ABRIL. BIG LITTLE LIES. MENTIRAS PERFECTAS PARA VIDAS PERFECTAS
HBO y Netflix lucharon por ella, pero al final fueron los primeros los que consiguieron llevarse la serie a casa. Big little lies merecía la pena, y ambas cadenas lo tenían claro.
Confieso que el primer capítulo me dejó un poco fría, pero también intrigada por saber qué podía tener una serie como esta para atraer a tanta gente. Varios amigos me la habían recomendado; había visto críticas favorables ya publicadas sobre ella y que estaba recibiendo opiniones más que buenas, pero... ¿Qué podía interesarme a mí de una serie sobre mamis estadounidenses ricas y exitosas que viven en fabulosas mansiones a pie de playa en Monterrey, California? Ni soy madre, ni estadounidense, ni rica... ni mucho menos veo el mar desde mi ventana.
Pero seguí viéndola. Quizás aparte de la curiosidad hubo una cosa de esta serie que me atrajo especialmente: la intro. Confieso que me fijo muchísimo en las intros de películas y series (dejaré para otra ocasión confesar cuál es mi preferida hasta ahora). Aparte de la acertadísima y pegadiza "Cold little hard" (que así se llama la canción) de Michael Kiwanuma, las imágenes pasan de cinco apacibles madres que llevan en coche a sus hijos con bellos acantilados de fondo, a volverse oscuras sin que sepamos muy bien cómo. Una mano sosteniendo un revolver y cuerpos entrelazados dan a entender que la serie no va a ser todo lo pacífica que parece y unos primeros planos de encantadores niños que desfilan mirando a la cámara y de emperifolladas (disfrazadas) madres cuyas miradas se aprecia que ocultan muchos secretos dejan una pregunta en el aire: ¿Todo está bien en esa gente? ¿Seguro?
Big little lies es la historia de cinco madres, aunque tanto el peso interpretativo como el protagonismo de los carteles recae en tres principalmente: Madeline Mackenzie (Reese Witherspoon), Celeste Wright (Nicole Kidman) y Jane Chapman (Shailene Woodley). La historia de estas tres mujeres confluye en la guardería a la que llevan a sus hijos y forja una amistad sincera e inquebrantable que nos ayuda a descubrir, capítulo tras capítulo, que las idílicas y envidiables vidas de cada una de ellas quizá no son tan sencillas como parecen. No puedo pasar por alto a las otras dos "secundarias", sin las que la serie no estaría completa: Renata Klein (Laura Dern) y Bonnie Carlson (Zöe Kravitz); y a ellos: Perry Wright (Alexander Skarsgård), Ed Mackenzie (Adam Scott), Nathan Carlson (James Tupper) y Gordon Klein (Jeffrey Nordling).
Cada una de estas cinco mujeres vive, sufre y padece, a su manera, una determinada forma de violencia. En unos casos es física, en otros psicológica, en otros se trata de las propias imposiciones que la sociedad asume que tiene derecho a exigir a una mujer solo por serlo. Porque los personajes masculinos de esta serie, sin desmerecerlos, por supuesto, lo tienen mucho más fácil. Si Renata es una exitosa directiva que no renuncia a su carrera para cuidar a su hija no puede ser una buena madre. Si Madeline siente ira hacia el padre de su hija, que las abandonó al nacer esta, no puede ser más que una puta resentida. Si Celeste dejó su trabajo de abogada para criar a sus gemelos no es una mujer ambiciosa. Si Jane es madre soltera de un niño sin padre conocido algo habrá hecho para merecerlo. Si Bonnie parece la mujer, madre y amante perfecta algo malo debe esconder... Y así hasta la saciedad. A ellos no se les exige ser perfectos, a ellas sí. Ellas llevan en apariencia unas vidas de ensueño, pero todos los sueños tienen un precio y por ello ya el primer capítulo nos adelanta que todo esto va a acabar en un asesinato. ¿Quién ha muerto y quién ha sido el asesino o asesina? Tendremos que esperar al último capítulo para averiguarlo.
Big little lies está basada en la novela homónima de Liane Moriarty (2014) y no deja de ser paradójico que haya sido David E. Kelley, el creador de Ally McBeal, quien le haya dado forma para la pantalla. ¡Con lo perfecta que era la McBeal! Poniendo tras la cámara al director de cine Jean-Marc Vallée, los siete episodios han sigo grabados como si cada uno fuese una sola película (algo que ya se hizo con la exitosa True Detective en su primera temporada), y ha conseguido así que funcionen con un criterio único, sin perder el rumbo de mantener el misterio sobre quién es el personaje que ha sido asesinado.
Las interpretaciones de cinco maravillosas actrices nos abren los ojos a verdades incómodas, a que la violencia no responde a clases sociales, y hace un exhaustivo retrato de la mentalidad del acosador y el acosado, del maltratador y el maltratado. Sin tapujos, con escenas de violencia explícita y de sexo difícil de ver (imagino que más difícil aún de rodar). Las historias que nos presenta como espectadores nos van a hacer testigos de que no es oro todo lo que reluce y de que el abuso y la violencia machista pueden aparecer en cualquier momento y lugar. Y ojo, no estamos, seguimos sin estar, dispuestos a admitirlo.
Yo no tengo muy claro si catalogar esta serie como thriller, como relato femenino, como comedia negra, como drama policiaco, como serie feminista, como porno para arquitectos (lo digo por las mansiones que os mencionaba antes), como retrato de la hipocresía de las clases altas, como concienzudo estudio de la violencia de género, del acoso... porque es todo eso. Es una serie redonda que te deja tanto mal cuerpo como una sonrisa en la cara.
De momento podéis disfrutar de los siete capítulos de su primera temporada. ¿Quién ha muerto y a manos de quién? Solo al final lo sabréis, yo no os voy a hacer spoilers.
Como sé que os quedaréis con ganas de más os adelanto que se está barajando una segunda temporada. De momento Liane Moriarty, autora de la novela, ya ha expresado públicamente que, aunque no tiene en mente escribir la continuación de la misma, sí está abierta a colaborar en la creación de esa hipotética segunda parte... y el éxito que la serie ha cosechado estoy segura de que ayudará un poco. Crucemos los dedos.