JUNIO. DEAR WHITE PEOPLE
Este último mes estaba decidido a escribir sobre otras producciones brillantes como La Unidad(Movistar), Dead to me (Netflix) o Uploaded(Prime), pero hay veces en las que la actualidad te hacer querer retomar ficciones que tenías un tanto olvidadas.
Dear white people: os podéis ir a la mierda con vuestra falsa comprensión e impostada solidaridad. Esta serie podría llamarse así perfectamente. Afortunadamente, Justin Simien decidió llamarla simplemente Dear white people. La serie de Netflix está basada en la película homónima que triunfó en Sundance en 2014 y que podemos encontrar en Filmin.
Winchester es una universidad ficticia con mayoría de alumnado blanco, hasta aquí todo normal. La comunidad afroamericana de la escuela, como siempre en minoría, decide dar un paso adelante en la lucha de sus derechos cuando salta el escándalo de una fiesta de disfraces de una fraternidad a la que los blancos acuden disfrazados de afroamericanos con la piel pintada. Más o menos aquí es donde nos deja la película, el evento sirve en la serie como una especie de detonante en la primera temporada. No es que haya una continuación, más bien una reinterpretación, incluso algunos actores y actrices repiten de una ficción a otra.
Dear White People es el título del programa de radio del campus que dirige y presenta Sam, una de nuestras protagonistas. Su voz es un arma activista para denunciar las situaciones que sufren nuestros afroamericanos protagonistas.
¿Queda raro que diga que nuestros protagonistas son afroamericanos? No debería tener que aclararlo, ¿verdad? Pues sí, lo son, no son minoría en la serie, como suele suceder, y lejos de estereotipos. Si se produce algún tipo de estereotipo, lo es de forma consciente y para reírse de ellos. La autoparodia está presente muy a menudo y, la verdad, es que funciona, juega muy bien con el rollo meta, con ficciones que parecen inspiradas en, por ejemplo, Empire.
La primera temporada centra cada capítulo en un protagonista diferente, en cómo le afectan los problemas raciales y en, simplemente, presentarnos personas complejas, eso sí, rara vez afectada por problemas de dinero o de clase, cosas que podríamos echar en falta en la serie, la verdad es que todo no lo puede tener.
La segunda temporada continúa adentrándose en cada protagonista, sin dejar de lado los aspectos raciales, para que las tramas se entrelacen más en la tercera temporada, quizás la más convencional, pero no por ello menos compleja, de hecho, puede que sea la más cinematográfica en cuanto a forma.
Como habremos deducido, la crítica social está siempre presente, pero cuando se trata de forma tan inteligente y mordaz, parece que las heridas no duelen tanto.
Por supuesto, habrá quien piense que la temática ya está pasada, que está todo muy visto, que ya está todo superado, sí, seguro. No hace falta mirar al gran imperio, miren debajo de su alfombra, miren los casos en el mar mediterráneo, miren a Tarajal, miren a Lavapiés...Para todos esos que seguirán diciendo todo esto, y que también hay facciones dentro de las minorías que niegan el racismo, que no todo es bueno dentro de las minorías... para todos esos, la serie también tiene munición, la crítica, como hemos dicho, deja muy pocos cabos sueltos.
La serie es perfecta para un buen maratón, tres temporadas de 30 capítulos cortitos. Hace ya casi un año del estreno de la temporada 3, Netflix renovó por una cuarta edición, que vendrá genial para cerrar todo lo que quedó abierto.