FEBRERO. SEX EDUCATION
Otra vez la pereza de una serie de instituto, con sus grupitos de populares, sus nerds, sus animadoras y sus adolescentes eternos buenorros y buenorras con su sexo bien aprendido. Pues no, no es así, bueno, solo un poco, pero no.
Que no nos espante cuando veamos aparecer por el catálogo de Netflix Sex Education, nuestra serie del mes. En contra de lo que pueda aparecer, la serie no es americana, sino británica. No es que esto nos vaya asegurar calidad, pero bueno, es una comedia y es británica, así que sí (la turra que doy con las series British). A lo mejor estoy siendo prejuicioso con lo de “serie americana de instituto = evitar”, en fin, Élite es española y ahí la tenemos, ejem.
Otis (Assa Butterfield) es el adolescente rarito en esta historia. Nos sonará porque fue el Hugo de Scorsese o el niño alemán amigo del que llevaba el pijama de rayas. Pues Otis se hace mayor y su vida se mueve entre el ostracismo social y la vergüenza. Para colmo, Otis se siente observado por su madre, Jean, que es sexóloga de profesión y que está interpretada por Gillian Anderson, Scully de Expediente X. El único apoyo que Otis tiene en su instituto es su mejor amigo, el estrafalario Eric, y hasta aquí todo más o menos normal.
Todo cambia en la vida del nerd cuando se asocia con Maeve para sacar adelante un extraño negocio, un consultorio sexual entre los estudiantes, aprovechando la sabiduría que Otis ha ganado escuchando hablar a su madre durante años.
¿Qué es lo que vamos a encontrar en Sex Education que la haga especial? Bien, de entrada, podemos extraerlo a partir de uno de sus puntos más criticables, ciertos estereotipos que se reproducen en este tipo de series, a priori facilonas. Por ejemplo, Maeve es guapa, interesante, oscura, inteligente, en definitiva, la chica de la que se enamora el nerd. Sobre el papel, nada interesante, ¿verdad? Sin embargo, Maeve lee a Jane Austen y sale con el chico popular buscando normalidad en su vida...Aquí falla algo.
Lo que falla es que esos estereotipos son desmontados capítulo a capítulo entrando en matices de los personajes que los hacen cercanos e imperfectos, a veces demasiado adrede, pero ¿qué demonios? Esto es Netflix, poco a poco.
No hemos hablado hasta ahora del sexo, ese monstruo que nos persigue en la adolescencia como si fuera Godzilla y nosotros Tokyo. Hasta ahora, una de las mejores series sobre ese monstruo nos la había traído también Netflix con su animación Big Mouth, esa serie bestia que bien podría pasarse en institutos para tratar muchos tabúes.
Cada capítulo de Sex Education comienza con una especie de caso o de problema de pareja entre dos adolescentes, de este simple recurso de guion recurso deriva uno de los grandes aciertos de la serie, su valentía y su ausencia total de prejuicios. Otis se enfrenta a problemas sexuales que se afrontan desde todos los puntos de vista de género y de condición sexual. Todas y todos tienen su voz en esta historia, algo a lo que no estamos nada acostumbrados.
De hecho, a veces, hasta la propia serie se pregunta a través de algunos personajes cómo es posible que Otis pueda llegar como consejero a toda esa diversidad, es ese tipo de licencias a las que a veces hay que lanzarse con los ojos cerrados para seguir disfrutando.
Laurie Nunn es la creadora de la serie, sí, una mujer británica más dando en el clavo, y que no pare la cosa. Nunn ha parido un producto profundo, divertido, diverso, atrevido, y hasta bastante emotivo, quien no suelte una lagrimita con Eric es que está muerto por dentro. A partir de aquí, hay que ser conscientes de que esto es Netflix, con todo lo bueno y lo malo.
Sex Education está renovada para una segunda temporada, normal, ¿acaso es el sexo un tema que se agote alguna vez? Mucho mejor nos habría ido si hubiéramos tenido un Otis que nos hubiera aconsejado cuando tocaba.