprenderán sobre el escenario, cuando las luces se enciendan por primera vez?
Santi Hernández
Sexto álbum del trío británico que hizo (y sigue haciéndolo) las delicias de las radio-fórmulas del principio de los “dosmiles” cuando presentaban las canciones como “el grupo inglés que no tiene guitarras”. Ahora, con el comienzo de década y tras siete años de descanso se ha publicado “Cause and Effect”. El título del disco tiene todo su sentido sabiendo que comprende las probables conclusiones después del obligado descanso vital de los miembros de la banda para resolver sus adicciones por un lado y varapalos sentimentales por otro. No hay mal que por bien no venga y cúanto arte ha nacido desde la angustia desde siempre. Así, Rice-Oxley ha escrito sus redentoras canciones y Chaplin las ha interpretado con su particular (y justificado) lamento vocal. Explicado el asunto y desde la lejanía y comprensión de sus asuntos personales, uno se pregunta si era necesario que Keane volvieran a sacar un disco una vez escuchada su propuesta. Básicamente, se han deshecho de la chispa efervescente de sus temas para proponer un sonido que aporta poco al panorama musical y que, para colmo de males, es aburrido. Hay cientos de bandas en todo el mundo que mejoran el sonido y concepto musical. Como esos últimos discos de bandas del BritPop que acabaron reinventándose con sonidos que ni ellos mismos se creían. Eso sí, si el retorno es para volver a ver la banda sobre los escenarios y hacer vibrar al público con clásicos inmortales, entonces pueden contar conmigo en la sala. Aún recuerdo el concierto de Madrid en el Summercase como algo realmente especial.
Santi Hernández
Después del magnífico debut de 2018 de Ari Roar con Calm Down con canciones que apenas rebasaban el par de minutos, el artista estadounidense ha sacado un nuevo disco este año. Este trabajo mantiene perfectamente vivo el espíritu lo-fi del debut aunque, en esta ocasión, las canciones están más elaboradas y la instantaneidad del anterior álbum no es tan evidente por lo tanto las canciones no son tan efectivas y directas. Entiendo que este artista tiene muchas excelentes melodías por desarrollar según vaya creciendo. De momento, nos deja este más que correcto sucesor de Calm Down. Habrá que estar atento a siguientes entregas.
Ángel Muñoz
Hablar de Sen-K, Julio Maloa, Adri Faus, Xavi Banyuls y Edu Soldevilla, te lleva indudablemente y de manera errónea a pensar en La Raíz, y no es para menos, pues el calaje que tuvo el grupo valenciano entre sus seguidores fue rotundo, llegando a llenar el Palacio de Vistalegre de Madrid hasta sus cimientos. El vacío que dejó en estos tras el anuncio de su separación solo competía con el deseo de volverles a ver juntos sobre el escenario, pero no será por ahora, pues la familia ya mencionada ha decidido recorrer su propio camino depositando todo su esfuerzo y todas sus ganas en este nuevo proyecto que nada tiene que ver con La Raíz. Quizás este sea el segundo error e incluso que se podría catalogar como falta de respeto, pues, aunque la comparación entre ambas bandas es casi inevitable, la valla que las separa es de muros robustos y firmes. Esto puede llevar al entusiasmo, a la incertidumbre, a la sorpresa e incluso a la decepción. Desde mi punto de vista, este último apelativo sobra pues el álbum en torno al que se ciernen los cinco integrantes representa un trabajo redondo, que denota entusiasmo, trabajo y calidad musical. En los 12 temas que componen este nuevo proyecto, redescubren sonidos y estilos musicales protagonizados por la guitarra, el bajo, el trombón y el beats. Desde “Rua Na Selva” single principal en el que dejan claro que nada tienen que ver con lo que eran, jugando con la electrónica, componiendo de manera inteligente y eficaz; hasta ritmos de carácter más “trompeteros” como “Aquelas Noites”, y bailables “Lluvia de Abril” o “Cuentan”. No abandonan el carácter reivindicativo político social, aunque dando mayor importancia a la composición musical. Aún así se convierte en el carácter principal de “Mundo enfermo”, ”Balas de cristal”, “Nadie” y “Mi Jaula”. En definitiva, un disco redondo, difícil de catalogar y clasificar en cierto género musical, primando la composición, los a cordes y los juegos de sonidos, siempre dirigido hacia la crítica social destinada a “agitar conciencias y llamar a la acción”.
Andrea Torán
“Basado en hechos reales” es el cuarto disco de estudio de Raúl Gutiérrez (conocido como Rulo) junto a la Contrabanda. Cada vez más asentado en un estilo más tranquilo pop-rock que el rock urbano al que nos tenía acostumbrados, con letras muy personales y cargadas de vivencias, Rulo ha presentado este nuevo álbum con diez canciones. Es el primero de ellos que graba fuera de España, en el estudio de Thom Russo en Los Ángeles, y lo notamos en una gran producción musical, los sonidos cálidos de las guitarras acústicas, piano, losiano, los instrumentos de cuerda en la canción de "Polaroid" o la limpieza de la voz. Con cerca de 25 años sobre los escenarios, son muchas las comparaciones que se siguen haciendo con aquel Rulo de La Fuga, con sus clásicos de siempre; pero es que ahora con la Contrabanda ha llegado un Rulo más nostálgico y melancólico, un Rulo más personal, donde habla mucho de sus experiencias, del amor y desamor (como “The End” o “Todavía", haciendo alusión al trabajo que hay que poner para esas relaciones largas de pareja) o la nostalgia del pasado (con recuerdos en “Verano del 95”, su primer single donde en el propio videoclip ya vemos imágenes del pasado de Rulo). En conclusión, letras intensas, profundas y emotivas sobre una musicalidad bien tratada, que acompaña mucho al significado de cada canción, y que en la mayoría nos recuerda mucho a la estética de Rulo de sus últimos trabajos, son la clave de este nuevo trabajo, que a partir de febrero de 2020 lo traerá por la mayoría de los escenarios nacionales. Es un disco para escuchar desde la tranquilidad, para reflexionar, para disfrutar.
@pakitoserrano
Sin duda este Cuatro Estaciones es una de las más gratas sorpresas musicales del año. Un disco conceptual formado por cuatro partes bien diferenciadas que fueron encapsuladas y previamente publicadas en formato EP, nombrados según la estación anual en la que han sido lanzados. Con esta estrategia, según ellos mismos nos confirman en nuestra reciente entrevista, han podido abordar económicamente las publicaciones y cubrir la vorágine de consumo inmediato de nueva música a la que nos aboca la feroz industria musical. Además, y gracias al trabajo bien hecho de su departamento de marketing y al poder hipnótico de su música consiguieron crear expectación y mantener la atención de un creciente grupo de seguidores. Cuatro Estaciones es electropop sibarita llegado desde Galicia. Electrónica con mucha clase construida sobre las bases de la magnífica coherencia del binomio letra/melodía y de la independencia más absoluta, libertad lograda tras romper con su anterior discográfica empeñar sus instrumentos y lanzar un exitoso crowdfunding, que les permite componer sin ataduras. Grabado íntegramente fuera del estudio con la intención de darle una ambientación distinta a cada EP y capturar sus sensaciones, Tarci Ávila y Nacho Dafonte llegaron a registrar su música en un refugio de montaña, una embarcación en las Rias Baixas o una casa rural en el medio del bosque. Un esfuerzo considerable que amplifica la calidad de las canciones. El resultado es un conjunto de grandes canciones unidas de forma exquisita e inteligente por este hilo conceptual de las cuatro estaciones, un álbum que nos permitirá bailar hasta la saciedad en sus directos o paladear sus melodías y multitud arreglos en la comodidad de nuestra casa.
@pakitoserrano
Crecer. Es lo único que ha hecho Muntz en su pequeña vida como grupo desde que se formara en Alcázar de San Juan en 2015. Tras facturar un par de EPs producidos por Juan Blas y Santi García, dos de los grandes productores del rock estatal, con los que dieron forma a su sonido post-rock y con los que se hicieron un nombre en el panorama alternativo, este mes de octubre han publicado “Altero” su primer largo. Compuesto por ocho canciones, en este disco los manchegos mantienen la fuerza y contundencia de sus entregas anteriores, seña de identidad de la banda, de la que hacen gala en sus tremendos directos. Altero además, posee un ambiente menos opresivo (que lo hace más accesible) y un sonido más compacto y claro, derivado de su mayor experiencia sobre las tablas y su mayor compenetración musical, su crecimiento como banda en otras palabras. Para su estreno en largo formato los de Álcazar han decido cambiar el inglés por el idioma de Cervantes, algo que les permite demostrar sus estupendas dotes compositivas y trasmitir mucho más al oyente. Grabado en Organic Audio Estudio (Cuenca) y producido por Iñaki Martínez entre los meses de enero y octubre de 2019. El álbum cuenta con la colaboración de Noflat Javi y Sonia García de Fizzy Soup en "Aún Amanece" y de Antonio Miñán Ortega en "I". El artwork del disco corre a cargo de Francisco Larubia.
Manuel León
Los madrileños SAVVA, grupo de rock especial donde los haya, pasa de no tener nada en Spotify, youtube, bandcamp, souncloud… en 3 años, a lanzar un disco autoproducido de 8 temas. Estos años le decía a la gente “Oye, este jueves en la costello hay concierto de Savva, ¿Te vienes?” y cuando me pedían algo para saber de qué rollo era la música, me las tenía que ver y desear para explicarlo. “Son rock británico de los 90, con más lsd, del que Pete Doherty podría soportar, con una mezcla Trash-Trap australiano” Como es lógico, tras semejante descripción acababa yendo solo, aunque emborracharse solo nunca es mal plan. El disco en verdad es una joya y merece ser escuchado en casa (Puede que con persianas bajadas y comiendo algún bocadillo). Tiene temas como “The Tragedy”, el cual es un viaje en sí mismo y a partir del 1:44, te van a entrar ganas de hacer un pogo con la gente del metro (Lo digo por experiencia propia ayer entre Manuel Becerra y Diego de León); “Granada” una oda decadente a una ciudad que a lo mejor no vive ahora sus mejores años y “Keep on Searchin” sin duda mi tema favorito de la banda (Sin contar “Alaska”, canción que solo podrás disfrutar en directo, y créeme que merece la pena vivirlo); del cual, los primeros King Gizzard And The Lizard Wizard estarían orgullosos. Sin duda Savva es el grupo emergente de rock madrileño que más merece la pena ver en directo y este disco me sirve para convencer a más de uno para que me acompañe a su próximo concierto.
Santi Hernández
Creo que ya ha va quedando claro que los bostonianos han venido para quedarse con otro, el tercero, disco de estudio que presentaron este año a mediados de septiembre. Atrás quedó la tormentosa y celebrada reunión del cuarteto original con la que probablemente amasaran una buena cantidad de “dollars”. Para los que los conocimos en cintas de casete de hierro y cromo, fue magnifico ver que los míticos himnos de los Pixies resucitaban en directo, daba igual si la nueva propuesta aburría al personal. Ahora la cosa va de afianzar algo nuevo. Han encontrado ya a la substituta de Kim Deal que parece vaya a durar algún tiempo, entonces es cuando pueden empezar a sonar suenan unos nuevos Pixies. Unos que son reconocibles por la voz del antes siempre gritón Black Francis y los inconfundibles e caóticos solos de Santiago. A decir verdad, poco queda de esa era aunque algún tema deja gusto a “Surfer Rosa” y los más melódicos a “Bossanova”. Ahora Francis parece que deja los gritos para cuando en directo tenga que revisitar “Debaser”. Joey le ha conseguido dar una vuelta a su sonido de guitarra y hacer algo diferente sin dejar de ser inconfundible y auténtico. En esta ocasión los Pixies con Beneath The Eyrie empiezan a proyectar su propia sombra tras caminar durante dos discos bajo el cobijo de la larguísima sombra de otros discos míticos que dejaron himnos generacionales para la posteridad. Parece que se justifica la vuelta a los escenarios y consiguen desquitarse del polémico (y comprensible) “in it for the money!”.
Marta Pérez
No ha pasado mucho tiempo desde su tercer álbum y Jenny and The Mexicats han vuelto para sorprendernos con su cuarto disco de estudio, Fiesta Ancestral, en el que siguen fieles a su original estilo, influenciado por sonidos latinos, y mezclando jazz, folk, flamenco y reggae con el toque personal e inconfundible con el que Jenny impregna cada una de sus canciones. Tras escuchar por primera vez el álbum, queda claro que su objetivo sigue siendo el mismo: transmitir buen rollo y que el público siga disfrutando y bailando. Y, una vez más, lo han conseguido. Aun así, encuentran también espacio entre los diez temas que componen el disco para hablar de amor, desamor, anhelos y sentimientos encontrados, como en El sonido de tu voz, Ancestral, Thinkers and misfits, La cumbia del vino, Correr y La oportunidad, que sigue con la temática amorosa, con un ritmo más sosegado, pero igual de pegadizo. En este álbum también hay versiones como Si una vez, una interesante adaptación del tema de la mexicana Selena Quintanilla, que cierra el disco, y que ya presentaron con el videoclip que vio la luz allá por mayo. Especial mención merecen también las dos colaboraciones con las que Jenny and The Mexicats nos sorprenden gratamente. Una de ellas, El telón, la comparten con una de las mejores bandas españolas del momento, Vetusta Morla. Este tema fue presentado en mayo y su videoclip cuenta con más de 445.000 visualizaciones en Youtube. La segunda colaboración es Bailando con las farolas, tema cantado con El Kanka que nos sorprende y nos encanta por la mezcla que suponen la actitud descarada a la que nos tiene acostumbrados aderezada con momentos poéticos y cierta desvergüenza a la hora de decir adiós a aquellos a quienes dejamos de querer tras dejarnos la piel y la sobriedad en el intento de amar. Y es que se trata de un disco festivo, con ritmo, fresco, atrevido, y con toques emotivos, que nos hará disfrutar y bailar cuando lo escuchemos en directo.
@pakitoserrano
Medalla es el nombre elegido para el segundo trabajo de los barceloneses de mismo nombre, publicado dos años exactos después de su debut, aquel “Emblema y Poder” (El Segell, 2017) que tantas veces sonó en nuestro tocadiscos. En este nuevo LP la esencia de Medalla se mantiene, rock épico de clara influencia heavy metal repleto de riffs y breaks, si bien, ésta no queda intacta debido a un giro estilístico hacia el pop que inunda por completo el disco. En esa búsqueda por crear un estilo propio Medalla cambia sus dinámicas para entregarnos un disco más sosegado e íntimo en términos generales, pero repleto de crudeza, oscuridad y carácter crítico. Sus letras se vuelven reivindicativas y directas, más venenosas (“Devoto Cardenal”, “El Tajo” o “Lengua Afilada”) características que debemos reconocer que mezclan muy bien con las de inspiración medieval (“Cuello Isabelino”, “Ritual Arcano”, “Heráldica Antigua,…), imaginario éste que forma parte de la marca Medalla e impregna todo el contenido del álbum incluyendo, ahora sí, su portada, en la que se puede disfrutar de un fabuloso y tétrico aquelarre, obra de Lidia Arruego. Doce canciones (diez completas, si descontamos los cortos interludios instrumentales) con un sonido impetuoso y efectivo, mucho más definido, lleno de nuevos matices eléctricos, sobre todo sintetizadores, que se unen a la trompeta que ya oímos en su primer LP, al violoncello y hasta a una ¡motosierra! para agrandan el espectro sonoro de los Medalla y garantizar conciertos mucho más completos. La producción vuelve a correr a cargo de Sergio Pérez (SVPER). El disco ha sido grabado en Estudio Maik Maier de Barcelona.
@pakitoserrano
Ocho nuevas canciones forman “Caldero”, el cuarto trabajo de Los Espíritus, publicado dos años después del celebrado “Agua Ardiente” (Autoproducido, 2017). En este “Caldero” los ingredientes principales son los mismos de la receta original con la que la banda argentina ha conseguido fama internacional, rock psicodélico con aire arrabalero, empapado con blues e influencias latinas; pero esta vez la materia prima es de mucha mayor calidad pues han tenido más y mejores medios para su cocción. Producido, grabado y mezclado por la banda en Estudio Plasma de Buenos Aires, cuenta además con una preproducción que arrancó en estudios de distintas ciudades del mundo (Berlín, Madrid, La Habana, Bogotá) donde comenzó a gestarse este plato durante su última gira de 2018. El álbum cuenta con la participación del guitarrista tuareg, Bombino, en el tema “El árbol de los venenos”, así como las colaboraciones del percusionista colombiano, Mario Kaona, en “Destino”, y del músico callejero de La Habana, René Díaz Blanco, que pone su voz en “Plegarias”. En búsqueda de nuevas melodías con las que ampliar su sonido característico e influenciados por las experiencias recopiladas en su última gira, los bonaerenses amplían los matices de sus riffs y exploran ritmos de percusión más penetrantes e hipnóticos, incluso los estribillos reducen su importancia en beneficio de un mayor desarrollo de las composiciones instrumentales. Letras directas y profundas, rabiosas, actuales pero simbólicas completan el menú propuesto por Los Espíritus para su último trabajo. Un disco que mantiene esa conexión única que el grupo mantiene con lo espiritual que lo convierte en una medicina tribal, una especie de ayahuasca, para tomar en grandes dosis, con la que evadirnos sumergidos en un delicioso trance musical.
@pakitoserrano
Los norirlandeses Two Door Cinema Club están de vuelta tras tres años de silencio con “False Alarm”, un cuarto álbum totalmente concebido romper con su pasado. En este nuevo disco los sintetizadores se adueñan por completo de melodías y bases haciendo que la balanza de aquella mezcla de guitarras y electrónica que les lanzó al estrellato se decante definitivamente por su lado más mecánico, electro-pop, abandonando por completo aquellas referencias indie-rock o post-punk de su primer y celebrado álbum “Tourist History” (Kitsuné, 2010). Este viraje, llevado a cabo como contraparte a una evolución sonora que no terminaba de llegar a ningún lado (¿alguien recuerda un solo tema de su tercer disco?), supone un esfuerzo de la banda por desvincularse por completo de la alargada sombra de su debut y aunque no es un disco brillante por su falta de frescura y de canciones más potentes, sí que llega a sorprender en algunos tramos como en “Once”, “Talk”, “Satisfaction Guaranteed”, junto al grupo de Zimbabue Mokoomba, “Nice To See You” con colaboración del rapero Open Mike Eagle o la depeche-modiana “Dirty Air”, para mí el mejor tema del disco.
Santi Hernández
Y por fin llegó el esperado álbum negro de Weezer. Después del respetable disco de versiones con el que confundieron a propios y extraños, por fin publicaron el álbum negro. Negro, pero que muy negro. La portada es tan negra como el memorable disco de Metallica en el que apenas se veía el nombre de la banda y la serpiente enroscada. En ese “negror” que proponen Weezer, ellos han tirado por darle brillo a las figuras de tal modo que se vea que hay alguien ahí. Podrían pasar por los hijos de Batman (apunte friki) para la siguiente saga de superhéroes si no fuera porque el nombre de la banda se deja ver por encima de ellos. Con esta presentación tan tenebrosa podríamos esperar un disco guitarrero, oscuro, de hipnóticos ritmos de bajo al que se le van añadiendo capas de guitarras, distorsiones o dobles voces. Negativo. “Hasta luego, hasta luego, hasta luego… adiós” comienza Rivers Cuomo a cantarle a cualquier idea previa que hayas hecho. Así, comienza a sonar “Can’t knock the hustle”, con ritmo bailongo y desenfadado que recuerdan a esa locura frenética de Primal Scream. El jarro de agua fría cae con el ya nombrado “hasta luego”. He escuchado varias veces el disco y no ha habido vez que no me haya imaginado a Ricky Martin en un plató de televisión, rodeado de una coral de bailarinas danzando el estribillo perfectamente coordinadas con la sonrisa de Ricky Martin y su dentrífica sonrisa. En una entrevista a Mr. Cuomo reconoció que ha dejado de lado la guitarra y usado más el piano y otros instrumentos para componer. Dice que ha dejado hueco para que otros instrumentos y experimentos resuenen y desarrollen su propia sonoridad, antes eclipsado por guitarras. “Zombie bastards” no desentonaría en ninguna piscina municipal este verano ni en ningún tutorial de cómo aprender a tocar el ukelele. De esas canciones que hacen bailar al personal y todo parece mejor, más agradable. Y no es la única. Otras añaden pegadizos estribillos para que la audiencia canturree. “High as a Kite” confirma que lo que ha pasado hasta ahora no iba en broma. Y es entonces cuando el disco cobra su valor real. Este es un disco original de Weezer. Hay que reconocer que, con sus altibajos, la propuesta de Weezer es más que decente. Cuanto antes aceptes las normas del juego que plantean Weezer para este “Black album”, antes disfrutarás del disco y la frescura creativa de la banda. Veamos con qué sorprenden en la siguiente vuelta.
Ciudadano Suárez
Su más que interesante debut con “Stoke The Fire” (Autoeditado, 2017) levantó una expectación que les permitió prodigarse por multitud de escenarios de la península e incluso fuera de ella. A cada paso que han dado ese interés ha ido mutando en el convencimiento de quienes se han acercado a ellos, sumando adeptos con la misma voracidad que han envuelto en llamas allá donde han pisado. Especialmente desde el espaldarazo que recibieron al alzarse con la batalla de bandas del BluesCazorla Festival. En este 2019 The Niftys han vuelto a la carga con Sweet Bloody Trip buscando asestar un golpe duro y directo al pecho de la escena y reafirmarse definitivamente como una de las apuestas más seductoras del panorama estatal. Lo tienen todo para hacerlo. Una demoledora sección rítmica que funciona como una atronadora tormenta seca. Seis cuerdas afiladas como las uñas de una garra que podría partir el mundo en dos. Y la portentosa voz de su vocalista Anita. Y actitud. Toneladas de actitud veraz. De la que tanto escasea. De la nada vacua. De esa que supura quien tiene el convencimiento de que va a hacerte caer en sus brazos. Quien nada más saltar al escenario hace que no puedas creer su estilo y hasta le perdones que no madrugue los domingos ni visite a su abuelita. Puede ser que naciesen solamente con un ligero foco alumbrando su cara, pero tienen la luz en su interior. Han soñado, han creído y han creado algo real. Como quien consigue convertir en oro una roca a base de proyectar talento y trabajo sobre ella. Y cuyo resplandor, a día de hoy, es capaz de perpetuarse en tu cara tras la quemadura de su enérgico directo, dejándotela como la de un guiri poco precavido tras presenciar la ignición de un cohete rojo en Cabo Cañaveral. Así, no es de extrañar que haya habido medios que se hayan atrevido a afirmar que Chuck Berry vive en Albacete. Más allá de las etiquetas de rock and roll, rockabilly, garage o stoner entre las que navegan con asombrosa naturalidad, su elegante contundencia te doblegará. Sweet Bloody Trip es un viaje de los que se hacen desde el interior de uno mismo y se proyectan hacia fuera. De esos que los facultativos deberían prescribir recurrentemente y te permiten disfrutar como lo hace aquel que sabe paladear su preciosa soledad. Todo ello en poco más de media hora y consiguiendo que sucumbas, sin la necesidad de meterse entre pecho y guitarra la ingente cantidad de kilómetros que ellos han recorrido, y no vuelvas a ser el mismo. Tras esa travesía, tan dulce como sangrienta, seguramente serás capaz de volver a tu casa silbando placenteramente los temazos que son “Save Me”, “Raise The Voice” o “Deal With It” sin haberte movido de allí. Eso sí, con la ropa hecha jirones mientras los demás se preguntan a qué se debe esa sonrisa que se dibuja en tu rostro. Creerán que es sardónica pero pertenecerás a la escogida estirpe de los que han transitado por la auténtica verdad.
Ciudadano Suárez
Para muchos de los que pertenecemos a la generación Millenial, aunque sea a la rebaba, la imagen que guardamos de Prince Rogers Nelson es la del arquetipo de estrella excéntrica. Habrá quienes sean capaces de recordar “Purple Rain”, “Kiss” o hasta que existió un “1999” anterior a que Love of Lesbian llegasen hasta abril. Los más avezados quizá guarden detalles más superfluos como su constante juego andrógino o, incluso, que dejó de tener un nombre y pasó a identificarse por un símbolo, haciendo que cuando algún miembro del vulgo sentía la imperiosa necesidad de referirse a él, tuviese que hacerlo como “El Artista Anteriormente Conocido Como Prince”. Más allá de todo eso habitaba una voz privilegiada, capaz de navegar desde el “Noon Rendezvous” de Sheila E. al “You Are My Love” de Kenny Rogers. A ella hay que sumar una enfermiza capacidad de trabajo y su talento multiinstrumental, dando como resultado una colosal estrella con fulgor purpúreo capaz de facturar éxitos con la misma facilidad que aventuras y desventuras sentimentales. Algunas de ellas tienen mucho que ver con este “Originals”, una colección con algunas de sus maquetas, grabadas por él mismo en la década comprendida entre 1981 y 1991, y que aguardaban en The Vault. Trabajos, que por unos motivos u otros, acabaron cedidos a otros artistas y, algunos de los cuales, tras pasar por el filtro propio de cada uno de ellos, terminaron convertidos en auténticos himnos. Aunque firmados por pseudónimos como Joey Coco o Cristopher Tracy, detrás de ellos se escondía la figura de Prince. Sea cual sea la posición de partida ante este disco, Baby Boomer, Millenial, Generación X o Z, uno podrá bien descubrir, o bien redescubrir, a “El Príncipe del Funk” que además de reinar con sus éxitos propios en los 80 fue capaz de generar desde el “Manic Monday” popularizado por The Bangles hasta el indispensable “Nothing Compares 2 U” que arrasó de la mano de Sinead O’Connor. También tuvo tiempo para coquetear con el rap más Old School en “Holly Rock”. Todo el álbum, ya sea vehiculado a través de baladas, techno o funk, como no podría ser de otra forma, está cubierto por la pátina de la sensualidad y sexualidad que él mismo había previsto para Vanity 6 o Apollonia 6 y que queda más que patente en “Sex Shooter” y el delicioso “Make-Up”. El “Genio de Minneápolis” son palabras mayores, queridos.
Ángel Valtueña
Allá por 2017 se reunían dos barceloneses, Jordi Montero y Joanra Planell y arrancaba este proyecto sin ninguna pretensión, algo que cambiara después de grabar sus tres primeros temas, producidos por Miguel de Maga, y que llegaran a manos de Carlos Galán que les abrirá las puertas de Subterfuge. Ahí entran en juego dos madrileños, Javi Castellano y Juanma Padilla, para completar guitarras y batería y formar el póker de jotas que se convierte en mano ganadora grabando ocho temas más, esta vez con Danny Richter como productor, completando su primer álbum “La estupidez”. Siete70 responden al concepto de “supergrupo” y es que en el curriculum de sus integrantes encontramos a algunos de los grupos más importantes de la escena independiente española en las últimas décadas: Love Of Lesbian, La Bien Querida, Maga, Layabouts, Soleá Morente, Ellos, Lázaro, Underwater, Helena Goch,… El sonido que vamos a encontrar en este primer elepé podríamos definirlo como crudo y rotundo a base de golpe de guitarra, tremendas bases de bajo, amplificadores y distorsión que hace que junto a sus letras críticas creadas por sus dos compositores y cantantes que se alternan (hasta en esto son un supergrupo) nos den un pop-rock potente con escepticismo hacia la política, el progreso social o los avances tecnológicos que el mismo George Orwell habría firmado en “1984”. “La estupidez” es el nombre de este primer trabajo tomado de la frase final de su primer single “Celebración” en donde nos dicen “..no queda más que celebrar la estupidez del mundo..” y en donde critican el excesivo uso de los móviles y las redes sociales. “Superhéroes”, “Sangre y pincel” y “Trágico final” nos envuelven en un sonido melódico pero contundente que nos recuerdan al supergrupo de los supergrupos, León Benavente. “Érica”, la triste y dura historia una joven que cae en las drogas y que contrasta con el sonido melancólico del tema, y “Pereza”, una minicanción de un minuto, nos relajan para el golpe definitivo, “Manchas de vino”, tema que versa sobre aquellos que desgraciadamente aún están en las cunetas. La ecologista “El rio” y la crítica política de “El necio y el sol” continúan machacando nuestros oídos y nuestras mentes (siempre hablando en el buen sentido). Su dos últimos cortes “Veneno azul” y “Taxidermia” ponen un final más melódico, en su sonido pero no en sus letras, a este disco debut que puede ser uno de los discos del año.
María Cabello
Después de 6 años desde aquel genial Modern Vampires of the city, de la salida de Rostam Batmanglij en 2016, principal compositor y productor de los 3 primeros discos de la banda y del paso de la banda a una de las grandes como SONY; todas mis expectativas estaban puesta en el lanzamiento del nuevo álbum del grupo “Father of the Bride” que cuenta con colaboraciones de lujo como el propio Rostam o Danielle Haim y como siempre, las expectativas altas no terminan bien del todo. El sonido del grupo ha evolucionado pero lo que mejor funciona son aquellas canciones que siguen recordando a los Vampire de siempre; como “Harmony Hall”, una de las dos en las que interviene Rostam, “Bambina” o “This Life”; todas al principio del disco. Después hay tantos altibajos en el resto de canciones que por momentos quieres que el disco se termine y otras que Ezra Koening sea eterno. En resumen, con 18 canciones el disco se hace largo y una vez pasado la mitad se podría escuchar pasando muchas de las canciones sin problemas, pero a pesar de esto el buen hacer de Ezra hace que el disco merezca la pena.
Pepe Calderón
“Solía ser oscuro, después me hice más claro y luego oscuro otra vez” cantaba Bill Callahan en “Jim Cain” (Sometimes I Wish We Were An Eagle, 2009) y bien puede utilizarse el verso para describir la evolución sonora que el nuevo trabajo del músico afincado en Texas supone. Y es que, si tras el minimalismo lo-fi de los noventa bajo el nombre de Smog, su música fue orientándose hacia hechuras más clásicas (folk, country, soul, gospel...), en un proceso de depuración que con Apocalypse (2011) tocó techo en cuanto limpidez instrumental, las veinte canciones de Shepherd In A Sheepskin Vest, por más que estilísticamente cercanas a las de discos inmediatamente anteriores, muestran una factura “de andar por casa” que las emparenta con aquellas de su primera etapa. Y así, pivotando alrededor de los arpegios de una guitarra de cuerdas de nylon y la voz de barítono marca de la casa, encontramos un amplio despliegue de pequeños arreglos (mog, banjo, lap steel, wurtlizer, melotrón, celeste, salterio...etc), que, como la colección de juguetes que un niño exhibe al recibir una visita inesperada, aportan a las melodías cierto aire de travieso desbarajuste. Temáticamente, los textos giran en torno a la celebración de la felicidad doméstica con el concepto de libertad/libertinaje, generalmente asociado al pasado, ejerciendo de contrapunto. Así, mientras que en canciones como “Watch Me Get Married”, Morning Is My Godmother” o “Confederate Jazzmine” su autor expresa gratitud por el sentimiento de armonía que el matrimonio, la paternidad y el orden del hogar le procuran, en “The Ballad Of The Hulk” o “Tugboats And Tumbleweeds”, se felicita, sin gravedad ni furia del converso, por haber dejado atrás cierto modo de vida errático. En “What Comes After Certainty”, incluso deconstruye la concepción mágica del amor romántico (“cuando uno se hace responsable/ de su propia divinidad/ el amor verdadero no es magia/ es certeza”), viniendo a decir, con la perspicacia que le caracteriza, que el amor, como la tierra, es (o debería ser) de quien lo trabaja. Las últimas canciones del disco (“Circles”, “When We Let Go”, “Lomesome Valley”), a su vez, reflexionan sobre la muerte con la serenidad y la falta de aflicción de quien, a la manera de Cohen o Raymond Carver, se ha saciado de vida. Confiemos en cualquier caso, en que la de Callahan sea larga y artísticamente fructífera, y no tengamos que pasar otros seis años preguntándonos, como el narrador de “Writing”, “where have all the good songs gone”.
Fran González
Hay una serie de claves y puntos que son vitales dentro de Pony Bravo y, sin ellos, no sería esa banda tan característica de nuestro panorama música. Una vez más, y como no podía ser de otra manera, vuelven a presentar un disco lleno de eclecticismo y letras más afiladas que la propia espada del rey Boabdil, eso sí, con ese ya clásico humor ácido. El pasado febrero saltó a las plataformas digitales “Gurú”, (Telegrama, 2019), el que es el cuarto trabajo del grupo andaluz. Un disco que, aún en verano, todavía no cuenta con su formato físico, aunque sí que se puede realizar un pre-order en la web: www.telegramacultura.com. “Gurú” ha sido producido directamente por los propios componentes del grupo y grabado en distintas sesiones por Raúl Pérez en La Mina y en su mismo local de ensayo, condensando ese sofrito de influencias, géneros y subgéneros al que nos tienen acostumbrados ya desde sus anteriores largos. Las raíces andaluzas les brotan por los poros en canciones como ‘Rey Boabdil’ o ‘Loca mente’, también encontramos temas con el sonido más tradicional del grupo como ‘Espectro de Jung’, ‘Errores son horrores’ y ‘La yerba mala’ o ritmos más bailables con sonidos de décadas pasadas como ‘Totomami’, ‘Relax y Rolex’ o ‘Casi nazi’. Si toda esta droga en forma de letras y sonidos aún no te ha parecido la dosis suficiente puedes complementarla con el libreto de ilustraciones de Daniel Alonso, (voz, composición y teclados), con cincuenta y dos páginas a todo color sin desperdicio alguno o, también, las videocreaciones de ‘Rey Boabdil’, ‘Espectro de Jung’ o ‘Piensa McFly’. Un disco que recomendamos des alguna vuelta que otra. Las condiciones en las que lo hagas debes elegirlas tú.
María Coki
Tras cinco años de espera, Hidrogenesse ha vuelto a despuntar con “Joterías Bobas” (Austrohúngaro, 2019). En este álbum, el grupo barcelonés ha cambiado sus costumbres y, en lugar de grabar en su propio estudio, se ha enfrentado a este trabajo desde los estudios Orsel de París, dónde también lo ha mezclado. Esto ha hecho que se tengan que enfrentar a los temas de una manera distinta: más estructura y pautada. Como consecuencia vienen con nuevos aires y sonidos que ellos mismos describen con danzón, dub y canción popular. Durante este tiempo Carlos y Genís han recorrido mundo, saliendo de su zona de confort y ampliando horizontes. Todo ello se ha visto plasmado en sus canciones, inspiradas en la gente que han conocido en el camino, sus historias y los lugares que han visitado en sus viajes por América Latina. Una crítica a la gravedad y una terapia contra el desánimo. Un disco que en ocasiones puede parecer melancólico y tristón, pero, que plasma por completo el espíritu Hidrogenesse, divertido e irónico. Además, han estado muy bien acompañados por artistas como La Terremoto de Alcorcón, Teresa Iturrioz e Ibon Errazkin entre otros. También hacer mención a la portada, en la que recrean una versión doméstica de “Arlequín y Pierrot”. Un disco muy recomendable para alegrar las largas tardes de verano.
Envenenadub
En un punto intermedio se juntan lo cañí y el rock, la psicodelia y la furia, como juntar a King Gizzard and the Lizard Wizard y a Triana en una batidora. El rock andaluz ha vuelto con un toque milennial, descarado, con canciones que podrían haber firmado perfectamente para su banda sonora películas como "Deprisa, Deprisa" o "Perros Callejeros". El homónimo disco de Derby Motoreta's Burrito Kachimba es verdaderamente una de las revelaciones del año. Un disco conceptual, en el que canciones como "Aliento de Dragón" o "El Salto del Gitano" te teletransportan a los setenta con la envolvencia de su psicodelia y el rock más directo a la yugular que se recuerde en nuestro país. Puro fuego, como demuestra lo trepidante que es cada riff de guitarra, mezclado con los quejíos de Dandy Piraña. Ocho canciones que te dejan sin respiración, entrenamiento perfecto de cara a ver un directo suyo que solo se puede calificar con una palabra: incendiario. El disco revelación de la temporada. KINKIDELIA SOUND MACHINE.
Manuel León
El Quinto trabajo de Alberto Jiménez y compañía, es un trabajo muy irregular, con canciones muy buenas, como “Merlí” y “Reina” y luego canciones que son simplemente pegadizas, que te aprendes en dos escuchas y te olvidas de su existencia en una semana. Su sonido es la progresión lógica después de ‘Detroit’ y ‘Detroit 2.0’, mucho sintetizador y teclado y poca guitarra y bajo. Esto no es malo, solo es un cambio lógico hacia el mainstream. Ahora Miss Caffeina es un grupo que anima las fiestas y con sus nuevos ritmos te hacen bailar sí o sí. Grupo de festival español por excelencia, amado por todos y odiado por nadie. Creo que la jugada les ha salido bastante bien y que les va a conseguir un futuro más próspero (si cabe) en el mundo pop. Echaremos de menos “N=3”, “Mi Rutina Preferida” entre otras en sus ‘setlist’, pero a cambio ganamos fiesta y muy buen rollo.
Manuel León
Jade Elizabeth Bird, cantante inglesa que es sin duda la revelación de este 2019. Su estilo indie-folk ha traspasado fronteras y a pesar de que su estilo sea muy clásico, ha sabido darle una vuelta al género, reinventándolo y adaptándolo a los nuevos tiempos. ‘Jade Bird’, su primer álbum ha sido Nº1 en Billboard Inglaterra, y ha puesto a la cantante en el mapa, que hasta ahora solo tenía un éxito, “Cathedral” (2017). El disco está formado por 12 temas de los cuales destacaría “Lottery” su única canción feliz. La única que le dedica al amor y no a una ruptura. “Un huh” y “Side Effects” llegaron al número 1 y 3 de Billboard Inglaterra, respectivamente y son temas muy potentes en las que Jade solo necesita su guitarra y su voz. La producción del álbum es increíble y su estilo ya ha empezado a ser copiado por muchas cantantes jóvenes. Hay que estar atentos con esta chica, todo apunta a que puede convertirse en “la nueva Lana del Rey”. Entiende mejor que nadie ahora mismo, que yo haya escuchado, la voz de la juventud y de verdad que cala su mensaje, ya sea haciéndote feliz o triste.
Ángel Muñoz
Daniel Carbonell alias el Mico, el Mono Loco, Macaco, lo ha vuelto hacer. Tras 4 años desde el lanzamiento de su ya penúltimo disco, el de Barcelona ha vuelto a irrumpir en las primeras posiciones de las listas musicales con “Civilizado como los animales”. Si algo hemos aprendido del amplio repertorio discográfico que tiene tras sus espaldas es que no hay estilo que se le resista. Rumba, Ska, Reggae, Rap, Flamenco, Pop; a todo se atreve, y le pese o no a la gente lo hace a su manera y lo hace estupendamente. Ya en Febrero nos dejaban ver un adelanto del que sería este su noveno trabajo, tirando de juegos de palabras, Macaco nos incitaba a dejar las penas a un lado, a olvidarlas e incluso a bailarlas. “Eres la apuesta de tu vida”, quizás sea la frase que resuma no solo la canción, sino el disco entero. Tu eres tu propia medicina, el director de tu película, el artífice de tus éxitos y tus fracasos, tu eres tu baile, “Bailo la pena”. En las 13 canciones que componen su nuevo proyecto continúan por la línea de redescubrir y jugar con los diferentes estilos musicales, componiendo así un collage musical al más puro estilo del Mono Loco. De los ritmos aflamencados que caracteriza “De Serie” donde percusión y guitarra se mezclan con las voces de Niño de Elche, Bego Salazar y Raul Refree; se salta al reggae de “No Nos Pararán” o “Agárrate”; pasando también por los sonido hawaianos y caribeños de “Lo quiero todo”. La catarsis del disco llega de la mano de Juanito Makandé, Antonio Carmona, Estopa, El Kanka, El Canijo De Jerez, Mr Kilombo y Öscar Jaeneda; los cuales, se unen al catalán en “Somos la Fiesta”, un tema que rebosa fuerza, energía y buen rollo mires por donde lo mires. La letra gira nuevamente en torno al yo, al nosotros, al somos. De todas a todas el grandioso directo del grupo elevará al público a purgar todos los males mientras dure su sinfonía. El carácter reivindicativo presente en la discografía anterior también queda marcada en este nuevo trabajo; en “Lo quiero Todo” se habla de la diferencia existente entre conformismo y aceptación mientras que “Ovejas Negras” se ha convertido en una oda a las diferencias. Sin embargo, desde el punto de vista de un servidor, si hay un tema que destaca no solo por su letra, su significado y su profundidad; sino por el trabajo que hay detrás del mismo, su exquisitez y las colaboraciones que participan en su espectáculo; no puede ser otro que “Blue” (Jorge Drexler y Joan Manuel Serrat). “Tenemos el ego hinchado, no dejamos que entre ni salga nada, y solo somos un diminuto planeta azul” establece Macaco; “Esto es nuestro pequeño escenario, es nuestra obra de teatro, nosotros somos los actores, escribimos el guion y lo representamos” introduce elegantemente Serrat. Una canción que invita a zambullirse en el espectáculo, cerrar los ojos y pensar. Una obra de arte de un gran, gran trabajo del Mico.
Manuel León
El primer trabajo de Cupido, la mezcla explosiva de Solo Astra con Pimp Flaco, es un trabajo muy desigual pero con toques de genialidad. Un disco muy irregular, ya que tiene 4 temas que para mí entran entre las 100 mejores canciones hechas en España en 2019 (Autoestima en top 10) y los otros 4 no entrarían ni en el top 500. Destacaría el hecho de que la banda, en tan solo un año de creación, se siente muy cómoda y arrasa allá donde va, desde conciertos en sala, festivales a las siete de la tarde y entrevistas en prime time. Dream pop (La moda del 2019) mezclado con ‘autotune’ y ritmos latinos han causado sensación entre los más jóvenes. Lo bueno de la banda es que Pimp Flaco ya tenía una base de fans muy sólida, que han aceptado de buena manera el cambio de 180 grados que ha dado el artista. “Autoestima”, “No Sabes Mentir”, “U Know” y “Milhouse” son las canciones que más destaco; y las que se te van a quedar grabadas en la cabeza varias semanas. De pronto estarás limpiando y tarareando “No sabes mentir, no sabes engañar…” sin saber bien como ha pasado.
Manuel León
Mori, un chico de 21 años de Getafe que sin saberlo, crea una canción viral. El fenómeno que empezó El Último Vecino y perfeccionó Sen Serna, ha creado escuela y cada vez hay más artistas que siguen la estela de este Dreampop-Sad. El boom de Marcelo Criminal, gracias a la cover de Carolina Durante y Amaia también ha ayudado a sentar las bases de que alguien con una versión ‘Lite’ del grage band, un micrófono neewer de 20 € y una guitarra eléctrica y/o sinte, puede llegar a 100 mil personas en menos de 3 meses, sin tener una base de fans de antemano. La canción junta inglés con español, en un tono desganado que en su parte inglesa, se asemeja mucho al estilo de voz de alt-J. Su parte en español es muy pegadiza y se te queda en la cabeza por varias semanas. Una canción de desamor que llega al corazón y que si estás en una época de ruptura, no la recomiendo. Incluiría esta canción en la que es para mí la tríada de cómo entender el amor millennial/Gen Z. "Joder, No sé” de Carolina Durante, “Antes de Morirme” de C. Tangana y ROSALÍA; y la mencionada “q no” de mori.
Santi Hernández
Estas cosas están hechas para los genios. Toda una legión de fans esperando a que Weezer publicara un nuevo disco que confirmara la recuperación creativa del “White álbum” y se sacan del sombrero una colección de hits del siglo pasado pasados por el tamiz de Weezer. Alguien podría pensar que eso se avisa pero cuando River Cuomo lidera una banda de este calibre se pueden permitir hacer esto, especialmente si se les plantea el reto de una manera tan descarada. Todo empezó con un tweet publicado por una joven de 14 años en el que les pedía a la banda que versionaran “Africa”, el archiconocido (y un poco trasnochado) tema de TOTO. La petición se hizo con la etiqueta #weezerafrica y pronto se popularizó entre los usuarios de la red social. Weezer respondió haciendo la versión de “Rosanna” lo que no satisfizo el original deseo de la joven muchacha y los seguidores de la etiqueta. La broma había tomado derroteros demasiado serios como para dejarlo estar y, al poco, publicaron la deseada canción. Parecía que el asunto quedó zanjado cuando a principios de año aparece “The Teal Album”, 10 superéxitos que sin ser especialmente modificados ni alterados del original, sí deja distinguir la marca de la casa y la habilidad de Mr. Cuomo para interpretar tan magistralmente canciones tan archiconocidas que bien se podría dedicar un “Mira quien canta” especial Rivers Cuomo en Antena 3. Y ahí está el dilema. Si vas a hacer un disco de versiones que suenan prácticamente igual a su original, ¿para qué lo haces? Este “Teal Album” es un disco tan confuso como el color. ¿Habéis discutido alguna vez si el azul turquesa es más verde que azul? Sobre lo que no cabe discusión es lo fascinante de la historia que oculta este disco. Dentro de muchos años, cuando hayan pasado algunas décadas, podrán decir que hicieron esto porque alguien propuso una broma, eso llevó a otra idea que nadie esperaba y como podían y querían, lo hicieron. Ojalá las bandas hicieran cosas así más a menudo, que un grupo consagrado se deshaga de las ataduras comerciales y publique lo que les venga en gana.
@pakitoserrano
Hace unos meses que llevo queriendo escribir sobre el nuevo disco de Los Estanques, hasta hoy no había encontrado el hueco para trasladaros mi devoción por este trabajo de los cántabros, que ya en la primera escucha me voló la cabeza. En este tercer álbum homónimo la apuesta de Los Estanques por recuperar el pop psicodélico progresivo en castellano llega a su cumbre gracias a la energía y madurez que demuestran a lo largo de las trece canciones grabadas y mezcladas por Íñigo Bregel, líder multi-instrumentista y corazón de la banda. Una grabación que consigue resaltar el espíritu setentero del sonido de la banda y el sensacional estado de forma de estos jovencísimos músicos, algo que se puede comprobar fácilmente en cualquiera de sus impresionantes directos. El éxito del disco reside en la capacidad de Los Estanques para sorprender tomando partes estilísticas del folk, el funk, el soul o incluso la clásica y fusionarlos dentro de su valiente propuesta, una propuesta fundamentada en dulces y pegadizas melodías pop compuestas con tempos (muy) cambiantes y virtuosismo psicodélico. Un disco que además llega plagado de arreglos y detalles orquestados que aumentan la calidad y la originalidad de los temas y hacen de cada escucha una nueva experiencia. Un trabajo en la que ninguna canción sobra y en la que todo tiene sentido, un disco con el que Los Estanques entran de lleno en la historia reciente de nuestro pop. La portada corre a cargo del artista cántabro Javier Trujeda y representa los pasillos del Metro de Madrid, a modo de homenaje a su primer disco grabado en la capital.
Santi Hernández
Quinto disco de estos estadounidenses de Cleveland, segundo consecutivo en el mítico sello Epitaph. Sus comienzos estaban más cercanos al punk más furioso de NOFX, Bad Religion o Rancid y así sonaban sus primeros tres discos, totalmente embebidos de la escena musical en al que se empezó a gestar el grupo. Con el cambio de década se fueron acercando el sonido a melodías más pop sin olvidar el sonido punk que les vio nacer y escribir tres discos. Entonces ficharon para Epitaph y Phil Ek (productor de Fleet Foxes y Band of Horses) les confirió otro sonido quizás descaradamente similar a la banda equina. Para este quinto álbum ha sido John Agnello (Sonic Youth, Dinosaur Jr, Kurt Vile) quien les ha querido dar otra vuelta a la banda. La apuesta ha sido por un disco mucho menos melancólico y quejumbroso como el anterior para desarrollar una buena colección de canciones de pop rápido y pegadizo que engancha con el corte uno “Other people’s pet”. Un minuto treinta y un segundos de pura declaración de intenciones: “Vamos a poner música a las horas de felicidad en este verano”. En “Mix for Rainy Day” nos deja un estribillo tan pegadizo que te verás silbándolo a poco que le des una vueltas al disco. Inmejorable continuidad con “Twin’s Twist” y “Win affection”. Y con una breve entrada acústica de menos de un minuto se da entrada a “Don’t feel like dancing”, en mi opinión el que quizás sea el mejor tema del disco. Sin ser un disco brillante, va dejando un buen poso canción tras canción pero… Ya está. Se acabó. Porque el resto del disco (otras seis canciones) es la repetición del patrón de las seis primeras pero sin el efecto sorpresa y sin progresiones tan brillantes hasta el estribillo y sin un tema tan bueno como el central. Por lo tanto, este quinto álbum de The Sidekicks bien merece una escucha veraniega, conservar algún tema porque emocione o toque esa fibra sensible y… hasta la próxima reseña, amigos.
Pepe Calderón
Con su tercer trabajo, los neoyorkinos Big Thief dan un nuevo paso adelante en su tarea de desentumecer el sonido americana por vía de la experimentación, en una evolución similar a la llevada a cabo por Wilco, a cuyo "At least that's what you said" nos remite el solo acerado en el que desemboca Contact, tema que abre el LP. No obstante, sosteniendo el paralelismo, "UFOF" sería más bien el "Yankee Hotel Foxtrot" de la banda de Adrianne Lenker, en tanto que comparte con aquel la vocación de extrañamiento en los arreglos y cierto cripticismo en unos textos que pretenden sugerir más que contar. El primer elemento se hace patente en el empleo de capas de sonido sintetizado (bass drones Casio Sk5, Magic Box) sobre estructuras folk de guitarras arpegiadas (UFOF Friend, From, Open Desert, Terminal Paradise) bañando así a las canciones en una atmósfera espectral en medio de la cual presenciamos encuentros con alienígenas y escenas en las que la naturaleza cobra una dimensión cuasimágica. Y es precisamente la imaginería de la naturaleza (espadañas, petirrojos, anillos de saturno, lunas goteantes, somormujos...) el recurso que hace aflorar la vena más poética de Lenker en versos que provocan tanto asombro como desazón (“frágil significa que puedo oír como su carne llora pequeños ríos en su antebrazo”), pues por más que en las entrevistas promocionales su autora insista en que el concepto que vehicula este trabajo es el abrazo de lo desconocido y la aceptación de la mutabilidad, aún encontramos en algunos de sus temas retazos de relaciones tóxicas y de secuelas del abuso, como en el caso de "From". Moviéndose en dirección opuesta al acomodo, "UFOF" es sin duda el mejor disco de la banda y de lo más estimulante que uno ha escuchado en lo que llevamos de 2019.
Envenenadub
"Big riffs, big feelings, big tunes. Yawners high energy indie rock feels like a crush." Así reza el comunicado, la declaración de intenciones que traen Elena Nieto y Martín Muñoz. Ambos nacidos en los noventa, nos traen un álbum que perfectamente podría haberse originado en aquella época. Las guitarras contundentes que pueden recordar al mejor grunge, junto a las melodías pop-punk que cubren cada canción, hacen de Yawners un nuevo amor de verano. Como aquel que nunca se olvida, que siempre queda en tu recuerdo, en tu corazón: pues el mismo papel juegan Elena y Martín con el/la oyente. Grandes canciones, como es el caso de "Seaweed" o "Arco Iris" (primeros singles que ya conocimos antes del lanzamiento) dejaban entrever que estábamos ante algo muy grande. La versión millennial del rock más noventero, en aquella época en la que volvían las guitarras con más fuerza y todas las bandas querían volver a sonar como Led Zeppelin. En este trabajo volverás a encontrarte con esos sentimientos. Y si no te lo crees, pruébalo detenidamente con canciones como "La Escalera", "Please, please, please" o "A Funny Laugh". "Grandes riffs, grandes sentimientos, grandes canciones. La intensa energía indie rock de YAWNERS será tu nuevo crush." Porque el espíritu noventero sigue perenne. Porque el rock no se ha ido nunca. Por eso YAWNERS han venido, para quedarse.
María Coki
Con el solsticio de verano, y tras hacernos esperar un poco más de lo previsto, hemos podido atrapar el nuevo disco de Lorena Álvarez, Colección de "Canciones Sencillas" (El Segell, 2019). En este, lo primero que nos llama potentemente la atención, es el envoltorio del disco. Consiste en la típica carpetilla de cartón, la que llevaban nuestros padres al "cole", cuyo color puedes elegir entre azul y marrón. Este pequeño detalle termina de enmarcar la cuidada sencillez de este trabajo. Pero vamos a lo importante: el contenido. En este álbum podemos encontrar a Lorena en estado puro, un disco intimista, en el que se habla de la cotidianidad, con canciones dedicadas a su entorno, en el que se plasman sus inquietudes y observaciones. Para afrontar estos temas con melodías populares, su voz y su guitarra son sus mayores aliados, con tonadas tradicionales y relajantes que te hacen transportarte. Su titulo no puede ser más acertado, ya que, si algo nos ofrece son canciones sencillas, llenas de sentimiento y desparramando belleza. Un disco en el que Lorena, tras mucho luchar contra sus miedos, la soledad,…, se descubre como “un monigote al que le gusta escribir cancioncillas”. Para nosotros, un disco hermoso en el que ha sabido plasmarse y crear un estilo propio.
Ángel Valtueña
¿Era necesario otro disco en directo de Bunbury? Rotundamente sí sobre todo después de escuchar atentamente los 16 cortes de su nuevo trabajo, “California Live!!!”. Es el décimo álbum en directo que el aragonés graba desde que inició su carrera en solitario y es que parece ser que Enrique (o su discográfica) quiere dejar constancia de cada nuevo disco-gira que realiza. Entre estos directos ya existentes hay verdaderas joyas como “Pequeño cabaret ambulante”(2000), “Gran Rex”(2011) o “MTV Unplugged: El libro de las mutaciones”(2015) en dónde, aparte de comprobar como suenan las nuevas canciones ante el respetable, el aragonés errante siempre nos deleita con nuevas versiones de sus éxitos o, incluso, de su época de Héroes del Silencio. “California Live!!!” es un disco grabado durante su gira “ExTour 2017-2019” la más internacional de todas con 77 conciertos fuera de España. Las grabaciones pertenecen a shows realizados en salas de 1.500 a 2.000 espectadores, ofrecidos en el mes de abril de 2018 en The Masonic de San Francisco, el Greek Theater de Los Ángeles (donde se reunieron más de 7000 personas) y los House of Blues de Anaheim y San Diego. Bunbury y los Santos Inocentes inician “California Live!!!” presentando en el mismo orden las cinco primeras canciones de su último álbum “Expectactivas”(2017): “La ceremonia de la confusión” primer single de adelanto, el trallazo de “La actitud correcta”, “Cuna de Caín”, “En bandeja de plata” y “Parecemos tontos” que nos ofrecen una visión crítica del momento que vivimos, de la sociedad, de los nuevos rockeros de diseño, de los políticos, etc. En la segunda parte del trabajo Bunbury se adentra en otros trabajos rescatando y, a veces, dándoles un giro al original a temas como “El anzuelo” y “El rescate” de “El viaje a ninguna parte”(2004), “Hay muy poca gente” de “Hellville de Luxe”(2009), “De todo el mundo” de “Las Consecuencias”(2010) y “Despierta” y la maravillosa “Más alto que nosotros sólo el cielo” de “Palosanto”(2013). Echamos de menos algunos éxitos de su primera época en solitario compensados con grandes recuerdos de sus primeros años encabezando a Héroes del Silencio: “Tesoro”, “Mar Adentro” y “Maldito duende” (y en la versión en vinilo también aparece “El mar no cesa”) en nuevas versiones más acordes al universo Bunbury. Echamos el cierre con “La constante” corte que retoma de nuevo su último trabajo y nos despide con un medio tiempo, no muy adecuado en el tempo para finalizar un directo apabullante, pero si en la letra ya que se nos ofrece un alegato de la filosofía bunburyana y una canción romántica que se ha convertido en himno al amor eterno entre sus seguidores y que el propio Bunbury califica como una de las más bellas canciones que ha compuesto. “California Live!!!” es un nuevo directo del músico aragonés pero… no es otro directo más.
Envenenadub
En plena ola de calor como está haciendo ahora mismo más de uno o una echará en falta algún tipo de refrigerio que pueda calmar este calvario. No, tranquilos, no es ni el nuevo helado, ni la nueva canción del verano que copa las listas de las radiofórmulas. Es el refresco en forma de disco: PIGMALIÓN. Y te lo trae Lázaro. Ya a finales de 2017 nos brindaron el primer aperitivo de este magnífico plan marciano como era el EP "RGTRN", compuesto por cuatro canciones cósmicas en las que primaban la bondad, los sonidos siderales, los marcianitos buscando un trampolín y se despojaba al reggaeton de los prejuicios y el machismo que habitualmente invade a este género. Tras el crowdfunding arrasador in extremis se lanzaron a grabar su disco y a principios de año nacía "Pigmalión", un álbum valiente, producido por Víctor Cabezuelo y Manuel Cabezalí, un tándem magistral. Un pop fresco, marciano y sideral, una oda al amor y a la vida, Los teclados llenan de color (rojo y multicolor) toda la orquestación en canciones como "Rhinos" o "Pigmalión", a la par que cuando se juntan con las guitarras que contribuyen a la épica ("El Color Rojo"). Nieves, Iris, Juanma, Rafa y Dario han hecho un álbum enamoradizo cual flecha de Cupido, como me pasó a mí cuando escuché una de las declaraciones de amor más bonitas que he escuchado en la vida con "Sitio para ti". Y si no os lo creéis, escuchad la entrevista en Música Envenenada. IVOOX. Disco perfecto, recomendadísimo para el verano. Teletranspórtate a Alaska con él. Yo no me lo pensaba.
Ángel Valtueña
“Apaga la radio” es el tercer trabajo de los hermanos Tormo que en poco más de media hora de duración nos produce una descarga de rock and roll en vena que resucitaría al mismísimo Bon Scott. Y es que los valencianos tenían muy difícil superar e incluso igualar su anterior álbum “A todo que si” (Universal,2016) pero parece que por lo menos mantienen el nivel de éste, que ya es decir. Grabado en los estudios Riff Raff y, de nuevo, con Carlos Raya a los mandos de la producción el rock and roll de calidad está asegurado. Pero debemos decir que en este trabajo no sólo vamos a encontrar el rock and roll clásico que los Zigarros ya han demostrado dominar a la perfección sino que los valencianos meten sus zarpas en otros estilos musicales inéditos en sus anteriores obras como el funk a lo Red Hot Chili Peppers de “No sé lo que me pasa” o el Hard-rock de “Listos para el despegue”, con guiño al tristemente desaparecido Chris Cornell y Audioslave, y una invitación a la revolución en su letra. Para abrir el álbum encontramos una canción-introducción, “La trampa”, que apenas llega al minuto y medio, y como dice Ovi, voz de Los Zigarros, debió ser y no llegó a canción en discos anteriores pero que no querían dejar olvidada. Descarga de rock and roll con influencia de The Who y una valiente crítica a la radioformula es su primer single cuyo título da nombre al álbum, “Apaga la radio”, una vuelta a su sonido más clásico y reconocible que continúa en “Mis amigos” una versión de Flying Rebollos adaptable totalmente al espíritu zigarrero. “Malas decisiones” retoma el rock sinvergüenza en su letra y música y da paso a “Queda muy poco de mí” y “Con las manos rotas” temas en los que los hermanos Tormo se acercan a un pop-rock más calmado. Todo un espejismo ya que “Con solo un movimiento” y la stoniana “Espinas” retoman el sello del grupo. “Apaga la radio” nos deja unos Zigarros que evolucionan para seguir igual, y es que, aunque se aprecia una apertura y una madurez musical en sus nuevos temas, la esencia se mantiene: guitarras, rock and roll, chupa de cuero y mucha chulería.
Ángel Valtueña
“Principio de Incertidumbre” es el primer larga duración del grupo alicantino Olivia. Tras tres EPs en los que ya nos dejaban intuir pinceladas de su talento, el productor José Caballero, responsable de trabajos de bandas punteras del indie español como Shinova e Izal, ha conseguido sacar a la luz un álbum casi redondo grabado en los estudios NeoMusicBox de Aranda de Duero. Se trata de un trabajo compuesto por “diez historias en forma de canción que son el comienzo de un camino que pude llevar a cualquier sitio, diez canciones llenas de antiguos amores, viejos amigos, pequeñas almas que llegan a casa” como ellos mismos dicen. El single de presentación “Corre, grita,..ríe” es uno de los temas más poderosos del álbum, una canción directa, con ritmo, que te va a hacer bailar y llegar a lo más alto mientras nos animan a vivir la vida con intensidad y sonreír cada día. Poco tiene que envidiar el segundo single “Peter Pan“ mucho más potente y dedicado a un amigo de la banda que pasaba por malos momentos. Potencia y melodía se unen en canciones como “Origen”, que abre el álbum, y “Una historia para contar”, “Senda abierta” o “Cada paso” temas que poco a poco nos van borrando la incertidumbre y dejan paso a la certeza de que Olivia es una banda que crece y crece. “Principio de Incertidumbre” debería funcionar en el directo ya que las canciones transmiten esa potencia que todo publicó espera y que tendremos oportunidad de comprobar en el Planeta Sound de Ponferrada y en el Sonorama Ribera de Aranda del Duero donde jugarán como en casa. Como ellos mismos dicen en su tema “Una historia por contar”: “ … esperando el escenario principal…” Tendremos que esperar para saber si Olivia (haciendo alusión a la portada diseñada por Sergio, bajista de la banda, que recrea al famoso dilema del gato de Schrödinger) es un grupo que cuando salga de la caja del indie patrio se queda para vivir o para morir.
Santi Hernández
Para este verano que ha preparado Revistaindie.com de reseñas me he guardado un grupo que tenía muchas ganas de comentar: “American Football”, un trío de Illinois que no debe pasar desapercibido a cualquier oído ilustrado. Este año 2019 han lanzado un nuevo trabajo bajo el nada sugerente “LP 3”, el tercer trabajo desde que editaran en 1999 el aclamado “LP 1”. Entre medias, hace tres años, se volvieron a reunir para publicar un segundo disco. Seguro que podéis imaginar cómo lo bautizaron. Si ya es curiosa la manera de titular sus creaciones, no lo es menos el arte gráfico de las portadas donde una ventana iluminada desde el interior, una puerta entreabierta en el zaguán de una casa y una puesta de sol/amanecer son, cronológicamente, la inquietante temática de cada uno de los álbumes. Ese juego de luces de la portada del último disco también significa un cambio en la concepción del mismo, han dejado el hogar atrás y buscan salir de la zona de confort. En lo musical, American Football proponen una concienzuda mezcla de indie rock con jazz y rock progresivo dentro de patrones rítmicos complejos. El desarrollo de cada canción con instrumentos como vibráfonos, teclados y otras percusiones es realmente extraordinario. Para este último disco se han hecho más “digeribles” pero no por ello cada uno de los ocho temas de “LP3” dejan de ser piezas que brillan por la minuciosidad de composición. Las voces femeninas he han hecho un hueco importante para este disco. Mike Kinsella (voz, guitarra ) se acompaña de Elizabeth Powell (Land of Talk) para añadir en francés el toque definitivo a la ensoñadora "Every Wave to Ever Rise,". Rachel Goswell de Slowdive participa en "I Can't Feel You”. Y para acabar, Hayley Williams (Paramore) hace su parte en "Uncomfortably Numb”. Personalmente, prefiero cualquiera de los dos anteriores discos. En cualquier caso, buscad cualquiera de los tres discos y dejadlos sonar y envolver por una propuesta musical que probablemente disfrutaréis en más de una ocasión.
Manuel León
Trap, así es como se llama al género que performa Bad Bunny. Si estuviéramos en 2013, sí que tendríamos que explicar que es el trap, pero creo que en los tiempos que corren en los que 8 de las 10 canciones más escuchadas de 2018 son de género trap, creo que no es necesario explicarlo. Lo que sí se puede intentar explicar es, por que Bad Bunny gusta tanto, porque es una revolución y porque convence tanto a “reguetoneros” como a los “indies” más acólitos. El 24 de Diciembre, Benito Antonio Martínez Ocasio, mundialmente conocido como Bad Bunny lanzó su primer álbum de estudio, ‘X 100PRE’ y supuso una revolución a nivel mundial, colocándole como número 1 en las listas del todo el mundo. Tan solo 6 meses después de su lanzamiento, el número de reproducciones de las 15 canciones, entre Youtube y Spotify, suma más de 3.500 millones de reproducciones… Un hito en la historia que no debe quedar sin analizar. Lo cierto es que se puede pensar que Bad Bunny es machista como cualquier “regetonero” del montón, simple y que está ahí porque le han promocionado en las radios y playlist solamente, pero no podríamos estar más equivocados. Bad Bunny está ahí por el mismo motivo que Billie Elish está en boca de todos estos últimos meses; tiene más talento que nadie en su liga. Sus rimas y sus letras (salvando las colaboraciones) son de lo más elaborado que existe y lo mismo hace un tema de trap (“Solo de Mi” o “Estamos bien”), como uno con ritmo de Ukelele (“NI BIEN NI MAL”) y otro de lo más popero al nivel de Milliey Cyrus (“Tenemos que hablar”), y destaca en cada uno de ellos, transmitiendo su mensaje con muchísima fuerza. Destacar de este álbum, lo que es para mí su obra cumbre tanto audiovisualmente hablando, como por canción individual, “Caro”. Una rareza que junta la depresión con la riqueza que solo alguien como él puede hacer. Ya por último, si queréis ir a por nota os recomiendo que veáis el videoclip en YouTube; y después el análisis que Nacho Vigalondo hizo en el programa “No Te Metas en Política”
Manuel León
La orquesta de los indies, así es como me gusta llamar a King Gizzard, 7 chicos de Melburne que no deberían haber llegado tan lejos en cualquier otro mundo, pero que hoy en día son todo un referente para la música. Sonidos de los 60’ en una coctelera hípster. Son conocidos mundialmente por ser uno de los grupos más prolíficos que existe, han sacado 13 Álbumes en 7 años (5 de ellos en 2017). Hoy vamos a intentar desentrañar el último de ellos, ‘Fishing for Fishies’ (2019) un disco de 9 canciones en el cual ya nos vamos a dar cuenta de que los australianos no son de este mundo. El primer tema que abra el disco de ‘Fishing for Fishies’ es la canción “Fishing for Fishies” (valga la redundancia). Este tema indie a más no poder, con reminiscencias de la nueva ola británica de “indie rock veraniega”, es todo un prodigio. Empieza con un falso inicio para establecer el tono de que la banda australiana no se toma la vida muy en serio, pero lo que saca de ella siempre es oro. Una voz muy aguda de rock de los 70 y acompañada de sintetizadores, batería sencilla y hasta una armónica es lo que nos vamos a encontrar en la canción. El trio que le sigue el rastro a “Fishing for Fishies”, “Boogie man”, “The Bird Song” y “Plastic Boogie”, se va a desmarcar todavía más de lo ofrecido al principio, llevándolo todavía más al blues (indie blues), cosa que le sienta demasiado bien a este disco. Lo malo de este disco es que su sentido no se entiende hasta “Cyboogie”, novena canción con la que se cierra el disco. Seguramente es la canción en la que mejor se puede ver la excentricidad de la banda, que hasta el momento solo había dejado ver un virtuosismo correcto. Este tema psicodélico, enmarca perfectamente al resto del disco y abre la vía de lo que vendrá en los primeros meses, en los que se avecina locura por parte de la banda; que hasta el momento ya ha sacado 3 adelantos de lo que será su siguiente trabajo, un disco de Trash Metal… Esperemos que siempre vuelvan a la psicodelia calmada y verles más en “Primaveras y Mad Cools” que en “Downloads y Resurrection Fest”.
Ángel Muñoz
Un año ha pasado desde su lanzamiento, un año desde que comenzase su gira “La fiesta más grande Tour” y lo cierto es que, después de un año, “Ahora o nunca” sigue sonando con la misma fuerza y el mismo buen rollo que el primer día. El disco, producido por el argentino Rafa Arcaute y que supone el sexto de la banda catalana, se ha convertido en el eje central de su gira actual, y no por ser el más presente, sino por la calidad y el estilo de sus canciones, las cuales, lejos de suponer una continuación al más puro estilo pegatinero, va más allá, reencontrándose ellos mismos, redescubriendo sonidos jamás alcanzados en su trayectoria musical, en definitiva, una apertura musical en la que La Pegatina da un giro sonoro que les lleva más allá de cualquier expectativa. Solo hace falta escuchar los primeros segundos de cualquiera de las 10 canciones que componen el álbum para comprobar su complejidad y profundidad en comparación a los cinco anteriores. Letras de diferente índole reivindicativa son las encargadas de acompañar los nuevos sonidos a los que nos exponen. Quizás sea la canción que da título al disco la más clara y contundente en este aspecto. De la mano de Macaco, se critica la masificación del turismo en las ciudades “se están deshumanizando, se están convirtiendo en parques de atracciones”; nos encontramos en el momento clave para actuar, ahora o nunca. Amaral “La Tempestad”, Los Caligaris “Y volar” y Rozalen “Algo está pasando” son algunas de las colaboraciones, además de la del catalán, que se podrán encontrar en su nuevo disco. La salsa de “Mama” canción que ensalza la figura de la mujer en la familia, “¡Dale!” y “Sonqueson” al más puro estilo ruba-pegatinero son otros de los temas recogidos bajo el collage de colores que adorna la parte exterior de este su sexto trabajo. La pequeña verbena de pueblo se hace mayor, una mayoría de edad caracterizada por una mayor complejidad y profundidad musical, pero sin dejar atrás el estilo que los llevó al lugar que ocupan hoy en día en el panorama musical nacional. Sí que sí, Ahora más pegatina que Nunca.
Fran González
Han pasado tres años desde que Niña Coyote eta Chico Tornado publicaran “Eate”, (Pozoi Records, 2016). Para ello, el dúo ha dado un paso al frente dentro de un mundo en el que no es nada fácil innovar y nos han presentado, en el primer trimestre del año, el que es su tercer trabajo de estudio: “Aitzstar”, (Pozoi Records, 2019). Koldo Soret ha continuado su evolución acompañado de una artillería de amplificadores, octavadores y otros, consiguiendo, a través de las las decenas de capas que genera con su guitarra, hacernos apreciar más de un guitarrista en cada composición. Úrsula Strong, por su parte, ha levantado un auténtico muro a base de golpes, cada vez, más firmes y precisos. Una de las tendencias claras del grupo, que ese vuelve a repetir, es la idea de hacernos viajar a través de un equilibrio entre canciones cantadas y temas instrumentales, consiguiendo una perfecta armonía entre estos dos campos. Para este tercer trabajo la banda ha contado con Jordi Mora a los mandos y con la experiencia más que justificada de Ricky Falkner en la producción. Un Ricky no acostumbrado a este territorio musical pero que ha sabido encajar y sumergirse en el universo del grupo. Tanto es así que ha atrevido a dejar su impronta en temas como “Errautsak” y “Cabezacubo”. El power dúo de rock desértico sigue siendo la misma banda, pero un sonido diferente, abriendo paisajes stoner junto a giros psicodélicos e intensidades setenteras, con ritmos rápidos y pesados. Como ellos mismos dicen: “El nuevo disco tiene la dureza de la roca y el brillo de la estrella. O, dicho de otro modo: ¡Sudor y sangre!”
Fernando Tello
Cuarto largo de la cantante australiana. Asentada ya en la escena independiente, la menor de las Imbruglia, vuelve a certificar un trabajo lleno de experiencias, amores, desamores, en una vida que le ha mostrado ya todo lo que puede transformar en canción. Claras tiene las influencias y así las muestra en un video donde va despachando vinilo en mano lo que le ha inspirado, en lo musical, para poder crear la maravilla que es “Scared Of You”. Carpenters, Dictators, Eurythmics, Teenage Fanclub o Nirvana son varias de las inspiraciones marcadas. A mi la voz de Laura me hace deambular por los temas suaves de Kim Shattuck con The Muffs y la aterciopelada voz de Sonya Madan en Echobelly. Transforma, con su peculiar humor, lo trágico en un melodrama de lo más divertido, para completar la exposición de sus pensamientos y sentimientos. “Tricks”, “ Diptych” y “The Creeps” forman una triada que en solitario podrían estar en cualquier número uno del mundo. El disco tiene de todo, punk remember, medios tiempos que enamoran y lentas para soñar. Cortes que van a dar mucho que hablar y que seguramente deberían aupar a Laura más alto de lo que llegó a ser su hermana mayor. Vuelve otra vez a la autoedición, que le ha ido genial en sus anteriores trabajos. Apunten su nombre, Laura Imbruglia.
Fernando Tello
Alexandra Lahey es una cantautora australiana que habiendo nacido en el año 92 ha publicado su primer larga duración con temas inspirados en los sonidos noventeros de voz femenina. Ruidos y distorsiones más propios de una Courtney Love metida en su papel de Hole con algunos toques de ligero mainstream. Lahey se licencia en artes y emprende una carrera en solitario que la lleva después de su primer EP a este segundo trabajo. Un disco muy completo que le otorga una madurez que no tiene cualquiera y en el que la multinstrumentalista desarrolla una cantidad de hits completos que hacen que cada una de las diez pistas tengan algo que las hace distintas, pero que forman un completo y fantástico álbum. Como si de un cuento se tratase, los locales de Nashville han servido de luz a la inspiración de la de Melbourne con unos riffs poderosos y unos desarrollos embaucadores. Quizás no tengamos en la cabeza el poder cambiar de chip y enamorarnos, por una vez, de algo distinto. Con la cantidad de música insignificante que nos tragamos ahora en el mundo de la música. Alex Lahey se puede convertir en un oasis para una tarde de escucha.
@pakitoserrano
Vernor Winfield McBriare Smith IV, nombre real de Mac DeMarco, vuelve a publicar un disco dos años después de “This Old Dog” (Capture Tracks, 2018) una de sus mejores reseñas. Este “Here Comes the Cowboy” es el primer trabajo bajo el paraguas de su productora y también el primero en el que el canadiense adopta ritmos más pausados y meditados para trasladar su particular visión del mundo. En este LP la potencia compositiva e instrumental de DeMarco, reflejada en sus letras y melodías, aquella que le llevó a hacer del “lo-fi” una religión, se reduce drásticamente, quizás fruto de un bloque artístico, de una pereza impropia del Mac que conocemos. A la vez su capacidad de sorprender y de transgredir desaparece por completo, en un disco que se hace largo e incluso monótono en algunos tramos y en el que no destaca ninguna canción (se echa de menos un hit). La madurez y la valentía, la libertad de hacer lo que le apetece, siguen ahí y se valoran, pero el resultado final alejará (durante un tiempo) a seguidores como yo que lo tienen como referencia en el pop psicodélico actual. Le daré pocas oídas, me pondré triste esperando al viejo Mac.
@pakitoserrano
Han pasado tres meses desde el lanzamiento de este “Projections” y sigo enganchado a él, a cada una de sus canciones. “Find Us”, el único tema cantado en castellano del álbum y primero de su carrera, sigue resonando en mi cabeza una y otra vez, “Ya nunca me encontrarás”... Algo deben haber hecho bien estos cinco catalanes. Bajo la producción del gran músico y productor Víctor Cabezuelo (Rufus T Firefly), este segundo largo de Barbott se zambulle en el indie-rock electrónico envolviendo todo su sonido, marcando y definiendo su estilo musical tras varios años en la escena. Las señas de identidad de Barbott siguen ahí intactas pero potenciadas, riffs envolventes, suaves pero progresivas transiciones, seductores ritmos y la hipnótica voz de Guillen Sala que consigue mantenerte pegado a los auriculares durante todo el trayecto. Las once canciones que forman este disco destilan elegancia y clase, durante algo más de cuarenta y seis minutos, con una armonía sorprendente que da forma y sentido al LP. Desde la primera escucha se descubre el sentido y objetivo de la grabación: agigantar la base sonora que traía la banda en forma de madurez y profesionalidad, algo en lo que Cabezuelo se está especializando, exprimiendo al máximo la capacidad de las bandas con las que trabaja. Si lo escuchas, te encontrará.
@pakitoserrano
Sugarcrush, el power-trío manchego de punk costumbrista sigue creciendo como banda con la publicación de, “DisCaZo”, su primer largo tras varias maquetas y un EP, “Vacaciones en la Tierra (Autoeditado, 2017), que les puso en el punto de mira de muchas publicaciones independientes y les abrió las puertas de varios festivales veraniegos. Para los que aún no los conocen Sugarcrush son los creadores del “trans-yeyé”, un estilo musical que mezcla el lado más guitarrero del garage con el ritmo trepidante del punk y que se bebe bien agitado por el pop español de los 60. Enemigos declarados del postureo en todas sus versiones, sus letras se caracterizan por contener una ácida crítica social, lanzada desde el humor y la ironía más manchega, y una visión muy “loser” de la vida y las relaciones amorosas. Letras sencillas que consiguen sacarte una sonrisa sin dejar títere (de calcetín) con cabeza. Con la producción de Luis Caretti (Protege Moi Studio) sus nueve canciones, cinco inéditas y otras cuatro reeditadas, incluyendo sus grandes éxitos “El Verano” y “Espinete”, suenan más profesionales y compactas. Bajo su dirección en el estudio Caretti ha buscado y logrado un sonido más maduro y potente con respecto a sus anteriores publicaciones, un trabajo que hace brillar las virtudes (¿tienen?,claro que sí ;-)) del grupo manchego y que hará que te enganches a sus estribillos sencillos pero altamente adictivos. Mención aparte merecen sus directos. Aléjate de ellos si eres alérgico a la diversión.
@pakitoserrano
Matt Kivel, cantante y compositor estadounidense publica su quinto álbum “Last night in America”, un trabajo complejo dedicado a los oyentes pacientes, un oasis en medio de la vorágine en el que se ha convertido la actual industria musical. Kivel comenzó a lanzar material en solitario en 2013 tras su paso por bandas como Princeton o Gap Dream, en la actualidad continua colaborando con artistas de la talla de Bonnie “Prince” Billy o Robin Pecknold de Fleet Foxes. Para este nuevo disco Kivel decidió producir y componer, así como tocar y grabar todos los instrumentos por su cuenta en su vivienda temporal de Austin, para seguir alejado de influencias externas y el mainstream, contando con los elementos justos para crear un LP sincero y natural, sin grandes artificios. El disco se enmarca dentro del pop ensoñador con toques folk-americana y se revela envolvente y oscuro. Sus canciones surgen de la forma más básica y primigenia a partir de una base de guitarra sobre la que el compositor añade delicados y minimalistas arreglos de sintetizadores que conviven con la cálida y sentida voz de Matt, en algunos momentos distorsionada para acercarle a ese lo-fi pop que tanto nos gusta. Sus letras, al igual que su sonido resultan evocativas y sombrías aunque siempre termina apareciendo la esperanza. “Last night in America” fue grabado por Matt Kivel y mezclado por Jarvis Taveniere en Thump, y masterizado por Andrew Maury. La portada del álbum tiene un arte original de Louise Sheldon hecho con acuarelas, aparte de haber sido diseñado por Clare Byrne. Los visuales de las presentaciones en vivo y los vídeos fueron creados por Nekaa Lab/Sachiyo Takahashi.
@pakitoserrano
Unas semanas después de su publicación por fin he podido hincarle el diente al nuevo y esperado disco de Crudo Pimiento. Este “Pantame” del título hace referencia a un personajillo que el polivalente Raúl Frutos pinta en sus cuadros y que según él mismo confiesa es amigo imaginario. El cuarto álbum del dúo formado por Frutos e Inma Gómez es el más accesible y comercial de los que hasta ahora han publicado, pero no os asustéis, no vais a encontrar nada que se pueda pinchar en Los 40 Principales. La base sigue ahí, intacta: fusión de rock industrial-experimental con tradición, hecha desde la más absoluta libertad. La libertad que te da construirte tus propios instrumentos y nunca dejar de decir lo que se piensa. Para este LP la influencia del flamenco más amargo se asienta como dirección primaria hacia una puerta abierta a nuevos sonidos, en la que no se pierden ni el blues, el jazz o el reggae que aparecen diseminados en este cóctel de estilos extraordinario de no más de treinta minutos de duración. Como un cóctel Molotov, incendiario y de combustión rápida. En esta ocasión, lo que hace diferente a este “Pantame” es la búsqueda de melodías sin demasiado artificio que se propuso el dúo, para que, como han confesado en algunas entrevistas, sus letras incluso puedan ser cantadas en su concierto a pesar de mantener su temática oscura (muerte, destrucción, etc.) que tan bien refleja el caballo muerto de su portada. En esa línea, la elección de Marco Buccelli como productor, quien trabaja habitualmente con la cantante pop Xenia Rubinos, y la impecable grabación en su estudio aleja ligeramente la sensación de producto artesanal que desprendían sus anteriores trabajos pero logra mantener la intensidad, la crudeza y la originalidad que les hace indispensables en la escena musical de este país. Producido por Marco Buccelli - MGB STUDIO. Masterizado por Benny Grotto - Mad OAK Studios, Brooklyn-NYC. Compuesto por Raúl Frutos e Inma Gómez en Murcia. Portada a cargo del artista Cascales.
Fernando Tello
Esto es la nueva vida del alma de una de las bandas que más satisfacciones me han dado en los últimos años. L.A. supuso para mí el reencuentro con la música, después de unos años en los que pasó a otro escalón, mucho más bajo en mi escala de valores. Escuché “Dualize” y volví a caer en las redes de uno de los más maravillosos placeres terrenales, la música en mis oídos y en directo. Segura y su banda era arrollador en el escenario y transmitía mucho más de lo que pudieran imaginar dar otros. Y muchos dirán que porque hablo del pasado, cuando el presente es su camino en solitario. Hablo de mis sentimientos, los que tengo con la música que Luis Albert Segura ha enseñado desde allí y desde aquí. El nuevo trabajo del mallorquín tiene mucho de eso, del sentimiento que da la improvisación de sus letras. De la nueva identidad de un artista con mayúsculas, que ahora canta en español, y que aunque no acabe de redondear todo el disco, sí que hace notar un cambio en su forma, que acaba por encajar las piezas de su nuevo rango. El disco navega por temas con guitarras y solos de piano como quien viaja por el mar escuchando lo que la naturaleza te ofrece. La voz es inconfundible. Diferenciada, con un estilo muy particular, labrado entre Mallorca y sus estancias al otro lado del charco. La vida te sugiere cambios que hagan sumar. La experiencia deja de lado otros elementos que llegan a su fin. Luis Albert ha dejado una etapa vivida de forma intensa para adentrarse en otro mundo, el mundo que quiere explicarnos en sus temas en solitario. Esperaremos a ver en directo el planteamiento que nos ofrece. De lo que estamos seguros, es de que acompañará al mallorquín una banda de músicos a los que les pueda exigir lo que siempre tuvo encima de las tablas. Perseverancia y buen hacer. Así se consiguen las cosas.
Fernando Tello
Dicen que tiempos pasados fueron siempre mejores. Siempre nos acordamos de lo de antes, lo que se vive e incluso de lo que no se llega a palpar. Las bandas de los noventa bebían de los setenta. Las de ahora miran con admiración lo que se hacía en los ochenta y los primeros números de los noventa. Así seguirá siendo, no tengo ninguna duda. Los niños malcriados, eso quieren parecer, de Carolina Durante han facturado otro gran puñado de hits fijándose en los años noventa y en esos referentes claros como pueden ser Los Nikis o The Refrescos, pero con ese toque distintivo y canalla que hace de ellos la banda del momento. Se crean nuevas etiquetas para ellos, como la de mainstream-indie, que les abre el campo de la distribución. Todo el mundo los conoce ahora. Han pasado de ser una artista que hacía canciones con una estrella de OT a una banda señalada y diferenciada. Las letras siguen siendo su punto diferencial, incisivas y con punta, señalando sin mostrar el dedo. Con una voz distinta, que aturde, pero que marca la diferencia punkarra de la formación y con unos ritmos de batería que ganan peso junto a las guitarras de siempre. La producción es de Bernardo Calvo y marcan otro punto de gigantes con Martin Glover a la mezcla, con una reputación ganada con bandas de culto como James, Charlatans o The Cult. ¡¡Quién dijo miedo!! Carolina Durante ha dado un paso hacia delante, facturando una ópera prima al nivel que se le esperaba. Han subido al estrellato y el tiempo dirá si esto es flor de un día o un campo de amapolas primaverales que año tras año salen majestuosas a marcar su territorio.
Santi Hernández
No sé si habréis leído “Cómo se hace una chica” de Caitlin Moran. Lectura ligera que desarrolla el crecimiento de una adolescente de Wolverhamton. La protagonista del libro cuenta que conocía muchos grupos de los que tan solo había oído hablar de ellos por revistas o portadas de discos. En mi adolescencia no leí mucha prensa musical: alguna Kerrang! o Heavy Rock eran las revistas que podía compartir con compañeros de clase. El “indie” a Ciudad Real llegaba muy de refilón y por revistas de venta por correo como la “Tipo” y otras que no recuerdo. Gracias a ellas llegué a conocer muchas bandas que, como dice Johanna Morrigan, “me tienen que gustar seguro si está al lado de este grupo que me gusta”. Juliana Hatfield pertenece a ese universo de música no escuchada pero sí imaginada que ahora las plataformas de música en línea ofrecen tan accesiblemente. Con excitación adolescente escuché el último disco (primero para mí) de la artista norteamericana y con qué satisfacción descubrí, tras una insegura decisión de adolescencia, que Juliana mola. Habiéndome documentado antes de escribir esta reseña, me he enterado de que formó parte de The Lemonheads y de que ha hecho del mecenazgo (actualmente conocido como “crowdfunding”) la herramienta perfecta para editar sus discos. También ha tomado parte en alguna colaboración con Matthew Caws de Nada Surf. En lo que al disco respecta (siento la introducción tan larga) “Weird” (American Laundromat Records, 2019) se autoproclama como raro por no introducir ningún elemento de tendencia actual en este final de la década de los 10. De lo que se vale la artista americana es tanto de melancólicas y placenteras melodías (Staying in, It’s so weird) como de sucios guitarrazos rockeros que destilan su esencia musical del pasado (All right, yeah, Broken doll). En definitiva, este Weird (decimoséptimo disco de estudio) no descubre el fuego ni la cuadratura del disco, tan solo reconforta unos oídos deseosos de escuchar buenas canciones con regusto americano, dosis justas de folk y rock. Y para quien suscribe estas líneas, una preciosa coincidencia de fotos de carpeta de instituto, lectura actual y nuevo forma de disfrutar de la música.
Santi Hernández
Estos muchachos y muchacha canadienses me han dado en todo el gusto desde que empieza a sonar “Trouble”. Todo el disco es una descarada copia del sonido de ilustres grupos británicos como Lush, The Sundays o los mismísimos (ruego me disculpen) The Smiths. Ese sonido que llenaba la habitación con voces y guitarras de eco infinito con melodías deliciosas. Tan parecidas eran aquellas canciones entre ellas que a veces daba la sensación de estar escuchando constantemente la misma canción. ¡O al mismo grupo! De todo eso va TALLIES. La propuesta de estos chicos más bien parece una rareza escondida en algún estudio de grabación que se revitaliza ahora, al final de la segunda década del dos mil. O el enésimo “revival” de grupos “shoegaze” que se vieron ahogados por la mastodóntica irrupción del “britpop” y que, treinta años después, ahora, obtienen su merecido reconocimiento. TALLLIES han apostado por un sonido que no era caballo ganador pero han sorprendido con un disco que bien habría merecido ser una gema del sonido de entonces. Bien pensado, quizás sea eso, que sea publicado ahora lo que hace del disco homónimo de los canadienses un disco tan elegante en su sonido. Sarah Cogan canta con la dosis suficiente de energía y emoción como para estremecer, las guitarras recuerdan al bueno de Marr. Mención aparte las (siempre demasiado olvidadas) líneas de bajo que, encarecidamente, recomiendo prestar atención. Si a todo esto le añadimos la producción, técnicas de grabación del nuevo siglo y la confianza en una propuesta sin mezclas sintetizadas ni ritmos bailables, probablemente todas juntas hacen que este disco sea merecedor de un buen par de escuchas.
@pakitoserrano
Escribo estas líneas tras las grandes movilizaciones y manifestaciones del 8 de marzo que han tenido lugar en toda España por el Día De La Mujer, que han vuelto a demostrar el auge y la pujanza que el movimiento feminista está tomando en nuestra sociedad. El presente es feminista, y en ese presente, Autoficción, el segundo disco de Las Odio, se convierte en un necesario alegato feminista, un grito de lucha que retumba en la machista e inmovilista industria musical. Para el siempre difícil segundo disco Las Odio se instalan de forma definitiva en el centro del ideario feminista con letras claras, directas y, una vez más, irónicas y divertidas. La reivindicación feminista explota en todas las direcciones, impregna y da sentido al álbum a partir del genial e incendiario “Las Odio”, tema en el que señalan e interpelan directamente a la actitud machista que todavía hoy existe ante las bandas formadas por mujeres. A partir de ahí la crítica social más costumbrista aparece en forma de metralla a lo largo de los once temas que forma el disco, impaciencia, capitalismo, estrés, precariedad, meritocracia… Con la producción de Fiera (dúo formado por Darío del Moral y Pablo Peña, componentes también de Pony Bravo) y grabado en los estudio La Mina con el gran Raúl Pérez al mando, el sonido del álbum gana en nitidez, empaque y matices respecto a su anterior trabajo, sin apartarse del pop garajero marca de la casa. Su experiencia en la multitud de directos realizados en estos dos últimos años se nota también en la seguridad con la que resuelven nuevos riffs de bajo, que por fin adquiere más importancia o teclados algo más complejos. Como bien dicen en el tema que abre el LP, a modo de declaración de intenciones, Las Odio lo quieren todo… y este trabajo es su mejor forma de demostrarlo. El diseño gráfico es obra de Antía Van Weill, mientras que las fotografías han corrido a cargo de Laura Carrascosa y Maider Jiménez, las dos integrantes de Yolavi Fotografía.
Santi Hernández
Un perfecto desconocido este Ari Roar (Caleb Campbell). Venido de Texas, ha debutado con un excelente disco que merece la pena ser reseñado para los exquisitos oídos de Revistaindie. “Calm down” comienza con un tema homónimo que sea por lo instantáneo del comienzo o porque antes de que te des cuenta y estés asimilando a qué suena el asunto, ya está el estribillo, ya un puente y cuando te ves disfrutando del tema y cogiéndole el truco, de repente, se acaba la canción. Justo cuando empieza “Called in” te acuerdas de The Beatles y te dejas llevar por lo fácil de escuchar el segundo tema. No da tiempo a pensar otra cosa. Ya ha pasado un minuto y el “Windowsill” ha empezado. Un tema de largo desarrollo (01:51) con el que ya entiendes qué está pasando: se vienen encima 15 canciones en menos de media hora de disco. Tan urgente como directa es la propuesta del tejano. Canciones de aire psicodélico y decoración lo-fi que se dejan de florituras y minutaje innecesario. Un disco que hace las delicias de esa media hora de descanso que pide a gritos una banda sonora que haga olvidar las prisas cotidianas.
Santi Hernández
Un trío de sabios (o religiosos) bajo columnata de estilo clásico parecen discutir sobre la indivisible idea del vuelo y el aterrizaje. Todos saben que sus conclusiones son avaladas por San Pedro y la gorra de un comandante de vuelo que se presentan en primer término de la portada de “El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje” (Limbo starr, 2018). Podéis jugar a interpretar la portada y el título. Donde no cabe discusión es cuál es el objetivo de Tachenko: estamos aquí en la búsqueda de la melodía perfecta, del arreglo impecable, de la cadencia sublime. Tienen las herramientas y el beneplácito de la afición tras la larga trayectoria de quince años. “El comportamiento privado” (Limbo Starr, 2015) resultó ser un gran disco por el sonido potente y preciosas canciones con garra y fuerza power-pop patrio. Se podría esperar que fueran por esa línea pero Tachenko ha decidido bajar unos puntos del tempo de la canción y dejar un sonido más limpio para todo el disco. Se diría que después de recuperar canciones de antaño en “Misterios de la canción ligera” (Limbo Starr, 2017) a modo de recopilatorio (donde desnudaron clásicos y temas de otros discos enterrados por la lógica publicación de nuevos trabajos) y la consiguiente gira acústica de Vinadé y Puente les ha llevado a continuar con la sencillez por bandera. No obstante, el disco tiene intensidad y temas guitarreros como “Justo y Necesario” donde se dan el gustazo de hacer bailar y después… se hace difícil destacar cualquier canción porque todas tienen su ratito emocionante e inolvidable. Que cada uno escoja el suyo para instalarlo en la memoria a corto plazo, justo donde residen las-canciones-que-no-me-puedo-quitar-de-la-cabeza. Sería raro destacar que en este disco las protagonistas son las canciones y los estribillos y la sencillez cuando estos “muchachos” de Zaragoza no se avergüenzan en decir que esto es lo que hay. Larga vida a Tachenko. ¡Viva el pop!
@pakitoserrano
Un disco más, y van cinco, los Guadalupe Plata lo han vuelto a hacer, entregar un nuevo álbum redondo, complejo y divertido a partes iguales. Un año después de su anterior trabajo “Guadalupe Plata” (2017, Everlasting Records) los de Úbeda volvieron al estudio La Mina con Raúl Pérez. La experiencia anterior fue tan buena que decidieron repetir estudio y productor por primera vez en su carrera. En el estudio no sólo grabaron los temas de este quinto largo sino que además lo usaron como local de ensayo, reflejo de la comodidad que encuentran entre sus cuatro paredes. Con estos doce cartuchos los Guadalupe consiguen mantener esa sensación de estar ante algo genuinamente nuevo sin variar en exceso la fórmula de su éxito de oscuro blues rock pantanoso en el que se mezclan canción popular, jazz o incluso psicodelia; algo que resultaría extremadamente difícil para cualquier otro grupo. En esta ocasión el trío describe su trabajo como “un nuevo intento de ir más allá en nuestra cruzada de la involución”, y lo hacen desechando elementos externos innecesarios en búsqueda de la mayor naturalidad de sonido posible. Para ello vuelven a usar el barreño como bajo principal, una batería con pocos micros y la guitarra directamente conectada al amplificador sin intermediarios. Además incorporan instrumentos nuevos como la botella de anís, una bandurria destartalada y e incluso algún sonido de puertas viejas que nos hacen viajar a la España más rupestre. Un viaje repleto de sangre, dientes, corrales, diablos, lobos, serpientes y veneno, mucho veneno. Del que te engancha pero no te mata. La portada vuelve a ser una obra de arte. Realizada por los ilustradores Paloma Almagro y Pedro De Dios muestra un grupo de diablos acribidillados por la patrona de Úbeda para que los demonios robasen los instrumentos que el grupo se había dejado olvidados. Pura intervención divina.