UNA FALDA, UN DIAMANTE, UN LIMÓN Y UN SALVAJE
Billy Wilder, I.A.L. Diamond y Jack Lemmon. Si algún día escribo algo malo de estos señores llamen a la policía porque me habrán asesinado y estarán suplantando mi identidad. “Con faldas y a lo loco” es la última gran “screwball comedy”; es el epílogo de una etapa del cine de Wilder y el prólogo de su mejor época. Una película de su tiempo y para su tiempo.
Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon) son dos músicos de pacotilla que se ven obligados a huir de Chicago tras presenciar “La Matanza de San Valentín”. Su método de escape consistirá en disfrazarse de mujeres y trabajar en una orquesta femenina donde conocerán a Sugar Kane (Marilyn Monroe), la cantante principal de la que ambos protagonistas se enamorarán. Joe pretenderá cortejar a la cantante disfrazándose de un poderoso millonario, mientras que Jerry intentará escabullirse de Osgoold Fielding III (Joe E. Brown), un señor mayor que se ha enamorado de ella.
“Con faldas y a lo loco” nunca tendrá la calidad y la acidez de “El apartamento”. Tampoco realizará una crítica tan feroz a la época, pues para empezar sitúa los hechos en 1929. Aun así, a Wilder le sirve una comedia loca que a simple vista no tiene una gran significación política, para dejar en ridículo a los censores norteamericanos y, por consiguiente, a la protestante y protestona sociedad estadounidense. Wilder (que conste que cuando lo menciono a él, también menciono al guionista Diamond) explica la “Ley seca”, esa prohibición de bebidas alcohólicas que lo único que consiguió fue un aumento de la corrupción y de la delincuencia. La gente tiene una tendencia a adorar aquello que le prohíben. Hasta nuestros amigos los censores puritanos podrían haber estado de acuerdo con la crítica del filme; otra cosa no, pero a su ídolo McCarthy solo había una cosa que le diera más miedo que los comunistas, la falta de bebida (murió de cirrosis, enfermedad mortal sufrida por los políticos criticados por su mal hacer en el gobierno). En cambio, se centraron en que había muchas mujeres (pongamos que eran 20), muchos pechos (la aritmética me dice que 40) y ¡hombres disfrazados de señoras! Tenían la obligación como buenos patriotas de perseguir a la película, era intolerable que los pobres niños vieran eso, los tuvieron que mandar a Vietnam para que pudieran escapar de tal depravación. ¿No se cansan de hacer el ridículo? De nuevo, solo consiguieron hacer al filme más atractivo. Una simple comedia se convirtió en la fruta prohibida de la que otra simple es la metáfora perfecta: Marilyn Monroe.
He llamado simple a Marilyn Monroe, no puedo negarlo, no me gusta. Vaya por delante que considero que su actuación en esta película es bastante completa, aunque que la pusieran a hacer de tonta que canta de forma sensual le ayudó un poquito a resultar creíble. Si simplificáramos el mundo en pares opuestos y nos obligasen a elegir una opción se producirían auténticos quebraderos de cabeza: dulce-salado, rojo-azul, fútbol-baloncesto, falda-pantalón, radio-televisión, con cebolla-sin cebolla, Marilyn Monroe-Audrey Hepburn. Toda elección sería justificable hasta cierto punto, incluso entendería que haya gente que prefiera la tortilla con cebolla, pero ¿de verdad alguien prefiere a Monroe antes que a Audrey? Vayamos más allá: Bergman, Davis, Gardner, Taylor, Garbo o la otra Hepburn (perdón Katherine); ¿son peores actrices que Marilyn? La rubia es uno de los iconos más reconocidos y reconocibles de la historia, pero no es una gran actriz. Icono y Actriz solo hay una y se llama Audrey Hepburn.
Una película de su época y para su época. “Con faldas y a lo loco” fue un gran filme en su momento, ha sabido envejecer en la memoria colectiva de la población, se ha convertido en una maravilla cultural de la que la gente habla sin, en muchos casos, haber visto la película (con suerte habrán visto el final). Pero ocurre un extraño fenómeno; ahora, cuando algunos eruditos visualizan el filme por primera vez se estrujan los sesos para darse cuenta de que la película tiene un humor rancio, pasado de moda, que reproduce comportamientos machistas: afirma que una joven debe buscar la estabilidad casándose con un millonario, ve a la mujer como un mero objeto sexual, roza la misoginia, es homófoba, ¡es tránsfoba!… Imbéciles. Claro que la película está algo anticuada en el tratamiento de temas sociales, claro que no es un ejemplo de cultura cívica. ¡La película tiene más de 50 años! ¿Qué esperaban? ¿Que Marilyn y Lemmon se fueran a estudiar a la universidad en un piso compartido mientras que Osgoold era denunciado por acoso sexual? Hay pocas cosas más estúpidas que ver una película de hace 50 años sin contextualizarla. Se me ocurre una, darse cuenta de todas estas cosas, pero no plantearse qué ha pasado para que hace medio siglo se hiciera una mordaz crítica a los mafiosos (qué encasillado estaba el pobre George Raft…) y hoy encumbremos a Pablo Escobar.
Wilder nos hizo cientos de regalos a modo de “gags”, recuerdo uno que para mí lo tiene todo. Esa escena en la litera, menudo homenaje al camarote de los hermanos Marx, menudo homenaje al cine, menudo homenaje a la comedia. Esos detallitos que el director nos regala, las agujas del ascensor moviéndose cuando Osgoold (papelón el de Brown) se intenta aprovechar de nuestro señorito Daphne. Por supuesto, tengo que destacar a Lemmon, nunca me cansaré de hacerlo, pero hoy me tengo que centrar en Tony Curtis porque se lo merece. Hay que ser un pedazo de actor para sobresalir en una película de Wilder, encima con uno de los mejores actores de la historia como es Jack Lemmon y compartiendo la mayoría de escenas con Monroe que, aunque no sea de mi agrado, eclipsaba la pantalla.
Finalmente, al final de la crítica, hablaré del final de la película. Otra vez Wilder, otra vez una guinda de leyenda. Quién se iba a imaginar que un año después se superaría y haría el mejor final de la historia en “El apartamento”. Comedia, filosofía, resumen de la película, redención de los personajes…, lo aglutina todo en apenas 49 segundos. Es un final lleno de verdad; nadie es perfecto, pero Wilder hace finales perfectos.