MAD COOL 2019. SÁBADO. LOS PEQUEÑOS TAMBIÉN CUENTAN
Madrid, 14 de julio de 2018. Espacio Mad Cool. Valdebebas
Intentamos llegar pronto al recinto con la intención de comenzar la tercera jornada de una manera más tranquila. No teníamos intención de ver a los grandes nombres que acudían a esta jornada de sábado. Nos dedicamos a deambular por los escenarios menores, si se les puede llamar así, sin pisar el escenario principal. El cansancio ya se acentuaba. Comenzamos en el “Madrid te Abraza” con Wolf Alice. Tintes rock mezclados con folk y un aspecto que hace soñar con que estamos viendo a los desaparecidos Elástica. Poco tiempo llevan en la escena, desde que sacaron su primer material en 2013, pero han sabido buscarse un hueco entre los primeros puestos de las listas a base de directos tan buenos y tan contundentes como el que pudimos ver mientras el sol todavía estaba en lo alto justo detrás del segundo escenario del Mad Cool.
En el escenario KOKO nos encontramos con Laura Pergolizzi, conocida como LP, que nos encandila con su potente voz. Descubrimiento en directo con una fuerza inusitada y unas canciones bien hiladas y con mucho que decir y que contar. Conocida por hacer canciones para gran parte del mainstream norteamericano, la neoyorquina se hace un hueco en nuestro tiempo, y nos quedamos a ver el final de su concierto en un escenario, el KOKO, que suena de lujo. Y que cada vez tiene más adeptos. Aquí pasaremos gran parte de la tarde y la noche, aunque antes volveremos a viajar al “Madrid te Abraza”. Esta vez en nuestra tabla de surf, un clásico, para ver a Jack Johnson. El cineasta de Hawaii trajo a Madrid toda la escena soft y surf en su versión más eléctrica con una gran banda de apoyo, pero con mucha importancia a su guitarra acústica. La mejor hora y el mejor escenario para una música de fondo y el sol cayendo por detrás del escenario. El público se encontraba con una copa en la mano disfrutando de una tarde apacible y hablando con los amigos más que escuchando al bueno de Jack, pero eso es lo que su música difunde, lo del buen rollo. Lo de hablar a gritos en un concierto lo llevan muchos en la sangre.
Mientras el gentío se preparaba para un non-stop con Queens of The Stone Age, Depeche Mode y Nine Inch Nails, nosotros nos abandonábamos a la suerte del escenario “Mondosonoro”. Llevamos mucho tiempo y muchos conciertos viéndolos pero no nos cansamos. Rufus T. Firefly es la mejor banda nacional del momento y su directo es arrollador. Te envuelven en su psicodelia y no puedes escapar de allí. Comenzaron con unos minutos de retraso por problemas de sonido pero encontraron el momento justo para que la carpa, llena hasta arriba, se quedara ensimismada con su “Loto” y su “Magnolia”, dos discos que pasarán a la historia como dos de los mejores de ésta década en el apartado nacional. Corto se nos hizo el bolo de los Rufus. Ya estábamos con la reserva encendida en una noche que nos iba a deparar alguna satisfacción más. Black Rebel Motorcycle Club se plantó en el KOKO, descargó toda su energía y se marcho embadurnado de sudor y con un baño de masas enorme, sobre todo el de Peter Hayes con las primeras filas en un final apoteósico. El noise-pop en su máximo exponente en sus cerca de veinte años encima de un escenario. Su último trabajo, el octavo de estudio, “Worng Creatures” (PIAS, 2018) es el que vinieron a presentar y consiguieron que la gente pidiera más al final del concierto en un escenario que se hacía cada vez más grande.
La noche iba a terminar en ese tercer escenario en importancia. Saltaban a las tablas Future Islands. O mejor dicho, el espectáculo de Samuel T Herring comenzaba a hacer las delicias de un público entregado desde el primer minuto del concierto. Volvían a España a presentar “The Far Field” (4AD, 2017), su quinto trabajo. Difícil tienen los Future Islands superar a Singles (4AD, 2014), su disco estrella y con el consiguieron el reconocimiento de toda la crítica internacional. Una vez que comienzas a ver lo que hace Herring en el escenario quizás estás más pendiente de él que de la música desplegada. Contoneos, puñetazos en su torso, caras de mil maneras y ejercicios más propios de la gimnasia deportiva son sus posturas a lo largo de un bolo que se hace entretenido hasta decir basta. Los temas se hacen, a veces, algo monótonos en directo, aunque saben elegir el setlist de manera acertada para que nada decaiga.
El retorno de Jet desde Australia iba a ser el punto y final al Mad Cool para nosotros. La última vez que vimos a Jet fue hace muchos años. En la desaparecida sala “Divino Aqualung” dieron uno de los conciertos en sala más breves que yo recuerdo. 50 minutos escasos y el cabreo del respetable que quería más y que pensaba que era una broma el que sólo ocuparan tan corto espacio de tiempo. Muchos años después, ellos han cambiado, se hacen mayores, igual que los demás, pero la música es la misma. Siguen rozando el one-hit wonder y eso no es lo que buscábamos ahora.
Siempre hay que aprender muchas cosas de cada festival. Controlar a 80.000 personas es muy complicado. No todo puede salir bien. Siempre hay algo que falla. El jueves fue un desastre en el día en el que nada puede fallar. Mad Cool se recuperó en los dos días posteriores y sobre todo, acertó en una de las cosas donde un festival falla en muchas ocasiones, la música. Todos los escenarios, sin excepción, sonaron como deben sonar. Y el apartado más importante, aunque para algunos no lo sea, que es el sonido, brillo de una manera extraordinaria. Creo que Mad Cool ha encontrado su sitio aunque tiene que intentar que muchas de las situaciones no se vuelvan a vivir de nuevo. Hay futuro en los festivales en Madrid. Y Mad Cool entra dentro de ese futuro.