NOVIEMBRE. VIDA PERFECTA
Ya iba siendo hora de que la ficción española tuviera una voz femenina en el mundo de la comedia dramática dentro de esta nueva ola de gran televisión, se pongan como se pongan algunos. Qué fue de Jorge Sanz, Mira lo que has hecho, El fin de la comedia, Vergüenza, eran todas miradas masculinas con personajes principales masculinos. Ha tenido que ser Leticia Dolera la que rompa la barrera con Vida Perfecta, ganadora del festival de series de Cannes.
La premisa inicial podría recordarnos a la Girls de Dunham, tres mujeres en plena crisis existencial. Una de ellas es María, recién salida de la gran relación “perfecta”. Esther es su hermana, una inmadura artista incomprendida. La tercera mujer es Cristina, exitosa madre trabajadora. Insisto, no estamos ante Girls, nuestras protagonistas se encuentran en la treintena y, aunque quizás sí compartan con la serie americana un evidente pijerío, tienen su propia voz, para mí más creíble que las de las neoyorquinas.
Tras esa premisa, el detonante de la serie es el embarazo de María, personaje que interpreta Leticia Dolera, de una persona inesperada, Gari, un jardinero discapacitado. Aquí me voy a detener obligatoriamente. El trabajo que hace Enric Auquer interpretando a Gari es sencillamente espectacular. Un personaje tierno, digno y divertido a partes iguales. Una situación que para muchos podría haber resultado ofensiva o rara, en la serie resulta maravillosa, tanto que que incluso nos hará sentirnos culpables por los prejuicios que seguramente nos afloren a priori.
El cartel de Vida Perfecta nos muestra a Dolera riendo y llorando a la vez, no podría haber una imagen más certera de la serie, que ha recibido críticas por buenista y sensiblera, en mi opinión equivocadas. Las tres personajes sufren y ríen a partes iguales. Sufren porque es lo que uno ha venido a hacer en la vida, es cierto que es un sufrimiento generacional que obvia las cuestiones de clase, pero no por ello deja de ser universal ni resulta frívolo. Sufren porque se desilusionan, se frustran, se desengañan y, sobre todo, pierden. Creo que, lejos de buenismos, la serie lanza un mensaje tan positivo como negativo sobre lo que nos pasa, el de aprender a perder. Pero tranquilos, esto es una dramedia, el tono es el ideal y el humor, a veces, brotará a carcajadas. Gran parte de culpa de lo bien escrita que está la serie la tiene la primera obra de Leticia Dolera, Requisitos para ser una persona normal, cuando nació el tándem Dolera-Manuel Burque. Juntos han firmado un guion maravilloso.
A veces, entre el ruido mediático, injustamente contaminado, de todo lo que rodea a Leticia Dolera, se nos olvida que es una actriz y una escritora de un talento muy especial. Claro ejemplo fue la polémica que rodeó al hecho de que no se contara con una actriz embarazada para uno de los papeles protagonistas. Una vez vista la serie y, sobre todo, ciertas escenas de sexo, uno deduce que los motivos artísticos que se aportaron para tal decisión eran más que relevantes.
Pero la creadora no solo escribe y actúa, también dirige dos capítulos de la serie, que completan Ginesta Guindal, que ya dirigiera la singular Heavies Tendres, y la más que prometedora Elena Martín (Julia Ist). Las tres directoras han logrado darle a la serie un empaque muy naturalista, que a veces recuerda a la noruega Young and Promising.
Al parecer, las negociaciones para que Movistar renueve la serie por una segunda temporada están bastante avanzadas, gran noticia para la ficción patria y, sobre todo, para nosotros, para que Leticia Dolera siga lanzándonos píldoras de su extraña, divertida y cruda vida perfecta.