NOVIEMBRE. THE HANDMAID’S TALE. EL CUENTO DE LA CRIADA
Allá por 1985, hace más de tres décadas, Margaret Antwood imaginó un mundo donde la contaminación ha llegado a extremos inasumibles y la fertilidad de la raza humana está bajo mínimos. Una sociedad que, lejos de buscar salidas, se ha recluido en sí misma buscando la supervivencia de mano del fundamentalismo religioso más radicalizado. Nada de libertades ni de pensamiento propio, mucho menos para para la mujeres, que han pasado a ser meras máquinas de engendrar y que son catalogadas por su fertilidad o infertilidad. Los hombres han tomado el control y cualquier gesto o palabra que se oponga al nuevo régimen es castigado con amputaciones y muerte.
Esto es “The Handmaid’s Tale” (El cuento de la criada), novela en la que se ha basado la serie homónima que nos ha pegado la bofetada en la cara este año. Porque la religión de la que parte la teocracia reflejada en ella no puede ser más occidental que la cristiana, y el escenario que la acoge no está en Oriente Medio sino en el mismo centro de los EEUU.
“The Handmaid’s Tale” ha llegado a nuestras pantallas a través de un medio poco convencional: Hulu, una página web. Pero también podemos verla en HBO, que sigue haciendo méritos para quedarse con la cuota de seriéfilos.
Solamente una temporada y diez episodios le han servido para llevarse un Emmy al mejor drama (la primera serie por internet en recibirlo) y para asegurar una segunda temporada en el 2018.
No es el primer intento de llevar esta historia a la pantalla, allá por 1990 ya lo intentó Volker Schlöndorff con una película insufrible, pero en esta ocasión Bruce Miller (creador de series como “Eureka” o “The 100”), ha encontrado el tono perfecto para convertirla en una serie tan obsesionante y perturbadora como el libro bajo la dirección de Reed Morano.
Con una escenografía y fotografía impecables, la estética de la serie nos oprime tanto como la historia, nos da frío y nos hace contener la respiración. La voz en off de la protagonista, narrándonos sus pensamientos obligatoriamente inarticulados, nos hace sentir su miedo y su desesperación. Todo gira en torno a ella, Offred, una criada. Ellas son las afortunadas y escasas mujeres todavía fértiles, obligadas a engendrar hijos para los nuevos dirigentes y sus infértiles esposas. Para ello, nada de fertilizaciones in vitro ni nuevas tecnologías; tras arrancarla de su vida anterior como trabajadora en una editorial, quitarle su dinero y separarla de su marido e hija, Offred (anteriormente llamada June) es esclavizada, sometida y formada para ser criada de uno de los máximos cargos de la nueva sociedad de Gilead (nombre que ha pasado a tener EEUU y que viene, cómo no, de la Biblia hebrea).
Las criadas son despojadas de todo atisbo de personalidad y humanidad, son propiedad del estado. Todos en esta sociedad tienen bien definido su papel: las criadas visten de rojo, los señores de negro, las esposas de azul, las tías (encargadas de controlar y amaestrar a las criadas) de marrón… Se les cambian los nombres incluso dependiendo de a qué familia sirvan (Offred como demostración de que pertenece a su señor, Fred Waterford). Incluso son sometidas por ellos en presencia de sus mujeres en una ritualizada violación periódica denominada “La ceremonia”. Esta serie, sin duda, da ganas de gritar para compensar que ellas no pueden hacerlo.
La encargada de poner cara a Offred es Elisabeth Moss (conocida principalmente por la serie Madmen, parece que lo suyo son los papeles de mujer fuerte en historias de hombres poderosos). Sin desmerecer al resto del reparto, donde podemos encontrar nombres como Joseph Fiennes o Yvonne Strahovsky, su cara es el termómetro perfecto para situarnos en cada momento de la historia, soportando primeros planos crueles en ocasiones. Moss ha bordado el papel perfecto. El contraste entre su situación de esclava y los flashbacks que nos muestran su vida pasada es de tal magnitud que nos lleva a pensar hasta qué punto la historia que nos está contando no es tan solo una distopía futurista y pesimista, sino el pasado y el presente actual de muchas mujeres en muchas partes del mundo que no son inventadas.
Sin duda una de las series del año, y otra que nos pone contra las cuerdas en cuanto a feminismo y opresión se refiere. Atroz, cruel y cruda, una auténtica pesadilla hecha para hacernos apretar los puños de rabia, pero también reivindicativa y combativa.
“Si no querían que fuésemos un ejército, que no nos hubiesen dado uniformes”.