OCTUBRE. MANIAC
Allá por 2007 se estrenó una comedia llamada en España Supersalidos (Superbad) que llamó la atención de crítica y público. Era la típica película absurda de adolescentes que naufragan hacía la edad adulta, pero tenía algo especial. Más tarde explicaré la relación que esta película tiene con nuestra serie del mes, aunque aparentemente sea ninguna.
Maniac llegó al pasado septiembre de 2018 a Netflix en formato de miniserie, con 10 capítulos de dispar duración, primera rareza. La serie está basada en una versión Noruega de la que, no nos tiremos el rollo, no he visto nada, pero de la que no había leído muy buenas críticas. Los creadores, Cary Fukunaga y Patrick Somerville, tienen un corto pero impresionante bagaje en el mundo de las series. Fukunaga asombró a todo el mundo con su dirección de la primera temporada de True Detective y Somerville trabajó como escritor en The Leftovers. Así de primeras estaríamos ante una historia de intensitos, pero no. Esta pareja ha compuesto un puzzle que se va componiendo y descomponiendo capítulo a capítulo y que, plagado de referencias del mundo de la ciencia ficción, componen una extraña rareza, divertida y compleja a partes iguales.
No sabemos exactamente el año en el que transcurre la historia, podemos intuir que es algún punto cercano a nuestro tiempo, puesto que la realidad a simple vista parece ser relativamente parecida a la nuestra. Lo que sí sabemos, es que Maniac transcurre en un universo alternativo, nos daremos cuenta pronto al ver un emblemático monumento de Nueva York y a la hora de presentarnos cierta tecnología. En este tratamiento de la tecnología podremos observar el primer gran referente de la serie, el retrofuturismo del más grande autor de ciencia ficción, Philip K. Dick.
En esa realidad alternativa, la compañía farmaceútica Neberdine Pharmaceutical Biotech está empeñada en encontrar el fármaco definitivo que cure a la humanidad del sufrimiento que nos provocan los traumas vitales. Para ello, lleva años experimentando con voluntarios en un entorno que nos recordará al 2001 de Kubrick. ¿Qué tiene de especial el fármaco? Que sumerge a los que lo prueban en una especie de trance onírico propio de Inception, controlado por un superordenador que parece sufrir una depresión. He buscado en los créditos y no es que Almodóvar haya metido mojá en la historia. Aquí entra en juego un gran atractivo de la serie, cuando los protagonistas viven su trance, se generan micro realidades que nos permiten disfrutar de otros subgéneros.
¿Quienes son nuestros protagonistas? Pues esa pareja que nos robó el corazón en Superbad, Jonah Hill y Emma Stone.
Jonah HIll es Owen Milgrim, un joven que padece una enfermedad mental. Owen nos recordará a ratos a Mr. Robot y a ratos a Legion. Jonah HIll explota al máximo su versatilidad a través de ese ramillete de personajes que se crean en la mente de los protagonistas.
Emma Stone es Annie Landsberg, atormentada por un accidente fatídico que ocurrió en su pasado. Es difícil recordar un papel en el que Emma Stone no esté realmente bien, al menos yo no puedo.
El propósito de ambos personajes es olvidar para sanar, ¿nos suena esta premisa? Sí, la serie también bebe del ya clásico sci-fi Olvídate de mí. La gran diferencia en Maniac es que no hay una relación romántica entre Owen y Annie, simplemente una conexión sin explicación, pura química, para mí, ese algo que ya pudimos palpar en Superbad.
Para abordar el resto de personajes tenemos que poner la mirada en el ideólogo del experimento y en su compañera. El creador de esta droga maravillosa es el doctor James K. Mantleray, interpretado por Justin Theroux. Si en The Leftovers Theroux nos fascinó por su capacidad para el drama, aquí lo hará por cómo combina esa intensidad con la parodia y la absurdez y no tiene desperdicio alguno. Aquí a veces el referente parece ser La Hora Chanante, ¿quién sabe? Tampoco tiene desperdicio la hermética doctora Azumi Fujita, a la que da vida Sonoya Mizuno, en cuyo currículum como actriz figuran ya joyas de la ciencia ficción como Ex Machina o Annihilation, esta última también de Netflix.
Hay quien ya ha achacado a la serie cierta inconsistencia en la narración, puede que mucha gente la encuentre deshilvanada, pero creo que es necesario centrarnos en el todo que resulta de esta historia a ratos loca, a ratos dramática, y desde luego siempre hipnótica y divertida. Es posible disfrutar de todos estos elementos sin tratar de entender lo complejo de las capas que podríamos encontrar y que podrían hacernos tachar a la serie de pretenciosa.
Poco sabemos de la posible continuidad de Maniac, de momento, Fukunaga ya ha dicho que si Netflix se plantea una segunda temporada, con él que no cuenten, hará bien. Soy de los que piensan que si una serie queda redonda y cerrada, mejor no tocar nada.