BIODANZA: CONEXION CON UNO MISMO Y CON NUESTRO ENTORNO
Texto: Alexandra Malinowski
A veces hay que echar el freno. Vivimos tan rodeados de prisas y tecnologías que dejamos de percibir lo que realmente nos rodea: personas. Este fue el mensaje con el que comenzó la clase abierta de Biodanza que se impartió en la asociación Espacio Despacio (Toledo) el pasado viernes.
Llegamos casi puntuales (como no, con prisas) a la clase abierta y gratuita. Lourdes, psicóloga, terapeuta emocional y didacta de Biodanza, nos recibió en el aula con una sonrisa. Nos invitó a descalzarnos y nos ofreció el característico cojín cuadrado de suelo para sentarnos en círculo. Mientras ella se preparaba, los asistentes comentábamos nuestras experiencias anteriores con la Biodanza y otras disciplinas como el yoga. Yo (ninguna), escuchaba expectante y con curiosidad. Lourdes cerró el círculo para comenzar la sesión explicándonos qué es la Biodanza.
La Biodanza se trata de una disciplina de desarrollo humano y social que fusiona la música con el movimiento para favorecer la expresión de las emociones y los instintos. Intenta restablecer el vínculo con la especie humana y la naturaleza. Se lleva a cabo a través de una serie de ejercicios integrados en sesiones de grupo para fomentar los potenciales humanos de vitalidad, creatividad, afectividad y trascendencia de los participantes.
Tiene su origen en Chile por el antropólogo y psicólogo Rolando Toro Araneda. A finales de los 80s estableció en Brasil un instituto privado de Biodanza, expandiéndose en los años siguientes a toda América Latina. En 1998 desde Santiago de Chile dirigió el movimiento de Biodanza a través de Centros y Escuelas de Formación distribuidas por Europa, América Latina, Estados Unidos, Canadá, África del Sur, Japón y Nueva Zelanda.
El año 2001 Rolando Toro fue nominado al Premio Nobel de la Paz por sus trabajos en Biodanza y Educación Biocéntrica. Señaló que «estos juegos no son propiamente danzas, ni teatro, ni pantomima en el sentido tradicional. Se trata de formas libres de expresión corporal con música y sonidos dentro de pautas coreográficas permitiendo gran creatividad, sinceridad y fuerza vital de los bailarines».
Antes de ponernos en pie para comenzar los ejercicios, ya estábamos metidos en un ambiente de serenidad y con los cinco sentidos abiertos a nuevas experiencias. Los ejercicios que siguieron, algunos grupales, otros por parejas, y otros individuales, fueron amenizados con una música de fondo concreta que hacía que tus movimientos se acompasaran con la agradable melodía. Antes de cada ejercicio, Lourdes exponía con palabras a qué le íbamos a dedicar el ejercicio que seguía, y comenzaba ella a modo de ejemplo. Uno tras otro, íbamos perdiendo la vergüenza, cerrábamos los ojos y comenzábamos a dejarnos llevar por sus palabras, por las sensaciones, por la música. Y sin darte cuenta te veías danzando por la sala, con una sonrisa de oreja a oreja, sin importar quién te miraba o qué estaba haciendo el de al lado.
Los ejercicios por parejas fueron quizás los que más me llegaron: estamos tan inmersos en nuestros pensamientos y preocupaciones que solemos olvidar que la persona con la que caminamos de la mano, o simplemente aquella que comparte nuestros pasos rozándonos con el antebrazo, es otra vida humana. Otro ejercicio en pareja nos mostró la importancia de observar a la otra persona, e intentar empatizar e intuir sus movimientos, para acompasarlos a los tuyos. Una práctica que bien podíamos llevarla a nuestro día a día, para mejorar nuestras relaciones interpersonales, familiares e incluso de pareja; me quedo con la importancia de mirar a los ojos, de un abrazo o una sonrisa.
Para concluir la sesión volvimos al círculo inicial para compartir las primeras impresiones y sensaciones. Todos coincidíamos en que se había creado un clima de confianza y calidez sin apenas hablar. La pérdida del pudor o la timidez al dejarse llevar por la música y los movimientos ante extraños también fue otra de las sensaciones compartidas por el grupo. En general fue una experiencia muy recomendable, donde poner el pause, respirar, y despojarse de las emociones reprimidas que nos aturden y nos ciegan.
La intención es crear un grupo para impartir las clases de Biodanza los viernes, de manera semanal o quincenal, en la asociación Espacio Despacio, ubicada en el casco histórico de Toledo.
Espacio Despacio es un punto de encuentro para personas que quieren crecer y compartir a través de actividades y experiencias alejadas del estrés, y dónde aprender a acercarse a uno mismo y a lo que nos rodea: “un lugar en muchos lugares donde contribuir al desarrollo humano”. En esta asociación sin ánimo de lucro se cultiva la alimentación, el arte, la cultura o los cuidados corporales a través de diversas actividades y talleres para niños y adultos que pueden ir desde repostería creativa, cine de autor, conciertos, talleres de meditación o risoterapia, hasta pilates o yoga, y que puedes encontrar anunciados en su página web (http://www.espaciodespacio.org/) o en la Bajada de San Martín 4, 45002 (Toledo).
