IDA

Texto: Carmen Blanco

“Ida” de Pawel Pawlikoski es un festín para nuestros cinco sentidos. La belleza de sus atípicos y extremadamente bellos planos nos dilatan las pupilas. Sus silencios y sus diálogos simples nos despiertan el oído. Queremos oír más, pero en el fondo nos basta con lo que vemos. Su impactante y hermosa fotografía en blanco y negro nos hace viajar en el tiempo, a una época carente, a un estado de posguerra sino igual de crudo que la propia guerra, sí lo bastante acre. Olemos la desolación de una Polonia desgatada y sentimos el dolor de los hechos en nuestros propios dedos. El visionado de “Ida” te deja un sabor amargo, pero el placer de haber visto una obra de arte contemporánea le gana la partida a todas y cada una de esas sensaciones.

Polonia, 1960. Anna es una joven novicia que pronto se convertirá en monja. Pero antes de dar el paso, la madre superiora le aconseja buscar a su única familia, una tía a la que no conoce. El viaje de la chica se convierte en toda una revelación para ella. También lo será conocer a Wanda, su tía, que le desvelará un terrible secreto de familia durante la ocupación nazi. Así como su verdadero nombre: Ida.

“Ida” es una de las películas más ásperas, crudas e innovadoras que he visto en la última década. Su triunfo reside en la simpleza de una historia identificable, y en la creación de dos personajes femeninos fuertes y atormentados. Dos personajes que son las dos caras de la misma moneda. Una, fiel a Dios y recluida en un convento. La otra, una reconocida jueza que vive en la bohemia de la época. Su relación solo hace avanzar una exquisita trama donde a través de sus sentimientos nos muestran también las dos caras de la historia. Los que conocían la verdad y los que vivían ajenos a ella.

Pero si hay algo que identifica y hace destacar a “Ida” es su aspecto formal. Planos llenos de aires donde el personaje se pierde en un paisaje desnudo y desolador. Estáticos. Donde observamos el tiempo pasar en un trozo de imagen. Donde el personaje está, pero es la suma del contexto y de dicho personaje el resultado final que nos llega. Un blanco y negro bien utilizado. Acorde a la desesperanza de la historia. A la miseria de la sociedad que no murió en aquella guerra, pero que le tocó vivir y cargar con las consecuencias. Una estética asfixiante, al igual que la decisión que tendrá que tomar Ida, y al igual también que el terrible secreto que consume a su tía Wanda.

El éxito de la película en numerosos festivales polacos, europeos e internacionales no hace más que elogiar el trabajo de un enorme Pawel Pawlikowski, que ha conseguido introducirnos en una época difícil de nuestra historia con un caso particular, sin querer abordar lo que ya todos sabemos y nos lo han mostrado una y mil veces en el cine. Su Óscar a Mejor película de habla no inglesa es el culmen del triunfo de esta cinta que se convertirá, sin lugar a dudas, en una de las mejores películas de la década.

Agata Kulesza y Agata Trzebuchowsk, sobrina y tía, dos nombres a destacar por sus estelares y abrumadores interpretaciones que transportan la película a otro nivel. Al nivel que es el sentir todo con ellas, debajo de su piel. Y el tener la absoluta convicción de que esta historia la hemos vivido nosotros mismos, con nuestros cinco sentidos.

País:Polonia    Género:drama    Duración:80 min.

Director:Pawel Pawlikowski    Guión: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz

Fotografía:Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski    Música:Kristian Selin Eidnes Andersen

Reparto:Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus