OCTUBRE. WAYWARD PINES

Cuando el policía Ethan Burke (interpretado por Matt Dillon) despierta en un hospital de un pequeño pueblecito llamado Wayward Pines, su vida da un giro de 180º y se convierte en una pesadilla de la cual no puede (o más bien no le dejan) salir, se convierte en una huida de algo que no sabe ni que es. 

Los primeros capítulos nos recuerdan a la mítica “The Truman Show”. Con su protagonista encerrado en un pequeño pueblo, cuyos habitantes actúan de forma atípica y forzada ante cualquier acto cotidiano.

Iba en búsqueda de dos compañeros desaparecidos y tras un accidente de coche (del cual no recuerda nada) aparece en el hospital de dicho pueblo. La enfermera no parece dejarle salir de él fácilmente y el sheriff del pueblo no presta la más mínima ayuda, sino más bien todo lo contrario. Todos y cada uno de los habitantes de este misterioso pueblo tienen miedo a hablar, se sienten observados y escuchados y es porque efectivamente lo están. Tan solo una de todos ellos, una camarera de bar, parece darle alguna pista “No hay grillos en Wayward Pines”.

Cuando el policía Burke se da cuenta de que está totalmente atrapado en un pueblo del cual no sabe nada, y del cual no le dejan salir, aparece una de sus compañeras (uno de los dos policías que buscaba antes del “accidente”), solo que a pesar de haber pasado pocos días, ella tiene aspecto de haber envejecido bastantes años.

No queremos destriparos la serie (llena de intriga, dudas y cuestiones éticas), solo os hablaré de criogenización, aberraciones y fin del mundo como palabras clave. Os aconsejo ver las dos temporadas ya emitidas a la espera de una tercera que deseamos poder ver en nuestras pequeñas pantallas para abril de 2017.